Su nombre era Manuel y así firmó sus primeros poemas,
pero más tarde él inventó aquello de Ricardo, nombre que no fue aquel que lo
tuviera desde el principio. Y se lo puso o bien por capricho o bien porque
quería remarcar principalmente ser hijo de sus obras y no una copia exacta de
lo que era su extracción familiar y social.
Y en verdad todo él es un invento de sí mismo, incluso
en cuando al género que alcanzó a concretar en su escritura, como es las
tradiciones, que antes de él no existían como esa mixtura de historia, crónica
periodística y literatura.
He contado en otra crónica que detrás de los muros de
la casa donde vivió en pleno corazón de Lima, en la calle del Puno, estaban las
cárceles de la Santa Inquisición, y a media cuadra el mercado de abastos.
Y un poco más allá de su casa se situaba el edificio
que ocupaba la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Y muy cerca el
Monasterio de la Concepción y el Colegio del Príncipe. Es decir, estuvo rodeado
por un lado del lenguaje popular; y, por otro, del lenguaje académico más
acrisolado, como en verdad él es y representa en las letras hispanas y universales.
Placa recordatoria en el centro de Lima
2. Máximo
orgullo
Siendo joven se enroló como contador en la Marina de
Guerra del Perú. Mientras su buque navegaba o permanecía anclado en los puertos
o caletas, principalmente en las islas de Chincha de donde se extraía el famoso
“guano de la isla”, él leía y consultaba cada término y vocablo en el
diccionario que tenía a su lado. Pero también escribía principalmente poesía
romántica.
Sin embargo, su destino de narrador de alguna manera
ya estaba marcado. Porque leyó en ese tiempo, hasta casi agotarlas, todas las
obras literarias de los autores célebres de su época, especialmente de los
prosistas castellanos.
Pero no todo era la apacible práctica de leer y
escribir. En 1859 tomó parte del desembarco de nuestra armada en Guayaquil. Y
en el conflicto con Chile, en la infausta Guerra del Pacífico, Ricardo Palma
peleó en las batallas de San Juan y Miraflores, el 13 y 15 de enero del año
1881.
Vistió el uniforme de soldado, tomando las armas
frente al enemigo en el Reducto N° 2 de aquella trinchera de la dignidad
nacional.
El repaso dando muerte a heridos en la guerra con Chile
3. Patriota
a carta cabal
En represalia el ejército de Chile incendió su casa
dejándola arder hasta los cimientos, en donde las llamas calcinaron su valiosa
biblioteca, su archivo epistolar y varios originales inéditos de sus obras,
entre ellas el manuscrito de su novela ya totalmente terminada, y perdida en
aquel siniestro, titulada “Los Marañones”.
En tal circunstancia, permaneciendo refugiado en Lima,
escribió cartas urgentes a Andrés Avelino Cáceres pidiéndole que irrumpiera en
Lima y atacara a la soldadesca invasora que beoda había empezado a cometer
desmanes incendiando Chorrillos.
Y matándose entre ellos mismos en el holocausto que
sufrió esa villa habitada más por colonias de ciudadanos extranjeros que
creyeron que por su nacionalidad serían respetados, hecho que no ocurrió, sino
por el contrario, fueron masacradas familias enteras incluyendo mujeres y
niños.
Pero, así como Ricardo Palma fue un patriota a carta cabal, fue un político apasionado, y
fue un hombre de letras que alcanzó una extensa y bien afianzada fama,
sobrepasando incluso los linderos de nuestra América.
Casa de Ricardo Palma en Miraflores
4. Sacrificada
tarea
Sin embargo, hay una labor aparentemente modesta, pero
en verdad importante y trascendental que él cumplió, tarea que es donde
demuestra su profunda e inmensa peruanidad. Ella fue la obra paciente y
sacrificada de reconstrucción de la Biblioteca Nacional del Perú saqueada por
la horda invasora del país del sur.
Para cumplir con esta labor desatendió la invitación
del diario La Prensa de Argentina de viajar a Buenos Aires para hacerse cargo
de una sección de ese importante medio de comunicación, hecho que le hubiera
valido, conforme él escribió, “dejar de ser pobre de solemnidad”.
