En la cosmovisión andina la
tierra es madre sabia, protectora y fecunda.
Donde el hombre concibe a
la tierra como mujer. Y reconoce en ella dones femeninos, pero además
maternales y providenciales.
De la tierra nosotros somos
sus hijos, su progenie, a quienes nos ofrece sus dones, las mieses de sus
campos, el dulce madurar de las espigas, las plantas y sus frutos.
Y de los árboles sus ramas
y maderas para techar nuestras casas. Y todo brote, por pequeño que sea, es su
presencia, que contiene el sabor, la frescura, el aliento y prodigalidad de su
vientre amoroso.
A ella pertenecen los
animales que nos lo ofrece compasiva, para que convivan con nosotros y nos
acompañen en nuestras alegrías y tristezas.
Para que se reproduzcan y
compartan la vida y la muerte a nuestro lado. Y de su variedad y belleza se
regocije nuestro espíritu.
2. Son
nuestros
hermanos
Desprendidos de su útero
fecundo también los hombres hemos nacido. Y aquí estamos para ser buenos hijos
y leales con ella.
Con lo que nos enseña a
cada paso si es que sabemos ver, escuchar, palpar, oler y saborear lo que ella
nos presenta y manifiesta.
Porque estamos hechos de
sus raíces, de sus elementos básicos, de agua, de aire, de tierra y de aliento.
De sus savias nutricias, de
sus légamos, sus esencias, fragancias y latidos.
Y de su emoción y ternura
abundante y generosa; que todo lo ofrece y comparte.
Y como hijos leales hemos
de ser siempre agradecidos. Como generosos y solidarios con los demás, que son nuestros hermanos.
Y hemos de ser tal y como
ella es: solidarios, protectores, telúricos en la medida en que nos identifiquemos
con ella.
3.
Su pollera
encantada.
Si exploramos en el
fundamento de su misterio, tratando de explicarla y comprenderla, le
encontraríamos a la tierra un corazón estremecido.
Le encontramos venas por
donde circula el agua como sangre vivificante, como son ríos, quebradas, con
cañadas y arroyuelos. Puquios cristalinos.
Le encontramos unas
entrañas amorosas como las de todas las mujeres. Y emanando de su seno, la
vida.
Y el regreso a la tierra
que no es muerte sino el recogerse otra vez en su pollera encantada.
Quizá eso nos ayude a
comprender la presencia de todo lo que de ella brota y florece conteniendo una
dimensión sagrada.
Es por eso que la cultura
andina es eminentemente espiritual, enteogénica y hierática, que todo lo
abarca, ocupa y explica la presencia de lo divino.
4.
Día
a
día
En donde es Dios todo. Lo
más ínfimo e inerte: como la oruga, el piido de una avecilla, el croar de la
rana. Donde una piedra, como el lucero, o la espina de una flor, son presencia
de lo santo.
Que no separa lo mundano de
lo venerable, sino que los enlaza, los funde e integra en un solo soplo capital.
Perspectiva y sentido en el
cual, además, los antiguos peruanos en su mitología de creación del mundo, de
la vida y del hombre no lo sancionaron a este como un proyecto acabado y ya
final.
Sino que se lo considera
más bien como un proceso que se va construyendo día a día; y ello mediante una
estrategia de ensayo y error, que se proyecta en el tiempo y el espacio vital.
Tal y como evoluciona la historia y hacia el horizonte de alcanzar cada vez mayor perfección.
5.
Una nueva
creación
Así, por ejemplo, para la
creación del hombre y a fin de dotarle de su fisonomía más cabal, precisa y definida,
se cuenta que hubo varios intentos a fin de concretarlo.
Así, al principio el
cocimiento en el horno en el cual se probaba su templanza y fortaleza no dio el
mejor resultado.
Porque al extraerlo y ver
su configuración y firmeza se vio como comprobación que el producto aún estaba crudo.
De donde se concluye que de
ese modo se configuró el hombre blanco no del todo concluido ni bien hecho,
porque no había alcanzado su grado exacto e integral de cocción.
Esto no les satisfizo ni a
Pachacámac ni a la Pacha Mama. Y descartaron ese resultado, dejándolo a un lado
e intentando una nueva creación.
Después le dieron más
tiempo de cocción, pero tanto que resultó excesivo, habiendo hasta quemado el
modelo que se intentaba engendrar. Y también tuvieron que descartar esa
elaboración.
6.
Matiz
cobrizo
Finalmente se encontró el
término medio conveniente, equilibrado y legítimo.
Esto cuando se alcanzó el
matiz cobrizo parecido al bronce que tiene el hombre de estas latitudes,
apariencia que les pareció la más estupenda.
Y ese arquetipo fue al que
finalmente se consolidó por ser ecuánime y probo, justo medio y síntesis de
todos los intentos anteriores.
Lo interesante es registrar
que no hay en esta cosmovisión un efecto inicial certero, infalible y
providencial, mediante el cual todo sale bien desde el principio, ya concluido
y perfecto.
Sino que los dioses como
los hombres tienen que ahondar en un proceso en base a distintos ensayos de
acierto y error.
En donde se prueban ritmos,
materiales, condiciones y plazos hasta llegar a un nivel propicio que será a su
vez el punto de partida para una nueva realización.
7. Que fue
y que es
¿No es acaso extraordinario
y significativo reconocer que en la manera de comprender la realidad del mundo
andino se incorpora este elemento fundamental de lo que es la dialéctica y la
evolución?
Así como también el
concepto de que en todo proceso creador se descubre, se indaga y aprende.
Y es que la cultura andina
es eminentemente educativa. Hay inmersa en dicha concepción principios
pedagógicos que hicieron de nuestra cultura el paradigma que
fue y que es.
Y así como en lo anterior
se aprende, hay otra dimensión contenida en esta visión, cual es que en el
pensamiento andino se propugna a ser organizador, líder y conductor.
Y a valorar la experiencia
y al contacto de la realidad inmersa en la naturaleza. Y el del pensamiento
holístico e integrador.
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le rogamos, por favor, hacérnoslo saber.
Gracias Dr.Danilo Sánchez por permitirme comprender la personalidad básica del poblador andino.
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