Mi padre fue maestro de escuela. Y fue un buen y gran
maestro. Dedicado, respetuoso y con un amor profundo a los niños. Cuyos alumnos
lo recuerdan hasta ahora con inmenso fervor, enorme reconocimiento y devoción sin
límites.
Y en mi pueblo es leyenda por su entrega al trabajo, por su
compromiso en toda actividad, y en su consagración a la escuela. Muchos de mis
amigos actuales fueron sus alumnos, y me cuentan de él incansables anécdotas
donde resaltan lo cabal que era, de su ejemplo, de sus enseñanzas y de lo
íntegro y honesto que era en todo.
Pero además de maestro, y de estos días que son de
vacaciones, contaré que mi padre era mil oficios. Así: músico, sastre, director
de orquesta, reconstructor de libros, arreglador de techos en estos meses que
son de invierno en la serranía, señor del fogón porque lo prendía, altarero en
toda velación, y presidente de un equipo de futbol.
Pero algo de lo cual no he escuchado hablar es que era devoto criador de las gallinas que había en nuestra casa. Con esto quiero decir que en mi casa de infancia el señor que se consagraba al cuidado de estas aves, y quien tenía pasión por verlas y cuidarlas, era mi padre.
Danilo Sánchez Gamboa
2. En
su trono
sideral
A quien un día de repente se le escuchaba decir:
– Ya puso huevo la "Flor de haba”. –Y esto lo vuelve
a repetir en la mesa con su pelo revuelto, su ropa de entrecasa y sus ojos de
niño.
Y lo reitera después, trayendo en la
mano la vasija de comida casi terminada que le acaba de dar principalmente a
las gallinas que eran pollas. Para eso mi padre tiene una sensibilidad
especial, para sopesar la edad de los animales. Y suponer qué refuerzo
vitamínico requieren cada una de ellas.
Y especialmente está pendiente de
las gallinas, mucho más cuándo están poniendo huevos y se echan a
empollar. El cacareo, buscando nido para poner, por parte de cualquiera
de ellas, lo entusiasma sobremanera.
Y para eso ya le tiene preparada la
cama en algún sitio del terrado, adonde a la gallina le ayudamos a entrar con los
movimientos de nuestros brazos, como para que lo encuentre.
Sentada allí parece una reina o una
soberana en su trono sideral.
3. Como creía
antes
Don Pascual Danilo, que así se
llama mi padre, se enternece, como un padre con sus hijas, cuando se
levantan del nido a tomar agua o a picotear.
Suspende
cualquier labor que esté haciendo, sea lo que fuera, incluso si se trata de su diario arrobamiento
con la mandolina, la guitarra o el violín, con tal de ir a atenderlas en su
cacareo, como si fueran a él a quien le reclamaran algo.
Pero lo más seguro es que ya le tiene preparado
un potaje suculento: de maíz, verduras picadas, con la parte superior de
los choclos que él reúne y pica.
O, el último y más caro de sus manjares, que es
huesos que ha molido pacientemente y hasta cascarones
de huevos, hechos harina que él recoge.
Porque según los
cálculos o caprichos de mi padre esta mezcolanza son golpes vitamínicos. Y que
puede no ser tan cierto.
Porque yo ya he descubierto que muchas son ocurrencias de mi padre, ya que he comprobado que no todas sus aseveraciones tienen fundamento científico, como creía antes a pie juntillas.
Danilo Sánchez Gamboa
4. Agua limpia
en la poza
Según suposiciones de mi padre
esos eran golpes vitamínicos de puro calcio, ideal para dárselo de
comer a sus consentidas.
Y
que según su
criterio –así lo sostenía–, las ayudaría a seguir siendo tan hermosas como ya
lucen poniendo
huevo tras huevo cada día.
Eso sí, pollas y gallinas parece que siguen
la pauta de su pensamiento, porque no dejan ni la arenilla de
todos los cascarones molidos. Ni de los huevos que él tritura pacientemente,
moliéndolos hasta hacerlos como los grumos del azúcar,
Ahora bien, cuando una gallina se echa a ovar cuida
que no caminemos por ese sitio por ninguna razón del
mundo.
Y cuida también que siempre haya agua
limpia en los morteros, que así llamamos a las piedras huecas como tazones que
hay por uno y otro lugar del patio.
Y cuida que su nido no fuera invadido
por ninguna alimaña.
5. Debajo
de
las alas
Para eso es un guerrero. Para eso ya ha
hecho una limpieza total, y ha armado una estrategia pensada con prolijidad y basada
en trampas para cazar ratas, hurones y comadrejas. Y, sobre todo, ha montado
una vigilancia estricta y permanente en torno al nido de la gallina que se ha
echado a empollar.
Para eso, los nidos de esas aves es un punto de
referencia de por dónde si y por dónde los que somos
chiquillos no podemos enrumbar nuestros pasos siempre apurados, inquietos y atolondrados.
Y si hay que pasar por ahí, por algún
motivo ineludible, tenemos entonces que hacerlo caminando de puntillas. Y
poniéndonos el dedo índice atravesando los dos labios cerrados de nuestras
bocas, como se pide silencio cuando hay algo adorado o sagrado delante de
nosotros.
Si la gallina se enfurruña, no sé cómo lo
sabe don Pascual Danilo, mi padre, que inmediatamente pone el grito
en el cielo.
¡Ah! pero cuando las yemitas amarillas o
negras de los primeros pollitos empiezan a escaparse y corretear, saliendo de debajo de las alas de las
gallinas madres, eso es el delirio, y maravilla de maravillas.
6. Vellón
de sol
Esto ocurre más cuando la gallina que ha empollado
se demora en dejar su nido, en el afán de lograr empollar los últimos
huevos.
Mientras los pollitos que reventaron
primero, saliendo de sus cascarones sanguinolentos, ya corretean a su alrededor
y rozando su divino plumaje con el suelo áspero.
Ahí sí mi padre deja que estos portentos
de la creación se posen en las palmas de nuestras manos, llenas de heridas.
¡Manos gozosas y también sufridas!,
frente a ese vellón de sol y luna perfecto y asombrosamente bello, como es un
pollito recién nacido.
Y allí se quedan, en la palma de nuestra
mano, temblando hasta aceptarnos un beso conmovido en el cartílago nuevo de sus
alas y en sus picos vírgenes.
Los pollitos son de un amarillo oro, de un anaranjado pan, o de un negro oscuro, como vestido o rebozo de mujer. O son de un ligero azul marino encanto y misterio por descifrar en esta vida.
7. Tiernos
y alucinados
La mañana es tenue en el terrado donde
ha ocurrido este milagro de la creación, y punto laminar del cosmos.
Las voces de la familia se escuchan al
pie, lejanas, tamizadas por lo que es de otro mundo que es este, a aquel
ordinario, de la vida cotidiana.
Mundo de sombras frente al sol y al
amanecer que es un pollito núbil. Y que hace que nos preguntemos:
¿Quiénes somos? La abuela, la mamá, el
papá, y los once hermanos que hasta ahora somos nosotros los hijos.
Quienes correteamos por el patio, los
corredores y la sala, teniendo a nuestro costado el castillo de leña erigido para
avivar el fogón de la cocina.
Y los terrados escondidos, adonde
entramos, pero sin hacer bulla, en donde las gallinas empollan, sus huevos tiernos
y alucinados.
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