viernes, 19 de febrero de 2021

19 de febrero. Su majestad la adivinanza. Estructura. / Tino y desatino.


19 DE FEBRERO
SU MAJESTAD LA ADIVINANZA.
ESTRUCTURA

TINO
Y
DESATINO

Danilo Sánchez Lihón




Pinturas:
Homenaje a
Wassily Kandinsky


1. Siempre
núbil

 Se tornan en lámparas, producen luz y se encienden. Lámparas que ya nunca se apagan porque son incandescentes.

Que rodarán de pueblo en pueblo, atravesarán ríos, mares de una a otra cuenca, de uno a otro confín y continente.

Como también atravesarán terrenos más hondos como son los siglos, los milenios, generaciones tras generaciones de gente.

De padres a hijos, de hijos a nietos y así consecutivamente, siempre corriendo de boca en boca.

Así algunas nos vienen desde muy lejos, desde miles de años. Y es que son prodigios. Y prodigios verbales que son los más contundentes.

Porque es como si el hilo de oro y diamante, y de plata, de las palabras se tejieran en filigranas de asombro y se hicieran joyas que dentro guardan una vida pletórica y siempre núbil.

 


2. Reino

de fábula

 

Hay diversos estadios en el proceso de urdir una adivinanza. Un primer momento es: A). Transformación poética de la realidad:

“María Palacho

tuvo un muchacho

y nadie sabe

si es hembra o es macho”.

(El huevo)

Pero ¿quién es María Palacho? La gallina. ¿Quién es el muchacho? El huevo. ¿No es sorprendente? Aquí ha habido una mitificación, una elevación a la categoría de un ser fabuloso a unos personajes comunes y corrientes como es la gallina y el huevo. De ser este un animal cotidiano se lo erige en un icono. ¿No es extraordinario? Ya el huevo es una efigie y es un tótem; pasan a ser monumentos insignes. De allí la belleza y el sortilegio que las adivinanzas contienen. O, si no, veamos esta otra:

“Juan guaraguao

más alto sentao

que parao”.

(El perro)

Se eleva al inicio a un personaje a la categoría de un fáctum, de héroe de un dominio, del pequeño o fastuoso ámbito de nuestra ordinariez que con la adivinanza ingresa a un reino de fábula. Y eso es lo seductor del arte: convertir cualquier cosa –como Van Gogh su silla y sus zapatos– en un mito y en un sueño maravilloso.

 


3. La lógica

de la creación

 

b) Luego viene, como segundo paso, lo que yo llamo el desorden de los sentidos para descubrir un orden nuevo, un voltear el mundo cabeza abajo, un perder la ubicación de la realidad, que es lo que hace el verdadero arte:

“Tablita sobre tablita,

sobre tablita tablón.

Canillitas de teque–teque

y encima mi corazón”.

(La tortuga)

¿Pero qué ha pasado aquí? Una descomposición, siempre en el ámbito de la poesía. Armar en una nueva arquitectura maravillosa lo pequeño, al deconstruir el caparazón de la tortuga con esas imágenes de “tablita sobre tablita, sobre tablita tablón”.

Ya en este espacio, que es otro creado en la maravilla que es la poesía, se nos está presentando de un modo distinto, pero sobre la línea de oro de la lógica de la creación, cuál es la realidad común y corriente pero mirada de otro modo. Ha ocurrido que algo que conocemos mucho, quizá demasiado, es transformarlo en otra cosa. En realidad, y en el fondo, la adivinanza discute humorísticamente la lógica de la creación misma del universo.

 


4. Hebra

huidiza

 

c). Un tercer componente es un salto al vacío, un arrojarse al sin sentido pleno, a la nada absoluta.

La adivinanza es un suicidio de la razón. Pero lo peor, o lo mejor, es que se lo hace con gracejo y con humor, porque en el recinto de ella el hombre se ríe de sus desgracias y, en este caso, de la crueldad del mundo de no saber qué suerte el destino nos depara. Y aquí llegamos al meollo de lo que ella encierra: el enigma de nuestro destino sobre la tierra.

Creo que lo que hace grande a la adivinanza es este pequeño infierno de la pérdida de toda razón y de toda lógica en aras de encontrar la hebra huidiza de cuál es nuestro destino en esta vida y en este mundo. Y en esta eternidad en la cual hemos venido a parar sin explicación persuasiva y de la cual al final seremos expulsados por no saber acertar la adivinanza que esa eternidad contiene.

Y otro elemento que las hace grandes –dentro de lo minúsculo que ellas aparentan– es que, en la entraña de su envoltura, dura o leve, tienen chiste y risa adentro contenidos, que no se presenta en todas sino, para mi gusto, en las más trascendentes como cuando se dice:

“En un monte muy espeso

canta un gallo sin pescuezo.

¿Qué es?”

(El hacha) 



5. Un gesto

de ternura

 

d). Hay un cuarto elemento en toda adivinanza, que es lanzar una tabla de salvación en el naufragio, o en el aparatoso fracaso que es esta vida.

Es un madero que se arroja o que se arrima como un acto piadoso, por eso también la prefiere el niño que siempre aprecia un gesto de ternura y de generosidad, un acto condescendiente donde se ofrece una pista para no quedar en el abismo ni en la desolación. Ni en la caverna en que a veces se concierte esta inusitada existencia:

“Te la digo y no comprendes,

te la digo y no me entiendes”.

(La tela)

 

“Habla y no tiene boca

oye y no tiene oído,

es chiquito y mete ruido

muchas veces se equivoca”.

(El teléfono)

Y así construimos, ¡oh, maravilla de maravillas!, ese hechizo, ese delirio y deslumbramiento, como son las adivinanzas.

 

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