Porque debes saber, niño, ¡a
fin de que la defendamos juntos!, que hay que dar la vida por aquello que
incluso no se ve pero que su signo es el bien. Y uno de esos recursos es dónde
brota el agua que bebemos.
Porque la acequia Vicente
Jiménez es la que recoge el agua y la hace llegar a nuestro pueblo para calmar la
sed de nuestras bocas.
Y lo hace desde un paraje
que parece una tierra de nadie y por eso alguien ya se la apropió. Se capta el agua entonces no de una laguna ni de un río
sino de los humedales.
Donde llueve
torrencialmente, carga el agua en los acuíferos que hay bajo tierra y eso
filtra hacia diversos puntos, siguiendo la pendiente de la cuenca de Santiago
de Chuco, nuestro pueblo, tuyo y mío.
He buscado estos
conocimientos en textos escritos consultando múltiples monografías y no los he
hallado. ¡No existen!
Santiago de Chuco al atardecer
2. De allí
nace un río
No hay ningún referente
sobre la acequia Vicente Jiménez, que mucho más antes incluso todavía se
llamaba Acequia del Pueblo.
De la cual hay un trecho en
que la acequia desaparece. Por esa razón se llevó allí la efigie de San Antonio,
quien lo hizo aparecer luego en un chorro cristalino. A ese trecho se le llama
Acequia de San Antonio.
¿Por qué no escribimos más de
otras cosas que de aquellas que verdaderamente importa para nuestras vidas?
Como, por ejemplo, ¿que este sistema forma parte de un emporio de humedales, cuál
es la hoya de Callacuyán en donde a 4,200 metros sobre el nivel del mar se
ubica la Laguna del Toro.
Que siempre fue del pueblo
y ahora está expropiada. De allí nace un río que al
principio adopta el nombre de Caballo de Oro, luego se llama Llaray; pronto su
nombre es San Antonio, cuando pasa cerca de Cachicadán.
Luego se denomina
Huaychaca, para unirse al río Tablachaca y formar el torrentoso Chuquicara para
después dar sus aguas tributarias al río Santa y este al mar.
El agua que se prodiga en nuestros campos
3. Cambian
su nombre
Por eso, toda el agua ácida
ahora de Callacuyán, porque la están contaminando las minas que allí se han
instalado, afectará a todas las tierras y comunidades.
Y no solo por donde ese río
pasa, sino que será penetrada por la lluvia en los ductos subterráneos
infectando a todo arroyo que surge inocente donado por la madre tierra.
Porque debes saber, niño,
que Callacuyán, que siempre fue del pueblo de Santiago de Chuco ahora tiene
dueños extranjeros.
Y que, además, para
confundirnos, lo han cambiado de nombre llamándolo ahora Alto Moche, y al lugar
Chicama, con lo cual lo hacen ajeno y extraño a nosotros mismos, y que aparece
convertido ahora en propiedad privada.
Esta situación no solo es
una aberración sino un insulto. Y un acto írrito por corrupto. Para probarlo
basta ahora consultar en internet escribiendo “Callacuyán” y aparece un aviso
que dice: “Propiedad Privada” ¿Qué significa eso?
Chorro de la acequia Vicente Jiménez en Quillahirca
4. ¿Qué
es esto?
Las concesiones mineras nunca
han sido propiedad particular de nadie. Son concesiones. Entonces, ¿por qué
dice que es su propiedad? Aunque debe serlo porque el sistema de lagunas ahora
está cercado por alambres de púas, siendo estas tierras inalienables del pueblo
de Santiago de Chuco.
¿Qué ha habido entonces de
oculto e inconfesable? Porque ni siquiera una mina en el Perú es propiedad de
una empresa, ya que lo único que posee es una concesión. Tampoco el suelo. Y el
subsuelo mucho menos. Entonces, ¿por qué dice que es su propiedad? ¿Qué ha pasado?
¡Ah, una jugada inicua de
los abogados de la empresa minera que allí se ha instalado sostiene haber
comprado el predio de la Laguna del Toro a la familia García Ulloa por 59,000
dólares y a la familia Gómez Tandaypán el predio Vira Chuqueara II por 490 mil
dólares, aparte de haber constituido derecho de superficie con el banco
Scotianbank por un plazo de 99 años!
