Yini Rodríguez
es escritora de República Dominicana, quien ha participado en diversos
certámenes de Capulí, Vallejo y su Tierra, ha visitado las ciudades ejes de la
vida y obra de César Vallejo, llegando a Santiago de Chuco, tierra natal del
poeta.
Labora en el Decanato de Artes y Humanidades en la Universidad de Lehman, en Nueva York. Su libro, “Crónica de la mariposa” se presentó en Lima, en la Casa de la Literatura Peruana, con gran auspicio. Me cupo en dicha oportunidad sustentar estas ideas:
1. Lo etéreo
y evanescente
El tema del libro “Crónicas
de la mariposa” de Yini Rodríguez es la vida sencilla, el acaecer cotidiano,
los sucesos de a pie que a todos nos ocurren en la vida; en este caso a la voz
narrativa que discurre en el relato, que es el de una persona que vive en la
ciudad de New York, que es donde la autora también vive.
Se descorre así una galería
profusa de situaciones y personajes que desfilan en estas páginas; de manera
destacada, y entre estos últimos: familiares, amigos y amigas, gente conocida,
alumnos y profesores del Lehman College donde Yini trabaja
Libro este donde su autora
ventila vivencias, pensamientos, miedos y obsesiones en una especie de diario
íntimo confesional, compuesto de dudas, cavilaciones, preguntas, incertidumbres
e ilusiones.
En donde el valor que más
resalta, predomina y se hace evidente es la sinceridad para presentar hechos
inexorables de manera cruda y descarnada, a través de una conversación sin
tapujos y pertinaz que ocurre en el mundo interior de la persona que narra los
hechos, en un hablar confidente consigo misma.
Se titula este libro crónica
porque es prosa escrita en un estilo periodístico, actual y objetivo. Y
mariposa porque su autora no deja de ser y estar en la materia de lo que es
mágico, etéreo y evanescente.
Yini Rodríguez en Santiago de Chuco
2. Traspasar
lo vivido
En todo momento es una
mirada que siente y que piensa sin dejar de conmovernos. En el fondo es la voz
en primera persona que nos habla un alma solitaria que sufre, a quien sentimos
como una avecilla entumecida y aterida, una paloma o mariposa extasiada que
titubea en el cable, o en el alambre de un poste, o en lo alto del tejado
mientras abajo rugen las aguas feroces de la ciudad desalmada.
Es la vida monda y lironda
extraídas sus máscaras y afeites, sus apariencias e hipocresías. Es el trazo en
el aire de una mariposa que en las condiciones más duras y sin ningún ropaje ni
menos adornos, no olvida su índole mágica y alada. Es la vida que duele, que
confunde y que muchas veces en contraste con lo que somos y anhelamos nos
conduce de la mano al suicidio.
La que se pasea en esta
obra es una conciencia herida que tiene como escenario la ciudad de Nueva York
a la cual emigra toda una familia desde la República Dominicana de donde Yini
es originaria. Donde se abordan con naturalidad los problemas más álgidos de la
sociedad contemporánea, en una obra escrita en un estilo llano, periodístico y
desusado. Donde Yini habla desde su condición de mujer sin excluir ningún tema,
siendo encomiable y magnífica la performance de traspasar lo vivido en el
tráfago de los días al plano sobrio y frugal, como impersonal y neutro de la
escritura.
Yini Rodríguez en Santiago de Chuco
3. Bastó
una mirada
Si quisiéramos resumir en
una sola palabra cuál es el meollo o la esencia de este libro diríamos que su
símbolo es la mirada, el acto contemplativo que se pasea vigilante y prolijo,
que observa, que analiza y que finalmente todo lo acoge, hace suyo y escribe.
Porque en todas las páginas
de esta obra está presente la mirada que anota, que perfila y define. Más aún
lo vivido proyectado hacia una dimensión ideal y trascendente. Por eso he
titulado este texto “La mirada donde saldremos eternos”. Y porque en el libro,
se dice:
Bastó una mirada para querer perderme en sus ojos
(zafiros dentro de una membrana bordeada con filamentos negros). Su mirada
relámpago perturbó mi mente. Sentí deseos de ser testigo de sus más íntimos
secretos y con él recorrer senderos de pasiones. En un instante quise conocer
sobre su existencia para así encontrar la esencia que me convidaba a navegar en
otras dimensiones. Quería ser la niña de sus ojos y vivir en su centro.
Escudriñar sus pensamientos. Perderme sin miedo, conforme al tiempo. Con solo
una mirada cautivó mis sentidos. Fue tanta la emoción que mi corazón palpitó de
un modo diferente. En un minuto imaginé tantas cosas que no sé cómo
explicarlas.
Mirada, además, en donde
cada uno de nosotros existimos. Mirada nuestra y mirada de otro, mirada de un
ser supremo si es que hay una intención ideal en todo lo creado, mirada que
finalmente se hace escritura.
Yini Rodríguez en Santiago de Chuco
4. El libro
de la vida
Ahora bien, lo que resulta
sorprendente es el salto y traspaso de todo ello al plano de la escritura. Esta
conversión de la vida en símbolos; este valer de lo cotidiano en una dimensión supraterrenal.
Al respecto, en el libro Apocalipsis del Apóstol San Juan profetiza lo
siguiente:
«Quien no se halló inscrito en el libro de la vida
fue lanzado al lago de fuego».
