martes, 23 de febrero de 2021

23 de febrero. El cantar del corazón. / ¡Ay! Breve y efímero febrero.


23 DE FEBRERO
EL CANTAR DEL CORAZÓN

¡AY! BREVE
Y EFÍMERO
FEBRERO

Danilo Sánchez Lihón



Mi padre. Primera fila, De los maestros el primero de la derecha


El tiempo
es la imagen de la eternidad
en movimiento.
Platón

1. El temor
de mi padre

 

Febrero en la sierra del Perú es mes de lluvias continuas, y de vacaciones en el orden de los días para quienes, como mi padre, son maestros de escuela. Desempeños al cual él asocia, entre sus vocaciones, el de ser músico, sastre y hombre de casa, a la vez.

Pero, pese a que este es el mes en que más dedicación pone a lo que se ha propuesto hacer trabajando en la casa, es a su tiempo el mes por el cual más se lamenta.

Y esto haciendo reparo y alusión a que todo vuela, y a la fugacidad de las horas que se pasan batiendo sus alas, sin que alcance a terminar todavía la lista de tareas que se ha impuesto cumplir en este período.

Ni a cosernos la ropa que ha visto que nos hace falta, ni atender una que otra solicitud de amenizar una fiesta con la orquesta que dirige, ni ha podido poner tejas nuevas en las goteras del tejado de la casa. Por eso, él se lamenta diciendo:

– ¡Ay breve y efímero febrero!


Mi padre, Pascual Danilo


2. Es

un niño

 

Y, con sus ojos detenidos y vidriosos, escucho que le habla así:

– ¿Por qué eres así? ¡Tan corto cuando los demás meses tienen 30 y 31 días? ¿Y por qué tú te portas tan mezquino? ¡Con apenas 28 días!

Y se queda esperando una respuesta. Pero como no la hay, continúa:

– Tanto es así, ¡que cuando nos damos cuenta ya te has ido; escabulléndote, ¡como agua entre los dedos!

Pero se consuela un poco cuando el año, siquiera, es bisiesto. Mirando el calendario prendido en la pared de la cocina con cierta gratitud, cariño, compasión.

O no sé qué, ¡como si ese 29 fuera, o se tratara, de un día leal, amical y confidente.

¡Como si él contase siquiera con un número cómplice, que se ha salido del tinglado para estar a su lado y defendiendo la causa que él defiende!

Mi padre es un niño, porque repentinamente estalla, diciendo:

– ¡Apurémonos, hijos!

 

Nuestra casa, la primera de la derecha


3. Quien

nos gana

 

– Pero, apurarnos ¿en qué papá?

Le digo yo, encaramándome a mirarle a los ojos.

– ¡En hacer algo, hijo! –Se exalta, instándome:

– Y, ¿para qué, papá!

– ¡Para ganarle al tiempo!

– ¿Ganarle en qué, papá?

– ¡En lo que cada uno estamos haciendo! De lo contrario, ¡es el tiempo quien nos gana!

¡Pobre mi papá!

¡Febrero era para él obsesión y martirio! ¡Era una expiación y una agonía! Era un cuchillo metido entre ceja y ceja.

Y era desde cuando ya finalizaba enero, su queja esa. Y todo porque el mes de febrero es corto. Y eso a él le parecía desleal, deshonesto y traicionero. Y empezaba con aquello de:

– ¡Ay breve y efímero febrero!

 

Mi padre, con sombrero, junto al poste y con la mano en el mentón


4. Era

música

 

Su pesar tenía más fondo que el hecho rutinario de terminarse las vacaciones y no haberle alcanzado los días para hacer todo aquello que se había propuesto cumplir en los dos meses de vacaciones. Y que había anotado prolijamente en su libreta de apuntes:

– Porque marzo ya es matrícula. –Decía.

Y es que desde el primero de marzo ya tenía que estar en su escuela, adonde nos llevaba a Juvenal y a mí. Y a nosotros nos complacía hacerlo porque encontrábamos un huerto florido y prodigioso.

En realidad, ¡un vergel! Y en lo que durante el año escolar era un patio de tierra tersa, pareja y húmeda.

Esto cuando llovía. Pero igual, era seca y polvorienta cuando hacía sol radiante.

Y, sin embargo, era allí mismo que ahora había surgido un bosque encantado. Y pasearse entre sus ramas y flores era música que venía de todos lados.

 

Fachada de nuestra casa


5. Somos

tiempo

 

Y no es que mi padre fuera obsesivo con el tiempo, sino que, así como el patio de nuestra escuela, que se había hecho de la noche a la mañana en jardín y bosque encantado, lo que quería en el fondo es que el tiempo liso, seco y yermo se convirtiera en flores y frutos.

De allí que al frente de su mesa de sastre tenía un calendario. Pero, además, un Almanaque Bristol, con forro de color anaranjado, casi guinda. Y colgado en un clavo el recorte de una revista titulada “Despertar” de donde había separado la hoja que contenía esta reflexión sobre el tiempo del filósofo francés Voltaire, que lo aprendí de memoria, y que decía así:

¡Es el tiempo, en efecto! A quien
nada es más largo, puesto que
es la medida de la eternidad. 

Nada es más corto, puesto que
él les hace falta a todos nuestros
proyectos. ¡Nada es más lento,
para quien espera! Como ¡nada
es más rápido, para el que goza!

Allí estaba la clave y lo que nos enseñaba la naturaleza del patio de nuestra escuela y en el tiempo de vacaciones, que aparentemente de la nada había brotado un lugar ameno y pródigo.

 

Parte de la orquesta


6. De puño

y letra

 

Y proseguía el pensamiento de Voltaire:


Él tiempo se extiende hasta el infinito,
en grandeza inabarcable, como igual
se divide hasta el infinito, ¡en pequeño!

Todos los hombres lo desdeñan,
todos lamentarán su pérdida. Nada
se hace sin él. Hace olvidar todo
lo que es indigno de la posteridad 
¡y hace inmortal las grandes cosas!

Allí estaba lo que en el fondo se podía comprender y descubrir en esta inquietud de mi padre. Quien cada vez, deteniendo el corte de su tijera en la tela, repara en esa reflexión.

Como yo también lo miro, pero más en lo que mi padre ha escrito al pie, con su puño y letra, y que dice algo en lo cual me sumerjo hasta ahora a tratar de desentrañar su sentido:

“Como son los hombres
es el tiempo”.

 

Pascual Danilo. Primera fila, el primero de la izquierda


7. Raro

prodigio

 

¡Pobre mi papá! Este mes, el de febrero, por ser el más corto lo agobió en el alma. Un sufrimiento sin asidero. Ya que luchar con ello era como arremeter contra molinos de viento. Y es que durante el año posponía muchas cosas para hacerlas en vacaciones.

Y si bien enero y febrero no eran meses de escuela, no tomaba en cuenta que en esos meses había contratos a la orquesta que él dirigía. Y había que ensayar todos los días, llenando nuestra casa de música que es lo mejor en que se puede convertir el tiempo

Y es que enero son días de levantadas del niño de los nacimientos que se hacen en diciembre. Y que en mi aldea se celebran con gran boato que abarcan velación, comida y baile.

Y febrero son días de carnavales en que no faltan fiestas. Como también es mes de bodas, bautismos y cumpleaños que se celebran a todo dar. El tiempo de este mes lo convirtió en música. Pero, aun así, era inevitable escuchar decir a mi padre, sin tomar en cuenta este raro prodigio:

 – ¡Ay breve y efímero febrero!

 

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