La justicia social y de la
cual es expresión consumada la solidaridad, en ninguna otra cultura de la
civilización humana alcanzó a tener una concreción y una expresión tan alta como
en el Tahuantinsuyo.
Fue el valor más alto que
inspiró a aquella organización incaica forjada por conductores probos, para quienes
incluso se acuñó un nombre que contiene un concepto acrisolado, cual es
Pachacútec, y que se otorga a todo aquel que tiene capacidad de visión el don
para saber organizar a la población.
De ese modo se logró
conformar una organización social que se impuso como primer objetivo a
conseguir el bienestar humano, para lo cual los principios rectores de aquella
organización eran: ama sua, el ama quella y el ama llulla.
Se inculcaron estos valores
fundamentales entre la población, y cuales son el ser honrados, el ser trabajadores
y el ser veraces. Y se consagró una cosmovisión que predicaba que la naturaleza
era nuestra madre y que al morir retornábamos a ella para ser otra expresión
del mundo viviente.
2. Con frutos
espléndidos
Se reconoció el carácter
sagrado de la vida, y se concibió que los objetivos fundamentales a alcanzar
eran la alimentación, la salud y la seguridad social.
El símbolo y expresión de
toda esa concepción y organización del mundo andino fueron los andenes que se
construyeron a lo largo y a lo ancho del territorio del Tahuantinsuyo, así como
fue estatuido el manejo del recurso del agua y su justa distribución,
estableciendo como práctica y doctrina la organización de los jueces de agua
nombrados por la comunidad local y como fundamento de política de estado.
Sin embargo, al incursionar
aquí e invadir estas tierras los europeos en la primera mitad del siglo XVI,
luego de tener una larga tradición de guerras de expansión y de luchas
fratricidas, no tuvieron ojos para reconocer todo esto.
Pese a que al llegar aquí
encontraron pletóricos y fecundos los campos sembrados. Con los frutos
henchidos en las espigas y las plantas verdecidas hundidas sus raíces hacia el
fondo de la tierra. Con frutos espléndidos como la
papa, las ocas y los ollucos. Y en lo alto de las cañas balanceábase el maíz,
como lucían enrojecidos los campos con cultivos de quinua, cañihua y quihuicha.
3.
Iridiscencia
y
luminosidad
Pero los europeos cuando
vinieron ni siquiera le prestaron atención. No les interesaba. Y algunos ni
siquiera lo vieron; porque solo tenían ojos para el oro, la plata, las piedras
preciosas y los metales. Y si lo vieron no lo comprendieron. Es más, ni
siquiera miraron la prodigalidad que aquí había, porque no les era útil a sus
propósitos mercantilistas. Tenían que ser objetos de oro y plata los que
buscaban porque eso era los que los obsedía.
Y así como se erigieron
aquí los andenes encontraron aquí una sociedad organizada, donde todos eran
autoridad porque había núcleos conformados desde cinco personas en donde había
un coordinador y responsable. Luego había otro que juntaba a tres de estos núcleos
básicos, y luego de 45 personas que juntaba a 9 grupos básicos, y así
sucesivamente.
Así como otro valor del mundo andino que ahora poco se lo reconoce y menos se lo valora es la inocencia, y que vale mucho reivindicarla frente a la corrupción reinante en el mundo contemporáneo. Y tan inocente se era que cambiábamos los espejos que nos ofrecían, entregándoles valiosas piezas de oro. O por un collar con relucientes cuentas de vidrio le entregábamos lingotes de plata. Nos atraía de los espejos el vernos tan nítidamente reflejados Y de las cuentas de vidrio su iridiscencia y su luminosidad.
4. En este suelo
y en este
tiempo
En el fondo, ¿quién tenía en
esta transacción, más espíritu e inteligencia? Indudablemente quienes
celebraban en todo ello la vida. Sin embargo, siempre hemos hecho burla y
escarnio de un hecho como este. Tal la superioridad del invasor occidental en
cuanto a su mentira y a su doble intención en el engaño.