¿Qué
es esto entonces?
A todas luces un acto fraudulento revestido de legalidad. Las lagunas según
ellos pertenecían a esas personas, de quienes las han comprado, campesinos a
quienes tienen ahora como sus empleados a salario fijo.
La Mama Pacha generosa
5. La Pacha
Mama
Siendo así, ¡niños y
jóvenes de mi pueblo! ¡El agua ya no es nuestra! ¡Nuestra agua, el agua de
nuestra comarca ya no nos pertenece!
Aquella agua que nuestros
padres ancestrales reverenciaron como sagrada, a quien adoraron como deidad,
que no la contaminaban, y por eso forjaron un pueblo feliz, ha sido corrompida
y mancillada con una acción de compraventa como se hace con una mercancía.
Mientras nuestros padres honraron a la tierra, a la
Pacha Mama, ahora hay gente ajena que la emponzoña.
Y lo hacen aquellos que
nunca van a vivir aquí, junto con nosotros. Que solo vienen a llevarse nuestra
riqueza sembrando a su paso solo desolación e infortunio. Porque niño: ¿hay
acaso pueblos más tristes y penosos en el universo que aquellos en donde se
instala una empresa minera?
Porque, en general: ¿existen
pueblos más míseros que nuestros asientos mineros? Estar en ellos oprime el
corazón de ver indigencia por todo lado, porque todo en ellos es precario y
desdichado. Y así todo asiento minero en nuestro amado Perú.
6. Digno
y enaltecedor
Así, de niño aprendí, atento
en una de las carpetas del salón de esta mi escuela, en aquel salón que aún está
allí, que uno de los asientos mineros más productivos en oro en nuestro país,
era Hualgayoc, en Cajamarca. Quedó en mi mente infantil la imagen de Hualgayoc
como una ciudad áurea, privilegiada y dichosa, con calles y edificios
radiantes, en donde por efecto del oro hasta las noches serían días luminosos.
Por eso, se me partió el
corazón cuando en uno de los viajes para capacitar maestros conocí Hualgayoc,
un pueblo triste y mísero, de casitas tipo campamento de un solo piso
extendidas en una ladera, con largas filas de mujeres y niños macilentos yendo
a recoger en sus baldes agua del río, porque los varones seguían hundidos y
enterrados de por vida en los socavones.
Sin embargo, desde hace más
de cien años la riqueza minera que allí se explota es ingente, y ha llenado las
arcas de las empresas extractivas, para que ellos vivan bien, pero en otros
lugares, sin importarles la gente que aquí muere escupiendo sangre con los
pulmones reventados.
Por eso, ¡niños y jóvenes!
Hagamos conciencia de estos hechos. La calidad de vida depende del agua que
bebamos. Nada es más importante que el agua para la vida. Y ahora el agua está
enajenada, encarcelada y prisionera. Imbuirnos de este problema y luchar por su
solución es digno y enaltecedor.
El agua de nuestros nevados
7.
¡Ajajaylla,
niños!
Estos temas y asuntos son
para nuestras luchas y compromisos, porque el oro no se come, pero el agua sí. Del
oro no se vive, pero del agua sí. Ella se consume para algo básico como es
nuestra sed. Así, la mayoría de pueblos se han creado sobre la base del agua.
Cuando seleccionaron el
sitio para fundar la dorada Lima los españoles escogieron el lugar por sus
ricas fuentes de agua y la profusa vegetación que iba a proveerles de leña para
las cocinas. Y así lo hicieron constar en su informe.
¿En dónde están ahora esos
puquiales y los bosques que encontraron? A consecuencia de todo ello nuestro
planeta está enfermo y se está muriendo. Los humedales están vinculados a la
vida.
¡Somos un pueblo bueno y
por ser así nuestra nación ya debiera ser próspera, feliz y hasta grandiosa! Somos
un pueblo noble, sacrificado y laborioso, razón por la cual ya debiéramos haber
eliminado los índices de desnutrición, de mortalidad infantil y de limitada
esperanza de vida.
Tenemos que reflexionar
sobre todos estos hechos. Por eso he venido hasta aquí, niños, para que juntos
defendamos el agua hasta con nuestras propias vidas. ¡Ajajaylla, niños! ¡Causachun, Perú!
Los textos anteriores pueden ser
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