1.
A ti que eres su hijo, y a ti que eres su hija; como también a los demás
familiares, les digo:
No tengamos tristeza, no nos dejemos agobiar. No seguir acumulando
frustración, ni melancolía ni fracaso.
Porque la muerte no es jamás fracaso, en nadie. Y para nadie que tenga
que pasar por este trance.
Ya que, en una u otra medida, todos luchamos por no morir y aferrarnos a
la vida. ¡Y ese es nuestro triunfo!
Necesitamos verla a la muerte mejor como un triunfo de la vida que ha
sido tenaz.
Más, cuando se ha cumplido, como él o ella lo hicieron, con la misión
para la cual vinieron a este mundo.
Por eso este no es un momento de derrota, ni de sentir que todo se acaba.
Que él o ella se hayan ido no significa pérdida ni que todo es ausencia.
2.
Aquí nada termina, sino que más bien aquí todo empieza y es esa
dimensión espiritual la que nos cabe hacerla trascendente.
Porque, hoy él, o ella, dejan todas sus limitaciones, como seres
materiales, y se hacen seres esenciales. Y poderosos, como seres espirituales.
Hoy es cuando debemos empezar a recoger y dar forma y aliento a todo lo
que nos dejan como legado.
Ahora que ellos se desprendieron de sus yerros y equivocaciones. Y se
tornan en una presencia infalible, invicta y perfecta en el ámbito de los
valores, de las ideas y de las virtudes.
Siendo conscientes que en estas circunstancias las palabras de consuelo hasta
pueden parecernos huecas, cuando el dolor es inconsolable.
Pero, ¿qué es lo que nos devasta y nos hace sentir tan honda pena y que
por eso lloramos?
3.
El creer que ellos sufren enterrados en una fosa fría. ¡Eso nos atormenta
y espanta! Y nos invade la culpa y nos reprochamos, llenándonos de arrepentimiento.
Pero no. Sintamos paz en vez de pena, serenidad en vez de angustia.
Sintamos la bondad de todo lo creado. Y demos paso a la experiencia del bien
compartido.
Y ganemos este tiempo en hacernos buenos y mejores. Ese es el más
preciado tributo y el mejor regalo para aquel ser querido que nos ha dejado y del
cual nos condolemos hoy.
A él démosle el tributo de adquirir para nosotros mayor virtud en todo.
Eso le engrandecerá a él o ella y nos engrandecerá a nosotros. Y hacerlo en su memoria,
y como una ofrenda para aquel ser querido.
Y estemos contentos de saber que ya no sufre. Que más bien cesaron
totalmente sus dolores. Y ahora es espíritu que desde allá vela porque estemos
bien. Y desde allí nos amparan y defienden.
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