Y en la codicia de
apoderarse de lo que consideraban ventajoso. Y si no lo obtuvieron por dolo y
por engaño lo consiguieron a sangre y fuego. Pero se perdieron lo mejor, no
vieron lo espléndido y lo que finalmente los hubiera redimido.
Y aunque sea a costa del
abuso, expoliaron dejando que los andenes se derruyan; siendo ellos los
verdaderos tesoros y no otros que ellos creyeron que los habíamos ocultado. Como
son valiosos también la gracia de vivir, el encanto de amar, la alegría del
compartir.
Y así floreció el espíritu
de fiesta, de celebración ciudadana, y el ser una sociedad alegre y feliz. Como
lo tuvieron nuestros ancestros que ahora encarnamos y su destino es nuestro
destino de realización en este suelo y en este tiempo.
5.
Luz
excelsa
Y el arte y la poesía, y la
música y la artesanía fueron cantos y dechados de alegría. Y florecieron las
espigas y con ello el canto a la vida. La desgracia es que se impuso un orden
nefasto, el europeo que todo lo ve con ojos de rapiña, que todo lo ve
conveniencia y arrasa en aras de su codicia.
Y ello por ser como son:
quienes jamás practicaron la generosidad, tanto que incluso la caridad y la
misericordia tuvo que enseñársela Jesús cuando el cristianismo llegó a Roma.
Pero no pudieron jamás
verdaderamente aprenderla ni mucho menos practicarla. Aunque la caridad y la
misericordia no es lo mismo que la solidaridad. Y jamás pudieron producir nada
colectivamente, como sí lo hicimos y lo seguimos haciendo nosotros.
Aquí se cultivó el don del
reconocimiento, de la gratitud y la dignidad. Y se ennoblecieron los nombres,
que exaltaban el valor y las cualidades morales de las personas. Así, Quispe es
luz excelsa. Huaman es el de vuelo alto y majestuoso. Cusi Coyllur es estrella
que brilla.
6. Desde aquí
hacia el
horizonte
La representación de lo que
significó aquella hecatombe y aquel modo de despreciar la vida son los andenes
rotos y deshechos.
Andenes que antes
prodigaban alimentos y representan la concepción del colectivismo que debe
sustentar la vida humana. Símbolo del trabajo comunitario, trabajo que en el
mundo andino no era una condena, ni una punición ni un castigo.
Al contrario, el trabajo
estaba más bien unido al espíritu de fiesta, vinculado a la reunión comunal
solidaria, a la fiesta del alma en comunión con la naturaleza. Donde el trabajo
era todos para uno y uno para todos. Donde no había dinero, que siempre ha sido
y más en el mundo contemporáneo un elemento disociador.
Por eso, la reinvención del
Perú es ver estas hileras indecisas de piedras esparcidas. Que es en donde
antes fecundaron antes los frutos y se abrieron los capullos de las flores
desde aquí hacia el horizonte y del horizonte hacia el infinito, nuevamente
florecidos.
Es el desafío de nuestro
porvenir y de nuestro destino volver a reconstruir los andenes nuevos de la
fraternidad humana en toda ocasión y lugar.
7.
Para eso
nacimos
Porque es miseria el individualismo
atroz y aberrante que se sigue imponiendo en el modo de pensar y sentir a
través del liberalismo económico y la política de mercado.
Sustituyendo al genuino
colectivismo y expresión de la vida auténtica, porque nacimos para amarnos y el
signo de la vida es ser solidarios.
Porque es miseria el estar
y sentirse solos, el estar y sentirse separados, excluidos y marginados.
Porque es miseria
desamparar a los demás y ser indiferentes.
Porque la solidaridad que
aquí se hizo política de estado, es el bien de todos para todos.
Y para eso nacimos en esta
tierra sagrada, obra que la haremos como siempre: cantando y bailando.
¿No es esto supremo?
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