1. Donde estaba
“el común”
El 18 de enero del año 1911, nació
en Andahuaylas nada menos que el inmenso Apu Montaña, José María Arguedas, en
quien uno de los grandes gozos y consuelos hacia adentro de sí, y hacia el
fondo de sí mismo, fue la música andina, de su pueblo y de su gente.
Y no la música a secas,
aquella que es buena únicamente por la perfección de su composición y
arquitectura, que solaza los sentidos escucharla a solas, concentrados e
inspirados.
Sino aquella contagiada con
la vida de la gente, de diez, veinte, cien o más personas, ojalá de la vida
multitudinaria, unida a la fiesta y a la lucha comunal.
Él amó aquella donde estaba
“el común”. La comunidad reunida y convocada, sea haciendo la siembra o la
trilla, sea en la jornada de traída del agua por las acequias, sea envuelta en
los vellones de lana en el trasquile del ganado, que son las faenas en las
cuales surgen huaynos, mulisas, yaravíes o wífalas.
Árbol de pisonay
2. Gozos
y alegrías
Él era demasiado sincero y se
arropaba con la música de los pueblos, unida a la experiencia de los patios y
corredores de las casas, unida al acontecer en las calles y el mismo paisaje de
la serranía.
De la música hecha verdad,
porque se llena del mundo y se embalsa con la vida, se traspasa en lo telúrico,
y es lo único que sobrevive de la circunstancia del tiempo vivido.
Y la amó y prefirió porque la
practica el pueblo, porque está ligada a las tristezas y penurias de la gente,
como a sus gozos y alegrías.
Música que le gusta ir a
encontrarla en las fiestas de las asociaciones de migrantes, donde reproducen
las costumbres de los lares nativos, donde se evocan tradiciones, personajes y
modos de vida de los lugares distantes.
Y donde José María canta,
porque le quedó eso de cantar en vez o después de llorar. Y cantar constituye
su consuelo.
Danzas del pueblo
3. Evocando
su terruño
Y canta porque cantar es
regresar al poblado, al valle y al caserío, a la cocina de indios, bajo los
techos cimbrados de tejas. Donde cantar es volver a cobijarse, otra vez, bajo
el rebozo de la madre campesina, de doña Cayetana.
Porque cantar es sentirse
protegido. Es entrar al útero materno, otra vez como niño tierno. Es ser
acogido por la Madre Tierra. Es amar a los animales y a las plantas, a los cerros
y a los ríos.
En Cuba siendo jurado del
concurso de novela del Premio Casa de las Américas, en 1968, le asignaron
hablar en una de las ceremonias. Se disculpó diciendo que no era
“discurseador”.
Y anunció más bien que iba a
cantar, un carnavalito de su comarca. Y cantó con soltura, con desparpajo,
evocando su terruño, sus piedras y lar nativo.
Todo esto resultaba extraño para los intelectuales encopetados que se miraban azorados, que les rompía los esquemas y que no era lo que ellos esperaban.
4. Empapado
de sus pálpitos
Sybila Arredondo, su segunda
esposa, contaba que se enamoró de él al escucharlo cantar.
Seguramente ella escuchó la
voz de la cordillera llamándola, en donde están los ríos, los picachos, los
nevados, como los precipicios, las profundas quebradas que tienen abiertas
nuestras heridas.
Con voz de serranía, en las
inflexiones, en el dejo y en los acentos. Voz de varón insigne. Voz montaña,
paisaje y laguna. Y quieto alarido. Canta, y en su voz se transparentan mundos.
Y cantaba con voz rijosa, de
cascajo y peña, de piedras rodando en el fondo del lecho del río. Con voz
contraída, de quebrada, en donde al fondo se advierte lo sufrido y llorado,
sobre lo cual se erige el valor tenaz de lo que nos fortalece para seguir
luchando.
Donde aquel viento que ha
entrado por sus pulmones sale sangrando, como empapado de sus pálpitos, de sus
esperanzas y de sus sueños.
José María Arguedas
5. Luz
radiante
Quien alentaba a uno y a otro
intérprete a subir al escenario, a tocar, a ser conocido, a no tener vergüenza
ni miedo.
Era un devoto de nuestra
música de los riscos. Y un estudioso consumado en toda la gama de sus
manifestaciones.
Y quien cantaba con voz para
el mañana, para el mundo por venir. Con voz que es gozne entre las oscuras
sombras y tinieblas del hoy y la luz radiante del futuro por construir.
En este sentido José María
Arguedas fue un apasionado recolector, difusor y defensor de canciones, de la
música y las tonadas.
Y de las danzas andinas que
no se cansaba de mirar, siguiéndolas por las calles de su pueblo.
Quien las indaga, las acopia
y las defiende. Así como a sus autores y cantantes.
Danzas del pueblo
6. El sentir
y pensar
Por eso, no hay artista
popular que no testimonie que antes de él todo era desprecio por la música
nuestra.
Fue él quien la alentó, la
condujo y protegió. Y para muchos artistas ahora famosos él fue su padre, su
tutor y su Apu Montaña.
Fue él quien le dio
ubicación, espacio y respeto. Y a los mistis intelectuales les enseñó a oírla y
apreciarla con hermosura.
Se recuerda la presencia de
Arguedas en la expresión de la música y de las artes populares en general como
punto de partida y clave de llegada. Y flecha que se eleva disparada al
porvenir.
Y como educador recomendaba
el folclore para lograr una comunicación íntima y cariñosa con los niños y
jóvenes.
Recomendaba conocer las
manifestaciones culturales, plasmadas en la música y las danzas de los pueblos,
para conocer el sentir y pensar de las personas de las comunidades que las
practican.
Río caudaloso y profundo
7. Amor
lleno de sabiduría
Y tenía toda la razón.
Porque, ¿qué es el folclor para el pueblo andino? Es la manifestación más
primigenia y espontánea de este mundo tan genuino.
¿Y la música? ¿Qué es para el
pueblo andino? Es el hueso del dolor. Porque el dolor es tan hondo que se
resume ya no en algo duro ni despiadado, en el hueso como resto, sino en música
que calma, abriga y consuela. Es de lo imposible lo posible.
Digno de este pueblo hermoso,
que todo lo cree. Y todo lo acoge. Consagrado por algo muy profundo, que nunca
se le acaba, y cuál es la ternura y la fe.
Que sabe brindar afecto, que
se enamora. Que sabe querer y abrir su corazón, incluso a aquello que lo hiere
y le quita la vida.
El canto andino es la
identificación con los seres humildes. Es más, con los seres que sufren, por
eso también abrazó a la música José María.
Amor por la música que es también un amor dentro de ese gran amor total, lleno de sabiduría, al mundo andino, a sus expresiones y a su esperanza indestructible.
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le rogamos, por favor, hacérnoslo saber.
Estimado Danilo Sánchez, buenas tardes, leer vuestro mensaje me permitió involucrarme de inicio a fin, dibujar en mi mente espacios como si estuviera en ellos, qué nostalgia, profundo significado en recordar a José María Arguedas, evocando y en momentos con empatía lo que pudo sentir en su niñez y juventud, un abrazo a la distancia y mil gracias.
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