domingo, 28 de febrero de 2021

27 de febrero. Día Nacional de República Dominicana. / La mirada donde saldremos eternos.


27 DE FEBRERO
DÍA NACIONAL DE REPÚBLICA DOMINICANA

LA MIRADA
DONDE SALDREMOS
ETERNOS

Danilo Sánchez Lihón

 

 

Yini Rodríguez es escritora de República Dominicana, quien ha participado en diversos certámenes de Capulí, Vallejo y su Tierra, ha visitado las ciudades ejes de la vida y obra de César Vallejo, llegando a Santiago de Chuco, tierra natal del poeta.

Labora en el Decanato de Artes y Humanidades en la Universidad de Lehman, en Nueva York. Su libro, “Crónica de la mariposa” se presentó en Lima, en la Casa de la Literatura Peruana, con gran auspicio. Me cupo en dicha oportunidad sustentar estas ideas: 

 

1. Lo etéreo

y evanescente

 

El tema del libro “Crónicas de la mariposa” de Yini Rodríguez es la vida sencilla, el acaecer cotidiano, los sucesos de a pie que a todos nos ocurren en la vida; en este caso a la voz narrativa que discurre en el relato, que es el de una persona que vive en la ciudad de New York, que es donde la autora también vive.

Se descorre así una galería profusa de situaciones y personajes que desfilan en estas páginas; de manera destacada, y entre estos últimos: familiares, amigos y amigas, gente conocida, alumnos y profesores del Lehman College donde Yini trabaja

Libro este donde su autora ventila vivencias, pensamientos, miedos y obsesiones en una especie de diario íntimo confesional, compuesto de dudas, cavilaciones, preguntas, incertidumbres e ilusiones.

En donde el valor que más resalta, predomina y se hace evidente es la sinceridad para presentar hechos inexorables de manera cruda y descarnada, a través de una conversación sin tapujos y pertinaz que ocurre en el mundo interior de la persona que narra los hechos, en un hablar confidente consigo misma.

Se titula este libro crónica porque es prosa escrita en un estilo periodístico, actual y objetivo. Y mariposa porque su autora no deja de ser y estar en la materia de lo que es mágico, etéreo y evanescente.

 

Yini Rodríguez en Santiago de Chuco


2. Traspasar

lo vivido

 

En todo momento es una mirada que siente y que piensa sin dejar de conmovernos. En el fondo es la voz en primera persona que nos habla un alma solitaria que sufre, a quien sentimos como una avecilla entumecida y aterida, una paloma o mariposa extasiada que titubea en el cable, o en el alambre de un poste, o en lo alto del tejado mientras abajo rugen las aguas feroces de la ciudad desalmada.

Es la vida monda y lironda extraídas sus máscaras y afeites, sus apariencias e hipocresías. Es el trazo en el aire de una mariposa que en las condiciones más duras y sin ningún ropaje ni menos adornos, no olvida su índole mágica y alada. Es la vida que duele, que confunde y que muchas veces en contraste con lo que somos y anhelamos nos conduce de la mano al suicidio.

La que se pasea en esta obra es una conciencia herida que tiene como escenario la ciudad de Nueva York a la cual emigra toda una familia desde la República Dominicana de donde Yini es originaria. Donde se abordan con naturalidad los problemas más álgidos de la sociedad contemporánea, en una obra escrita en un estilo llano, periodístico y desusado. Donde Yini habla desde su condición de mujer sin excluir ningún tema, siendo encomiable y magnífica la performance de traspasar lo vivido en el tráfago de los días al plano sobrio y frugal, como impersonal y neutro de la escritura.

 

Yini Rodríguez en Santiago de Chuco


3. Bastó

una mirada

 

Si quisiéramos resumir en una sola palabra cuál es el meollo o la esencia de este libro diríamos que su símbolo es la mirada, el acto contemplativo que se pasea vigilante y prolijo, que observa, que analiza y que finalmente todo lo acoge, hace suyo y escribe.

Porque en todas las páginas de esta obra está presente la mirada que anota, que perfila y define. Más aún lo vivido proyectado hacia una dimensión ideal y trascendente. Por eso he titulado este texto “La mirada donde saldremos eternos”. Y porque en el libro, se dice:

Bastó una mirada para querer perderme en sus ojos (zafiros dentro de una membrana bordeada con filamentos negros). Su mirada relámpago perturbó mi mente. Sentí deseos de ser testigo de sus más íntimos secretos y con él recorrer senderos de pasiones. En un instante quise conocer sobre su existencia para así encontrar la esencia que me convidaba a navegar en otras dimensiones. Quería ser la niña de sus ojos y vivir en su centro. Escudriñar sus pensamientos. Perderme sin miedo, conforme al tiempo. Con solo una mirada cautivó mis sentidos. Fue tanta la emoción que mi corazón palpitó de un modo diferente. En un minuto imaginé tantas cosas que no sé cómo explicarlas.

Mirada, además, en donde cada uno de nosotros existimos. Mirada nuestra y mirada de otro, mirada de un ser supremo si es que hay una intención ideal en todo lo creado, mirada que finalmente se hace escritura.

 

Yini Rodríguez en Santiago de Chuco


4. El libro

de la vida

 

Ahora bien, lo que resulta sorprendente es el salto y traspaso de todo ello al plano de la escritura. Esta conversión de la vida en símbolos; este valer de lo cotidiano en una dimensión supraterrenal. Al respecto, en el libro Apocalipsis del Apóstol San Juan profetiza lo siguiente:

«Quien no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego».