Quiere decirnos de este
modo y mientras tanto, que la vida hay que volverla escritura, grabarla y
volverla signo. Y que hay que transmutarla, que hay que tornarla historia,
hacerla registro, letra, lenguaje y consecuentemente literatura auténtica y
verdadera como ocurre en el libro de Yini.
Dicho lo mismo, pero, en
otras palabras, se nos está advirtiendo que quien no hace su vida digna de ser
puesta en escritura se quemará en el lago de fuego. Quien no convierte cada
instante –¡éste, por ejemplo!– en algo trascendente y hasta maravilloso, en
esencia de vida, no será aprobado en el Juicio.
Se nos está diciendo así
que quien no horada su destino hasta encontrar una luz nueva, como el vuelo de
la mariposa, que pareciera arbitrario pero que no lo es, sino todo lo
contrario, entonces no alcanzará a inscribirse en el libro de la vida y será
lanzado hacia la masa hirviente en el Gehena, donde trepida la candela mezclada
al azufre y a todo lo que es inicuo. ¡Atroz destino!
Yini Rodríguez en Santiago de Chuco
5. Infinito
interior
¿Cómo se logrará aquel
propósito que nos libre del terrible apotegma de San Juan? La respuesta es
sencilla, aunque la acción resulte fragorosa, y hasta utópica. Ello es:
inscribir nuestra vida en los libros, ubicar allí nuestro libre albedrío, el
mismo que para ser anotado con la punta del estilete no necesariamente tiene
que ser grande y luminoso.
Sino que basta con la vida
común y corriente; basta con el acontecer cotidiano que es, por ejemplo,
aquello que resalta Yini Rodríguez en su libro. O tal vez reconociendo la
grandeza que hay en la vida desasida, llena de problemas y hasta de equívocos
que cabe reivindicarlos, que es lo que finalmente termina haciendo Yini.
Porque: ¿qué es el vuelo de
una mariposa? Lo más lúdico, lo más espontáneo y sin intención aparente. Aunque
todo aquello que lo guía sea hacerse del polen de la vida y fecundarla, que es
refundarla, consagrado ya todo su destino hacia ello.
Esta y no otra vida. Esta
vida que se nos desgarra en las esquinas, que nos deja pasmados desde una
puerta, mirando hacia afuera la perspectiva de lo inconmensurable y hacia
adentro el infinito interior que nos habita. Esta vida que se nos desvanece
entre los dedos, que se confunde con la niebla, la polución de las chimeneas y
el chillido de los artefactos.
Yini Rodríguez en Santiago de Chuco
6. Dúctil
y chispeante
Esta vida casera que Yini
recoge en su libro Crónicas de la mariposa. Esta vida que nos dice la
advertencia del Apóstol San Juan que la reconozcamos que tiene que constar
escrita en un libro a partir del cual se nos deje entrar a un reino o una
morada eterna.
Y no se nos arroje para
siempre a nadar, o simplemente sucumbir, en un lago de fuego. Donde en el fondo
se reconoce asimismo a la vida y al universo como libros escritos que debemos
descifrar.
Y sobreponer sobre ello
otra escritura. ¿Cuál es ella? La nuestra, la de nuestros pasos vacilantes, la
de nuestro aliento y, además, la voz de nuestras bocas que la pluma trasiega en
escritura. Y el vuelo de la mariposa como hechizo y misterio.
Y se nos dice, además,
implícitamente, que hemos de creer en algo. Que de eso se trata. Porque
escribir cuesta, desvela y agota. Escribir no es fácil. Es pulsar una cuerda
muchas veces. Es reescribir, como la mariposa que revolotea infinidad de veces
en torno a la flor.
“Tengo un
aspecto tan cansado –decía Oscar Wilde– porque me he pasado toda la mañana
poniendo una coma y toda la tarde quitándola”.
7. Buscar
la mirada
Quien confiesa el aserto
anterior es uno de los autores que cuando escribe da una apariencia
extraordinaria de espontaneidad, de ser dúctil y chispeante con el verbo. Quien
da la sensación como si el don de expresar ideas sabias e ingeniosas le hubiera
venido como un regalo gratuito, desprendido y generoso.
Cuando por propia boca nos
está diciendo el inmenso desvelo que le cuesta. Como si en él brotasen indetenibles
los vocablos y sus asociaciones. Y en donde el esfuerzo más bien estaría en
cómo atajar ese torrente de buen hablar, de buen decir y de buen pensar.
Pero ya vemos que no, que
le costaba desvelo y sacrificio. Y que la duda es natural, cuando nos confiesa
que pasaba toda una mañana en poner una coma y toda la tarde en quitársela. Ya
vemos que escribir es arduo, pues primero hay que vivir intensamente y después
decantar la experiencia, volverla síntesis para después escribirla. Y ya en
esta órbita volver a repetir el proceso, cuando de lo que se trata, como decía
el poeta, es de buscar la mirada en que saldremos eternos.
Para concluir entonces que
lo que nos parece sencillo directo y desenvuelto, es en el fondo tan arduo
conseguirlo. Y, aún más, con la sinceridad con la que Yini escribe, para lo
cual es necesario haberse desembarazado de cúmulos de prejuicios, para ser
finalmente una voz libre.
Fotos 2, 3, 4, 5, 6 y 7
Jaime Sánchez Lihón
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