1.
Después de cada Capulí, Vallejo y su Tierra,
volviendo ya de Santiago, suelo preguntar a quien comparte el asiento conmigo:
– ¿Qué le pareció?
– Todo muy bien, excelente, extraordinario. –Me
dicen.
– Y, ¿de Santiago de Chuco, ¿qué es lo que más le
gustó?
– ¡Uy, hay tanto!
– Pero, haciendo un esfuerzo, ¿qué es lo que más
destacarías del pueblo?
Y la respuesta más frecuente suele ser:
– ¡De cómo habla la gente! –Me responden.
Sobre este particular Ciro Alegría cuenta que viajó
a Santiago de Chuco con la intención de escribir allí una novela.
2.
Habiendo llegado el ómnibus a la plaza de armas se
bajó y se puso a conversar con unos campesinos que allí estaban esperando.
Cuenta que al escucharlos hablar maravillado cayó en
la cuenta que hablaban un castellano antiguo, era el idioma de la península
ibérica, pero del medioevo español.
Pensó que si ponía esa manera de hablar en los
personajes de su novela nadie creería que fueran personas reales.
Así que cogió el mismo ómnibus en el cual había
llegado y retornó a Trujillo.
Sorprendido y maravillado de lo que había escuchado
pero defraudado de que ello resultase creíble en estos tiempos duros y
despiadados.
3.
Mi compañero de carpeta en el quinto de primaria,
quien cada día caminaba desde Muycán donde vivía dentro de un huerto de
limoneros, membrillos y manzanos, cuyos frutos traía en su morral y casi
siempre me convidaba.
Terminado el recreo en que jugamos algo que yo hice no
le gustó para su pureza de niño del campo, y antes de sentarse me dijo muy
enojado:
– Las roñas han de ser comparecidas.
Sentencia que la sentí como grave, seria y hasta fatal,
de alcances para mí imprevisibles.
Mientras escuchaba al profesor que desarrollaba la
clase me sumergí en tratar de desentrañar aquel veredicto de mi compañero, analizando
palabra por palabra, para llegar a la cuenta de cuál era la dimensión de ese
apotegma.
4.
Las roñas, me dije, significan
mentiras o falsedades. “Han de ser” no es una expresión corriente, pero
se entiende como “serán”, aunque ya no se utilice el verbo de esa forma. Pero,
“comparecidas” ¿Qué es? ¿Qué significa?
¿Preguntarle a él? Su respuesta podría ser más
difícil todavía. Tuve que esperar la salida, llegar a mi casa y consultar el
diccionario colocado en una repisa de la cocina donde comíamos:
Comparición. Decía: “Auto del
juez”. Además: “Presentarse ante una persona superior”. ¿Qué juez? ¿Qué persona
superior? Me dije. No había dudas. Se trataba del Juicio Final. Hasta ahí me
remitía mi compañero.
Ahí estaba el Medioevo de la península ibérica que
llegó hasta estas cumbres traída por los agustinos gallegos que poblaron estas
comarcas. Y ahí estaba la dimensión sublime y trascendente que permanece en el
habla de la gente rural y del campo de mi conmovedor y entrañable terruño.
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