Colegio César Vallejo donde yo estudié
1. Campos
en flor
Cuando se fundó el
primer colegio secundario de mi provincia, lo primero que nos asombró a quienes
éramos muy pequeños fue encontrar en las piedras de que estaban hechas las
veredas, garabatos que después nos dijeron que eran fórmulas químicas y otras figuras
llamadas teoremas, trazadas con tiza blanca y hechas por los estudiantes que repasaban
sus lecciones en las calles en los amaneceres.
Y lo que más nos producía fascinación y embrujo era los nombres de las materias
que ya estudiaban quienes estaban matriculados en ese nivel educativo,
asignaturas con nombres que nos parecían sortilegios, talismanes y de fábula;
como: álgebra, biología, trigonometría. Y particularmente a mí me tintineaba el
nombre de ¡química!
Por eso hoy 22 de enero que
es el Día del Ingeniero Químico en el Perú, y que lo hacemos en conmemoración a
la puesta en marcha de la primera Facultad de Ingeniería Química, fundada en la
Universidad Nacional de Trujillo, y de la cual su primera promoción egresó el
año 1946, rindo mi homenaje a esa profesión recordando a mi profesor de química
en aquel colegio que acabo de mencionar.
Antiguo local del Colegio César Vallejo donde yo estudié
2. Pencas
y alcanfores
Y justamente también egresado
de aquellas aulas universitarias de la UNT, en donde se formó mi profesor en esta
materia, el Ingeniero Químico Demóstenes Paredes.
Natural de la parte rural de mi
comarca, Santiago de Cuco, quien estudió química pura, siendo alumno
sobresaliente en los claustros universitarios de aquella ciudad colonial de
Trujillo, capital del departamento de La Libertad.
Para nosotros al principio era
un profesor desconocido, de carácter apartado y silencioso, de espeso bigote
rubio y de ojos zarcos.
De origen campesino y quien,
como cabe esperarlo en quien ha nacido entre el aroma de los huertos y el trino
de los pájaros, tenía un alma candorosa, como eran sus ojos.
De carácter reservado y hasta misterioso, tal como es la química. Quien no vivía en la ciudad sino en el campo, y más se lo encontraba deambulando por los senderos flanqueados de pencas y alcanfores; tanto que más parecía un poeta.
3. Entre
altas montañas
Y es en este punto que me
pregunto: ¿Habrá cierta ligazón entre química y poesía? ¿Hay un vínculo
estrecho y hasta una fusión entre la química y esos parajes idílicos de los campos en flor?
¡Campos sembrados de trigo de
cimbreantes espigas, de cebada de flor candorosa y ondulantes maizales!
¿Hay nexo entre la química y
las colinas verdeando de cultivos de habas y alverjas? Poesía y química.
Por lo menos la poesía ha
sido señalada como la alquimia de la palabra. Y Arthur Rimbaud escribía en su
Delirios II, acerca de la alquimia del verbo.
Puesto que, ¿qué indujo a mi
profesor rural y campesino Demóstenes Paredes, y así como era, a estudiar una
disciplina que aparentemente no tenía ninguna aplicación práctica en mi aldea.
Tierra, enclavada entre altas
montañas, pero más ensimismada en sus propias alucinaciones, salvo enseñarla en
un colegio, pero para lo cual no se necesitaba ser ingeniero.
Campiña de Santiago de Chuco
4. Sencillamente
maravilloso
¿No fue acaso la entraña de
la tierra y sus dones, con toda aquella pureza e inocencia que la naturaleza
tiene, la razón para elegir este ámbito de tantos alambiques, cubetas y
recipientes de cristal?
Y de haber sido él, además, el
alumno más destacado de su Facultad, cuándo en nuestras tierras no había
fábricas, ni laboratorios ni centros de investigación. Ni siquiera en la esfera
de la agroindustria, ¡como lo debiéramos tener!
Para luego de graduado regresar
a su pueblo, creo yo que como hacemos todos, aunque después nos ausentemos para
siempre, ¿hacia dónde? Como también lo hizo él.
Pero que, sin embargo, para
mí y para mis compañeros de estudio, fue la ocasión de tener el privilegio de
hacer, en el primer año de Educación Secundaria, un curso fantástico y que
resultó sencillamente maravilloso.
5. Siento tener
en mi sangre
Pero antes, de mi parte diré que siempre tuve
fascinación por la química.
Quizá por mi abuelo materno quien
era un fabricante nato, quien tenía en su propia casa fábrica de todo, de hacer
velas, jabones y hasta aretes; y toda clase de bisutería.
¡Velas! Para alumbrarnos en
la oscuridad de patios, corredores y habitaciones recónditas.
Como también para la devoción
a nuestros santos, a fin de agradecerle por la fertilidad de nuestras
sementeras y animales.
Y especialmente a nuestro
patrón Santiago por conservarnos en esta vida que, aunque a veces llena de
pesares y melancolía, es al final de todo, ¡bella!
Así como mi abuelo también
tenía fábrica de anillos, de ajorcas y collares que son para adornarse dedos,
brazos y cuello.
Y mi abuelo era también boticario.
Por eso, yo siento tener en mi sangre mucho más de ese ADN.
6. Parecía
un alucinado
Por eso, cuando ingresé a la
Educación Secundaria, dos años después de fundado el colegio, tenía una
expectativa enorme por el curso de Química.
El primer día de clases
ingresó el profesor Demóstenes recién llegado de Trujillo. Era joven y parecía
un alucinado, quien veía otras esferas, planos y mundos que nosotros no
veíamos.
Nos recomendó comprar un
texto de la Editorial Leoncio Prado de Lima, que yo no lo pude adquirir,
porque, en primer lugar, porque no teníamos para esos gastos en la casa.
Pero más porque mi padre era
de la idea que no debíamos estudiar en un solo texto sino en muchos, entre los
cuales incluso había que hacer comparaciones; entonces: ¿para qué tener uno
solo que nos encasillara?
Era por eso que teníamos una
pequeña biblioteca en casa y a mí me alentaba a ir a la Biblioteca Municipal;
que la frecuentaba constantemente.
No adquirí el libro, además, porque
había compañeros que sí lo adquirieron y nos lo prestaban con gusto a quienes
no lo teníamos
7. Ensueño
y desvelo
Fue un curso maravilloso.
Aprendimos a fabricar lo más simple; como: betún para zapatos, pasta dental
para los dientes, fósforos para encender la candela, jabones y detergente para
lavar ropa, vajilla y ollas; árnica y mentholatum para las dolencias corporales.
Definió la química de una
manera muy sencilla, como la "ciencia de las sustancias. ¡Genial! Nada
más. En ese sentido nos dijo que el estudioso de la química se interesa por la
composición de toda clase de sustancias, tengan vida o no. Definición absoluta,
¿no? ¿Qué más pedir? Y prosiguió:
La química vendría a ser un
“arte científico”, dijo, por medio del cual se aprende a disolver cuerpos,
obtener de ellos las diferentes sustancias de su composición y para unirlos
después en nuevas asociaciones a fin de obtener productos de una mayor
perfección.
Era justo lo que yo necesitaba. Había dado en el clavo. Yo quería ser desde el principio un químico, es decir ¡un inventor! La química estudia, reiteró, tanto la composición como la estructura y las propiedades de la materia y su relación con la energía. Entonces era exacta mi inquietud, mi ensueño y mi desvelo. Lo que yo había estado buscando en la vida era ser químico.
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