Quiere decirnos de este modo y mientras tanto, que la vida hay que volverla escritura, grabarla y volverla signo. Y que hay que transmutarla, que hay que tornarla historia, hacerla registro, letra, lenguaje y consecuentemente literatura auténtica y verdadera como ocurre en el libro de Yini.

Dicho lo mismo, pero, en otras palabras, se nos está advirtiendo que quien no hace su vida digna de ser puesta en escritura se quemará en el lago de fuego. Quien no convierte cada instante –¡éste, por ejemplo!– en algo trascendente y hasta maravilloso, en esencia de vida, no será aprobado en el Juicio.

Se nos está diciendo así que quien no horada su destino hasta encontrar una luz nueva, como el vuelo de la mariposa, que pareciera arbitrario pero que no lo es, sino todo lo contrario, entonces no alcanzará a inscribirse en el libro de la vida y será lanzado hacia la masa hirviente en el Gehena, donde trepida la candela mezclada al azufre y a todo lo que es inicuo. ¡Atroz destino!

 

Yini Rodríguez en Santiago de Chuco


5. Infinito

interior

 

¿Cómo se logrará aquel propósito que nos libre del terrible apotegma de San Juan? La respuesta es sencilla, aunque la acción resulte fragorosa, y hasta utópica. Ello es: inscribir nuestra vida en los libros, ubicar allí nuestro libre albedrío, el mismo que para ser anotado con la punta del estilete no necesariamente tiene que ser grande y luminoso.

Sino que basta con la vida común y corriente; basta con el acontecer cotidiano que es, por ejemplo, aquello que resalta Yini Rodríguez en su libro. O tal vez reconociendo la grandeza que hay en la vida desasida, llena de problemas y hasta de equívocos que cabe reivindicarlos, que es lo que finalmente termina haciendo Yini.

Porque: ¿qué es el vuelo de una mariposa? Lo más lúdico, lo más espontáneo y sin intención aparente. Aunque todo aquello que lo guía sea hacerse del polen de la vida y fecundarla, que es refundarla, consagrado ya todo su destino hacia ello.

Esta y no otra vida. Esta vida que se nos desgarra en las esquinas, que nos deja pasmados desde una puerta, mirando hacia afuera la perspectiva de lo inconmensurable y hacia adentro el infinito interior que nos habita. Esta vida que se nos desvanece entre los dedos, que se confunde con la niebla, la polución de las chimeneas y el chillido de los artefactos.

 

Yini Rodríguez en Santiago de Chuco


6. Dúctil

y chispeante

 

Esta vida casera que Yini recoge en su libro Crónicas de la mariposa. Esta vida que nos dice la advertencia del Apóstol San Juan que la reconozcamos que tiene que constar escrita en un libro a partir del cual se nos deje entrar a un reino o una morada eterna.

Y no se nos arroje para siempre a nadar, o simplemente sucumbir, en un lago de fuego. Donde en el fondo se reconoce asimismo a la vida y al universo como libros escritos que debemos descifrar.

Y sobreponer sobre ello otra escritura. ¿Cuál es ella? La nuestra, la de nuestros pasos vacilantes, la de nuestro aliento y, además, la voz de nuestras bocas que la pluma trasiega en escritura. Y el vuelo de la mariposa como hechizo y misterio.

Y se nos dice, además, implícitamente, que hemos de creer en algo. Que de eso se trata. Porque escribir cuesta, desvela y agota. Escribir no es fácil. Es pulsar una cuerda muchas veces. Es reescribir, como la mariposa que revolotea infinidad de veces en torno a la flor.

“Tengo un aspecto tan cansado –decía Oscar Wilde– porque me he pasado toda la mañana poniendo una coma y toda la tarde quitándola”.

 




7. Buscar

la mirada

 

Quien confiesa el aserto anterior es uno de los autores que cuando escribe da una apariencia extraordinaria de espontaneidad, de ser dúctil y chispeante con el verbo. Quien da la sensación como si el don de expresar ideas sabias e ingeniosas le hubiera venido como un regalo gratuito, desprendido y generoso.

Cuando por propia boca nos está diciendo el inmenso desvelo que le cuesta. Como si en él brotasen indetenibles los vocablos y sus asociaciones. Y en donde el esfuerzo más bien estaría en cómo atajar ese torrente de buen hablar, de buen decir y de buen pensar.

Pero ya vemos que no, que le costaba desvelo y sacrificio. Y que la duda es natural, cuando nos confiesa que pasaba toda una mañana en poner una coma y toda la tarde en quitársela. Ya vemos que escribir es arduo, pues primero hay que vivir intensamente y después decantar la experiencia, volverla síntesis para después escribirla. Y ya en esta órbita volver a repetir el proceso, cuando de lo que se trata, como decía el poeta, es de buscar la mirada en que saldremos eternos.

Para concluir entonces que lo que nos parece sencillo directo y desenvuelto, es en el fondo tan arduo conseguirlo. Y, aún más, con la sinceridad con la que Yini escribe, para lo cual es necesario haberse desembarazado de cúmulos de prejuicios, para ser finalmente una voz libre.



Fotos 2, 3, 4, 5, 6 y 7

Jaime Sánchez Lihón

 

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