miércoles, 20 de enero de 2021

20 de enero. El arte de narrar cuentos. / No hay ser humano sin cuentos.


20 DE ENERO 
EL ARTE DE NARRAR CUENTOS 

NO HAY 
SER HUMANO 
SIN CUENTOS 

Danilo Sánchez Lihón 



Narrando cuentos en los Estados Unidos


El sentido más profundo 
que la vida me ha enseñado, 
reside en los cuentos de hadas 
que me narraron en mi infancia, 
más que en la realidad. 
Federico Schiller

  

1. Llama

votiva

 

Así como alimentarse es una función natural, insoslayable e inherente a la vida, quizá paralelo a ello y al mismo tiempo que el primer hombre deglutía sus alimentos, requería que le contasen hechos, sucesos e historias.

O el inventarlas, suponer que habían sucedido, convencerse asimismo acerca de su ocurrencia. Y narrarlas. Urdir detalles acerca de lo que se había observado, o de lo que les había, no importa si era en sueños, acontecido.

O que él mismo, con sus sueños y fantasías y su capacidad de transformar la realidad, lo había perfilado en su alma, inventándolas primero para sí mismo; y poco a poco animándose a contárselas a los demás.

Y tanto ha debido ser así, que es probable que no solo hayamos pasado de lado por esa hoguera, llama votiva o sementera, sino que es posible que hayamos participado atávicamente de sesiones continuas y abundantes en el relato y narración de cuentos como una práctica ineludible y ancestral.

 


2. Caudal

vivificante

 

De este modo nacía esa otra forma de nutrirse o sintonizar con la vida que es formularse historias, recrear la realidad, imaginar y fabular acerca de lo grande y pequeño, de lo lejano y desconocido, como de lo cercano y entrañable.

¿Para qué? ¿Con qué sentido y propósito? Acaso, ¿por mero espejismo, deliquio y desvarío? No. No es por nada frívolo, ni ligero ni fútil. No es por perder el tiempo ni hacérselo perder a los demás.

Con la narración de cuentos estamos entonces acercándonos a un arroyo, a un río, o ante un inmenso caudal vivificante, verdadero río antiquísimo que corre y cada vez aumenta más de volumen e intensidad.

O mar que se extasía y se renueva, y que nos llega desde lejos, desde hace milenios de milenios, desde que el hombre es digno de llamarse tal.

 


3. Nacieron

con el mundo

 

Estamos así ante un hecho, un bien y un actuar hasta ahora imperecedero.

Pero, así como el agua es antigua y cada día es nueva, igualmente la narración de cuentos cada día se renueva y vuelve a nacer.

Y se lo hace cada vez con la misma lozanía, inocencia y frescor con que nació el primer día en que el hombre se hizo presente sobre la faz de la tierra.

Porque los cuentos nacieron con el mundo y se hicieron explícitos con la vida y el ser hombres humanos.

Por eso, no hay pueblo que no tenga cuentos, relatos y leyendas, así como tampoco hay hombres que no tengan o carezcan de historias. O aquellas que les hayan sucedido o aquellas que las haya imaginado.

 


4. Más que

la realidad

 

Ahora bien, ¿por qué el hombre necesita de estas representaciones para seguir viviendo? La respuesta es sencilla: porque hay muchos dilemas, angustias y preguntas que nos atenazan y que debemos resolver.

Cuestiones que no son menudas o superficiales sino problemas profundos y esenciales, hondos y abismales; algunos de vida o muerte.

Situación en la cual las historias fantásticas, la narrativa popular, los cuentos universales sirven de asidero y dan respuesta a esas inquietudes esenciales que nos formulamos los hombres.

Por eso Federico Schiller tenía razón cuando hablando de sí mismo decía que:

"El sentido más profundo reside en los cuentos de hadas que me narraron en mi infancia, más que en la realidad que la vida me ha enseñado".

 


5. Arte

esencial

 

En uno de los cuentos de "Las mil y una noches" que Jorge Luis Borges tradujo y cuyo título específico es "Los dos que soñaron", en donde se superponen los sueños de dos personas y luego se alían sueños y realidades, hay allí una frase que bien definiría al narrador de cuentos, en donde se dice:

"Has ido errando de ciudad en ciudad bajo la sola fe de tus sueños".

En el fondo, narrar cuentos es ese ir de uno a otro lado con la fe de nuestros sueños; oficio éste aparentemente olvidado pero que todos tenemos impreso con huellas indelebles en el fondo de nuestra alma. La narración de cuentos no sólo es el don más antiguo del hombre sino, un arte esencial para nuestra formación como seres humanos.

Y esto tanto cuando somos oyentes asombrados como cuando ensayamos narrar un suceso y organizamos secuencias y relievamos los significados de un relato, con lo cual tejemos con el hilo más fino sutil la urdimbre maravillosa de la vida.

 

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