domingo, 10 de enero de 2021

10 enero, 1927. Nace el poeta Juan Gonzalo Rose. / ¿Para quién aquel vaso?


10 DE ENERO, 1927 
NACE EL POETA 
JUAN GONZALO ROSE 

¿PARA QUIÉN 
AQUEL 
VASO? 

Danilo Sánchez Lihón

 

 

Juan Gonzalo Rose


1.

 

El lujo verbal del poemario Las comarcas de Juan Gonzalo Rose quedará como muestra de excelencia de la palabra de todos los tiempos. Su imaginería, la capacidad de fabulación, el poder de crear encanto, plenitud y esplendor.

Y es que tenía un mundo de belleza inmerso en el alma. La realidad que tenía dentro de sí era excelsa, extraordinaria y maravillosa.

Algunas fabulaciones, como las que a continuación presento, apenas en una muestra de párrafos, así lo acreditan. Ahora bien, ¿en dónde ir a encontrar, a nivel mundial, fragmentos escritos como estos? ¿En Europa? ¿En Asia? ¿En Norteamérica, en Arabia, en Turquía? Y son más de cien páginas con esta exaltación y esta orfebrería en su libro Las comarcas. He aquí ellos:

Por él supe que sólo en el Hemisferio Boreal brillan diecisiete constelaciones que parecen guiadas por Cochero: la estrella de los hombros inclinados... Y por él conocí las nebulosas... Mis preferidas fueron la Nebulosa de Andrómeda, tan fúlgida y alta que Cristian, al descubrirla una noche de 1695, creyó que era la Puerta Refulgente por la cual se escapaban los siglos a la Nada; y la Cabellera de Berenice, extendida en las estepas siderales, más visible en el alba, cuando manos de nieves rapidísimas parecen adornarla de espejos y planetas.

 

Juan Gonzalo Rose en el exilio


2.

 

Por él supe los nombres de quienes se asomaron, sanguíneos o biliosos, al hondón de los cielos... Así Enópides, el joven taciturno de cabeza rapada, que solía trazar en las arenas las elípticas rutas de los astros perdidos; o Seleuco, apodado por mal nombre El Matemático, cuyo pecho dormido cubrían las mareas del inquietante Jónico, mientras su sueño continuaba buscando, entre cifras y cráteres, explicación para las fuerzas crueles que jalaban las túnicas marítimas; o aquel Regiomontano, discípulo de Arquímedes y adorador secreto de Apolonio, que enloqueció de gozo contemplando la cola de un cometa.

Por él supe de estrellas… De Sirio, que los sacerdotes egipcios espiaban por las ranuras de la pirámide de Cheops, para leer en sus fulguraciones las espumosas cóleras, los idus apacibles, los cambiantes humores del Nilo; de Mizar, que no puede separarse de Alcor, su compañera, sin que una grande y sombría tristeza inunde los balcones infinitos; de Algol, la de lentos y rojos fulgores –sólo con Antares comparable– llamada por los árabes la estrella diabólica, y en cuyo nombre se multiplicaron en los atónitos desiertos las costumbres de castigos infamantes.

Sencillamente yo no encuentro parangón. Y así cien páginas como las que refería de aquel libro. A lo cual habría que agregar 100 páginas más del libro póstumo Las nuevas comarcas.

 

Juan Gonzalo Rose de charro mexicano


3.

 

En los últimos años de su vida fue un bohemio consuetudinario y empedernido. Cuando bebía ponía en la mesa un vaso solitario que permanecía servido de licor y que nadie tocaba.

– ¿Juan Gonzalo, para quién es este vaso?

– Déjenlo aquí.

– ¿De quién, o para quién, es? ¡Está demás, Gonzalo!

– Es de un amigo. ¡No lo toquen!

Era un rito. Y nadie se atrevía a poner la mano en él.

Una vez alguien se puso necio en preguntar para quién en realidad era ¿A quién dedicas ese vaso?, le insistió. Él, dándole cien soles para que pague la cuenta, le dijo:

– Es del amigo que nos está invitando a beber. ¡De quien nos está dando plata para servirnos las botellas que nos acabamos de servir! Fue su evasiva

Y se inventaron mil historias respecto a quién era el invitado invisible para ese vaso. Él nunca lo dijo, pero muchos concluyeron que era César Vallejo.

 

 


César Vallejo y Carlos More, brindando en Navidad
Pintura de Juvenal Sánchez Lihón


4.

 

 

Ayer —no me lo dijo nadie: lo he sabido

como se advierte el olor del llanto

en la cama de hotel que nos cobija—,

alguien ha roto el vaso donde un niño

supo peinar la sed de lo jugado.

 

Por eso insisto:

guardad las cosas del que está lejano,

defendedlas de los vuelos terribles de la mano.

 

Estar ausente tantos años hace

sentirse un muerto al vivo más presente,

y por eso perdono (yo, el culpable)

tanto naufragio,

tanta rotura de alma impunemente.

 

Pero el vaso, no; el vaso, nunca:

otros vasos habrá, pero ninguno

que conserve los versos de la fuente. 

 

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1 comentario:

  1. En los primeros años de la década del 70, yo solía visitar el diario Expreso que no era la cloaca en el que se ha convertido hoy. Había sido expropiada por el gobierno de Velasco y entregado a un sector del mundo laboral peruano. Era un diario, entonces, combativo y bizarro. Y tenía no sé si entre sus periodistas de planta, o como un simple colaborador, al poeta Juan Gonzalo Rose. Varias veces, pues, lo vi conversando con algún periodistas de ese diario: Owen Castillo, Guillermo Sheen Lazo, Paco Landa. Muchas veces, cuando no estaba, me contaban que estaba al frente del diario, en un bar de mala muerte donde iban los periodistas de Expreso, casi todos, un día sí y el otro también, a beber unas cervezas. O a comentar los azares del día a día, de una profesión tan emocionante como es el periodismo.

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