Puerto Callao
1.
A partir de la medianoche
escucho viniendo por entre la niebla el ulular lastimero de las sirenas de los
barcos que parten, y así se alejan y despiden.
Y es que yo vivo en La Perla
Alta que forma parte de la Provincia Constitucional del Callao, donde se ubica
el puerto principal del Perú, y donde cada noche y de rato en rato desgarra el aire
y el alma escuchar esos lamentos.
Después de haber pitado
varias veces como si quisieran eternizar del tiempo lo fugaz, se van apagando
sus sonidos a lo lejos.
Seguramente también hay
barcos que parten y pitan de día, pero es recién de noche cuando se los escucha
nítidamente partir, cuando han cesado los ruidos de los autos y el trajín que
hace la vida cotidiana.
Y cuando se han silenciado
las voces de la gente que pasa por la calle, cuando ya todo duerme, que es donde
se oye su aviso en los barcos noctámbulos.
Puerto Callao
2.
Son sonidos que pese a ser de
metal, y huecos, se lo siente melancólicos y hacia adentro.
E imagino al barco izando el
ancla y moviéndose lentamente, bamboleando las aguas oscuras y alejándose tras
una leve espuma de la rada del muelle.
Y la tripulación y quienes
emprenden el viaje permaneciendo de pie, cogidos de los balaustres y apoyados
en el barandal, viendo las luces de la ciudad, cada vez más y más distantes.
Y luego, ya en medio del mar
sentirse envueltos por la noche sideral con su humedad, su niebla y sus pozos ciegos
en el alma.
Que es cuando duele hasta el
chapoteo de las aguas. Y cualquier festón de luz en el horizonte. Duelen las
distancias que se abren y se cierran. Duele lo que se deja y lo que se lleva. Y
lo que se espera.
Muelle Dársena en el Callao
3.
Siento que en sus pitadas
está la huella de cada puerto que ha tocado, con el bullicio de sus mercados y
el silencio de sus camposantos.
Siento que están las
constelaciones que brillan en lo alto. O bien se ocultan en el firmamento bajo
los cuales navegan.
Siento la ansiedad de las
preguntas sin respuesta que todo marinero se hará cuando sueña o cuando le
entra la zozobra en altamar de lo que tiene y no tiene.
Siento que en cada pitada
están las olas, las tempestades y las borrascas.
Lo que somos y lo que no
somos. Los reencuentros, las bancas de los parques sonde nos hemos sentado a
esperar a alguien.
Siento en sus pitadas lo que
hay al interior y cómo palpita el barco hacia adentro.
4.
Siento que cada barco es un
prodigio, pues basta que recorra uno y otro mar, uno y otro confín.
Ya sea de amanecida o ya sea
al atardecer o en las noches lóbregas como esta.
Son barcos que recorren los
mares del planeta tierra, cara al sol, a la luna y las estrellas.
Barcos que se baten con lo conocido,
pero igual con lo que no se conoce.
Barcos que aparentemente se
van, pero que también se quedan definitivamente anclados en alguna orilla
insomnes para siempre.
Ya más tarde, cuando la noche
avanza y ya nada suena, han dejado los barcos ya distantes, más honda, oscura y
desolada la noche.
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