“Santiago, el ciego campanero”, fue una expresión común en
mi infancia para denominar al personaje que César Vallejo evoca con estos
versos en el poema Enereida:
Aún será año nuevo. Habrá
empanadas;
y yo tendré hambre, cuando toque
a misa
en el beato campanario
el buen ciego mélico con quien
departieron mis sílabas escolares
y frescas,
mi inocencia rotunda.
Como lo dice, fue su compañero en el aula de clases de la
escuela y de quien no se olvida.
Y yo tampoco, aún más en estos días en que ha empezado la
temporada de lluvia en mi pueblo que es Santiago de Chuco.
Hace frío y uno se arrebuja en cualquier rincón, como él
solía sentarse en cualquier lugar, bajo cualquier pared de adobe a guarecerse
del frío, del relente y la nevasca.
Santiago el ciego campanero. Grabado: Eladio Ruiz
2.
Su nombre fue Santiago Cribilleros. Era rezador, sacristán y
panteonero. Y doblador de la campana de la torre de la plaza de armas, cuyo
sonido, que él sabía tocar o para festejar o para llorar y gemir, se escuchaba
desde Cotay y desde otros lugares muy lejos a la redonda.
En los puestos de los velorios cantaba aquellas jaculatorias
aterradoras como La Magnífica, la Despedida y la Oración del Justo Juez, con
voz quejumbrosa y con sonidos lastimeros
Acompañaba los responsos en los entierros con lamentos agudos
unos y guturales otros.
Se lo encontraba sentado en una grada en el pórtico de
entrada de la iglesia matriz que en esa época tenía un amplio rellano techado.
Bien envuelto en su poncho habano y ya raído. Siempre con un
sombrero de alas gachas encasquetado en la cabeza y que le cubría gran parte
del rostro curtido por el frío.
Portaba siempre una alforja donde había una escudilla, un
jarro y una cuchara para allí recibir lo que se le diera de comida y de café.
Pórtico de la antigua iglesia. Pintura: Juvenal Sánchez Lihón
3.
Fue muy ligado a la familia Vallejo, por esa cercanía con el
poeta en sus años escolares.
Recordaba cada fecha importante de la familia, sea una
celebración o ya sea la conmemoración de alguna muerte, y allí estaba acompañando,
siempre presente, en la sombra de un corredor o bajo un pilar, mimetizado con
la tierra o con las piedras. César Vallejo nos dice en Trilce III:
Las personas mayores
¿a qué hora volverán?
Da las seis el ciego Santiago,
y ya está muy oscuro.
Madre dijo que no demoraría.
Aguedita, Nativa, Miguel,
cuidado con ir por ahí, …
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