Una pregunta de fondo que
hemos de plantearnos aquí, es: ¿en el teatro infantil, vinculado a la educación
y a la escuela, sólo y únicamente deben participar los niños que tienen dotes y
talento para la actuación? La respuesta es: no. La decisión correcta es que
todos deben ser involucrados en el juego.
Todos los niños, en la medida
de sus posibilidades, han de ser incluidos en la representación teatral, por
una sencilla razón, cual es que no se trata aquí de lograr una obra de arte ni un
producto artísticamente acabado. Porque no es el objetivo perfilar estrellas
protagónicas que tengan el privilegio de ser únicas en el reparto de roles,
sino de favorecer con la experiencia del arte y la expresión creadora a todos y
a la mayoría de personas a descubrirse a sí mismas y a encontrar algunas claves
de su destino.
Inclusive, hay que poner
mayor atención en aquellos niños que muestran mayores trabas y dificultades
para expresarse y relacionarse con armonía y fluidez; con quienes manifiestan
tropiezos para establecer vínculos fluidos con sus compañeros, con la vida y el
mundo en general.
2. Alegría
de crear
Sin embargo, es importante
también encauzar y dar proyección y curso a aquellos que ante este ámbito del
arte muestran tener capacidades especiales, extraordinarias y excepcionales. En
tales casos será significativo hacerlos participar y vincularlos con instancias
que pudieran ser propicias para su avance en el dominio de esta manifestación
honda, raigal y magnífica del ser.
Las prácticas de teatro
infantil que se realizan de modo regular en las aulas deben ser lúdicas y
creativas y como tal requieren un ambiente en donde los niños sientan que
tienen plena expansión. Espacios donde puedan correr, saltar, bailar; donde
puedan exclamar y hablar alto y fuerte, buscando formas originales en dar
solución a un problema escénico con la participación abierta, de conjunto y
plural.
Ello acaso querrá decir que ¿no
habrá ni se pondrá de manifiesto ningún sentido crítico? Debe haberlo, y mucho,
sólo que serán criterios en busca de soluciones, donde la crítica impulse,
anime, exalte; donde la alegría de crear debe ser
la tónica que predomine y caracterice las sesiones siempre felices y dichosas del
teatro infantil.
3. Interacción
feliz
De otro lado, cabe
preguntarnos a su vez: ¿quién debe promoverlo en la escuela? ¿El docente de
aula? ¿Un equipo de maestros y profesores? ¿Será una sola aula la que presenta
todo un repertorio en una actuación? ¿La iniciativa habrá de venir del director
del plantel escolar? ¿Quién?
No tiene por qué haber una
instancia exclusiva. El teatro infantil ha de ser libre y abierto. Eso sí, se
espera que deba existir una actuación continua, cotidiana y permanente. Lo
preocupante sería que no lo haya, actitud que debe ser intrínseca a la
formación del ser maestro o profesor.
Cabe esperar y recomendar que
deba haber una actuación formal anual, ante un público abierto y, en lo
posible, amplio. Incluso es importante que haya una fecha ya establecida en el
calendario escolar para una muestra o festival de teatro infantil, y que sea un
punto de referencia para que todas las aulas se sientan estimuladas
a intervenir.
Y que, ya sea integradas o por
separado, preparen sus obras a ser representadas que ojalá sean aquellas que
surjan de la interacción feliz de todos los
involucrados en esta práctica.
4. Momento
y lugar
En este punto, cabe comentar,
el siguiente tema o asunto, que es motivo de permanente debate y discusión: ¿Es
necesario y recomendable que en un centro educativo se cuente un profesor de
teatro o de arte dramático?
Nuestra respuesta es: no. La
práctica del teatro, sobre todo en el nivel de la Educación Primaria, debe ser
inherente al ser y a la práctica docente de todo maestro o profesor.
La experiencia de lo que ha
acontecido en el campo de la música nos inclina a pensar que no es recomendable
que este arte esté en manos de personas asignadas, pues nunca estuvo peor y más
ausente la música en la educación que ahora:
Que cuando hay un profesor
exclusivamente encargado de ello, todos los demás se inhiben de hacerlo. Y él o
ella, además, no consienten que nadie más ejercite este campo fundamental. Y
los demás ya no lo hacen por considerar que es competencia del profesor
asignado en hacerlo, y entonces se desentienden de ello.
5. El verdadero
maestro
Y que es lo que ocurrió a
partir de que se nombraron profesores de música en los centros educativos, dejando
de ser una actividad inherente al hecho mismo de educar en toda circunstancia,
momento y lugar.
Cuando hay un profesor en
especial para cualquier campo, nadie ya puede emprender algo que abarque esa dimensión,
porque el profesor asignado considerará, con cierta lógica, que se está
invadiendo el área que le incumbe y pertenece; por lo cual desde entonces será una
materia ajena para el resto de profesores.
Cuando lo pertinente y sabio
es que todo maestro en general tiene que tener entre sus dotes y dones el de
ser un animador y propulsor entusiasta del teatro infantil.
El error de pensar que debe
haber un profesor de artes plásticas, o de teatro escolar, o de literatura
infantil, por separado, divide tanto estos campos que al final el verdadero maestro se queda sin nada sustantivo y
esencial qué poder realizar.
6. Saber
y asumir
Y esto porque todo lo medular
en un momento dado se lo encomendamos a los especialistas. Con el agravante de
que, como hay desintegración, nada resulta bien hecho.
Dejando otro deplorable
resultado, cual es que: cada una de estas artes y la educación en general, deja
de tener una mirada íntegra y global acerca del ser del hombre, como es lo
idóneo y óptimo por alcanzar.
El niño de manera frecuente, y
hasta cuotidianamente, está imitando, suplantando y representando algo. Podríamos
decir que ello es incluso consustancial a su desarrollo.
Se puede colegir que el niño
aprende y conoce acerca de la realidad, de los otros y de la vida, tratando de
hacer lo que ve hacer; y consiguientemente representa roles.
Qué conciencia tienen de lo
que son y de lo que tienen, y qué es lo que les corresponde hacer en la vida es
lo que los juegos dramáticos y el teatro les permiten experimentar, saber y asumir.
7. Antorchas
luminosas
Hay una profunda imbricación
entonces entre teatro, vida y educación que es necesario explorar para una
formación integral de los seres humanos.
Para ello no es indispensable
que las personas estén subidas en el escenario para que esta expresividad se
ponga de manifiesto, sino que debemos facilitar que, en los actos de la vida
misma, el teatro sea un recurso para conocernos a nosotros mismos.
Y, sobre todo, para dejar
aflorar las potencialidades que tenemos para salir adelante en cualquier
circunstancia y situación
El arte en general es una
pedagogía de la vida, debiendo ver y considerar más a los niños y jóvenes,
antes que como tablas rasas o recipientes vacíos que hay que llenar desde
fuera, apreciarlas más bien como antorchas luminosas y vivificantes que hay que
hacer que ellas mismas logren encenderse.
Los textos anteriores pueden ser
reproducidos, publicados y difundidos
citando autor y fuente
danilosanchezlihon@gmail.com
Editorial San Marcos: ventas@editorialsanmarcos.com
Editorial Papel de Viento: papeldevientoeditores@hotmail.com
Editorial Bruño, Perú: ventas@brunoeditorial.com.pe
Ediciones Capulí: capulivallejoysutierra@gmail.com
Ediciones Altazor: edicionesaltazo@yahoo.es
DIRECCIÓN EN FACEBOOK
HACER CLIC AQUÍ:
393-5196 / 99773-9575
le rogamos, por favor, hacérnoslo saber.
No hay comentarios:
Publicar un comentario