Por la ventana observo hacia
afuera el cielo anubarrado y hacia adentro las recias paredes de adobe.
Ellas soportan aún las
tempestades que arrecian y los relámpagos con su fragor, retumbos y tronido.
Y me pregunto: ¿el shayape
del nacimiento que hemos entresacado de las peñas también extrañará la piedra
donde ha crecido?
¿Le gustará y encontrará
firme esta casa? Pero, ¿por qué será inevitable que yo ahora llore?
Y mirando a todos entre mis
lágrimas, más aún a quienes ya hace años que partieron, pero que hoy han
venido, ruego en silencio, que este instante recóndito de ternura no termine
nunca. Porque este día vuelven a estar con nosotros y a sentarse a la misma
mesa todos nuestros seres queridos.
Ternura que quizá sea la
última hebra o hilacha que quede para salvar el mundo y hacerlo imperecedero.
La casa
2. Cuando ella
está todo se colma
Hoy 24 de diciembre al
despertar por la mañana el sol tiende su manto de oro alfombrando toda la casa
y mi comarca.
Ya hay tintineo de
cucharillas, de tazas y platos en la cocina. Y el chasquido de la sartén donde
se cuece alguna fritura: salchichas, relleno o pellejones de cerdo.
En la cocina el ambiente es
de fiesta. Las lenguas de fuego del fogón iluminan el iris de todas las
pupilas.
Ya está sentada en la mesa la
abuela Sofía. Y cuando ella está, todo se colma de una profunda dulzura y
alegría.
Y nosotros jugamos con los
primos que han venido. Y acordamos salir a explorar los alrededores.
Al salir al patio tengo que
poner las manos en visera para librarme de la luz del sol. Y reconocer el
violeta de las tejas, los anaranjados de las paredes, los azules y verdes de
todas las presencias y las cosas este día sublime.
El papá
3. Hoy día
no sienten miedo
Hoy es día hondo, inmenso y
conmovedor porque ha de nacer Dios mismo, y él es un Niño.
Por eso, lo sienten y saben
todos. Lo sentimos y sabemos los seres humanos que hoy día comprendemos lo que
es el bien. Y hasta nos esforzamos por hacernos buenos, así erremos.
Lo sienten y saben los
cerros, los ríos y los caminos al filo de los barrancos y de los abismos, que
hoy día son dóciles, protectores y amables en sus talantes y genios, de por sí
temibles.
Lo sienten y saben los
vientos que silban en sus zampoñas ululantes canciones tiernas de amor entre
árboles y peñolerías. Y tocan más alegres que nunca sus castañuelas las
neblinas entre las piedras de los apriscos y caminos.
Lo sienten y saben pumas,
toros y cervatillos de los potreros, que hoy día no sienten miedo ni venganza
ni violencia, sino que intuyen que este mundo es bueno, incluso en el
sacrificio por algo que ni siquiera importa tener claro cuál es su sentido.
La mamá
4. Huertas
y jardines
Hoy es Noche Buena.
Lo sienten y saben las aves
del cielo que trinan con más ahínco en el tejado. Y enhebran sus nidos con más
esmero las golondrinas. Y con sus gorjeos hacen que las casas pobres se enjoyen
con los más ricos arpegios y tesoros.
Y con los atavíos que lucen
los plumajes multicolores de sus plumas y sus alas.
Lo sienten y saben las
ovejas, vacas y chivillos de las majadas que triscan y saltan de contentos
cerca de sus dueños, sin explicarse el motivo que los regocija.
Lo sienten y saben los
manantiales que hoy ofrecen su mejor agua y su mejor hierba. La misma que brota
fresca y luego gorgotea cantarina regando huertas y jardines.
Lo saben las flores del campo
y las ranas que croan y rumorean en las acequias. Lo sienten y saben las
libélulas que entonan con la mejor armonía su ronroneo misterioso entre las piedras.
Amanecer en Santiago de Chuco. Foto Jaime Sánchez Lihón
5. Oran
y velan
Lo sienten y saben los copos
de neblina, que se elevan para ver aparecer los colores de las sementeras y del
pueblo extendido en su manto verde.
Y de las casas embelesadas
con el blanco de sus muros, terraplenes y tapiales, como con el añil y verde de
sus puertas y balcones.
Los sienten y saben los
hombres rudos y fríos que hoy –sin poder evitarlo– dedican su alma hacia los
demás; sonríen, y de ella entresacan, como de un horno caliente, el mejor pan.
Lo sienten y saben los
hombres buenos que por saberlo viven la Noche Buena todos los días del año.
Y hoy más bien se entristecen
que ella dure un solo día; quizá por ser tan bella; quizá por ser tan inmensa no
es posible que sea eterna. Y, entonces, oran y velan.
Y agradecen en silencio por
el prodigio que nos brinda lo creado y lo que aún está pendiente por crear.
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