Desestimó aquella invitación del año 1883, para
aceptar más bien la sacrificada tarea, pero primero la amarga experiencia de
conocer la dimensión del saqueo y el daño perpetrado a esa institución tutelar,
encargo encomendado por el presidente Miguel Iglesias y su ministro José
Antonio Lavalle, de reconstruir y dirigir la Biblioteca Nacional del Perú.
5. Resurgir
de sus cenizas
La encontró expoliada y convertida en muladar, de
manera malintencionada y adrede, por el ejército de ocupación chileno, dando
inicio a una campaña internacional solicitando libros, amparado en el inmenso
prestigio y admiración que su nombre suscitaba, iniciativa que dio lugar a ser
calificado como “El bibliotecario mendigo”.
Mediante estas solicitudes de libros a escritores e
instituciones de todo el mundo, se logró reabrir esta institución tutelar de la
patria con 200 mil volúmenes apenas después de ocho meses de iniciada la
gestión.
Y a lo largo de los 13 años que duró su dirección esta
casa del saber, volvió a convertirse en uno de los mejores repositorios
bibliográficos y servicios de consulta y de lectura de América Latina.
Como el ave fénix volvía a resurgir de entre sus
cenizas y carbones, y alzaba el vuelo hasta alcanzar las más supremas alturas.
Esa biblioteca ha tenido como lectores devotos y asiduos a José Carlos
Mariátegui, a César Vallejo y a José María Arguedas, que son las piedras
sustentadoras y las bases de nuestra identidad.
Moderno local de la Biblioteca Nacional del Perú
6. Entusiasmo
y perseverancia
He aquí la carta que le dirige a don Marcelino
Menéndez y Pelayo y que el propio políglota español diera a conocer como un
ejemplo ante el mundo:
Lima,
noviembre 20 de 1883
Señor Don
Marcelino Menéndez y Pelayo
Madrid.
Muy señor mío:
La antigua y rica Biblioteca del Perú fue transportada
a Chile. En el último cuarto del siglo XIX han sido los libros, el pan de la
inteligencia, considerados como botín de guerra. Hemos retrocedido a los
tiempos bárbaros del califa Omar.
El Gobierno del Perú ha decretado la fundación de una
nueva Biblioteca honrándome con la dirección de ella. El país ha acogido con
entusiasmo el propósito y, en menos de quince días, he recogido donativos por
más de cien mil volúmenes.
La nueva Biblioteca, según el decreto, debe ponerse a
disposición del público el 28 de julio próximo.
Un Bibliotecario mendigo se dirige, pues, al ilustre
literato, para pedirle la limosna de sus obras, y que avance su caridad hasta
solicitar de sus esclarecidos compañeros, en las Academias de Historia y de la
Lengua, contribuyan a la civilizadora fundación encomendada, más que a mis
modestas aptitudes, a mi entusiasmo y perseverancia.
Me es grato presentar a usted mis respetos y ofrecerme
como su muy sincero admirador y amigo.
Ricardo Palma
Correspondiente
de la R.A.E
Ricardo Palma, su esposa y sus hijos
7. País
eterno
Este acto, asumido y protagonizado por este guerrero y
escritor insigne, quien encarna al intelectual del Perú en su hora más aciaga,
tiene un significado profundo y es de un fervor inmenso y sin par. Significa lo
que es ser un intelectual en el Perú de siempre, no solo dedicado a escribir la
obra propia y a opinar sobre lo que hacen los demás, sino cual artesanos
llamados a construir pacientemente el país que nos merecemos.
Cumple, en la fecha y circunstancia en que esto
ocurriera, con la función de ser una cábala y con el exorcismo de refundar la
nación. Y de hacerlo sobre la base del orden de la inteligencia, del temblor de
la sensibilidad, de la luz de la visión y la conmoción de espíritu que nos
prodigan los libros y la lectura. Y buscar el bien anhelado, la raíz y esencia
de nuestra identidad en el cultivo del arte, la ciencia, los conocimientos y
las emociones más depuradas.
Cumple con el acto ritual y mágico de volver a erigir
nuestra nacionalidad sobre la base de una red de bibliotecas. Y sobre la base de
que el Perú es un país prístino, sagrado e indestructible. Con fondo, lastre y
raíz profunda que nos hacen un país sublime y eterno
Los textos anteriores pueden ser
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