Luis Jaime Cisneros fue y será para siempre el maestro y humanista conspicuo e insigne de nuestro tiempo, cuyo nombre ya para siempre estará asociado a la Pontificia Universidad Católica del Perú, le hice una entrevista para la revista AQUÍ, dirigida por Eudoro Terrones Negrete, y en la cual yo colaboraba con cierta frecuencia; entrevista para mí breve, por el siempre restringido espacio de las revistas, que se publicó en octubre del año 2004.
La difundo ahora porque versa
sobre el tema, siempre actual, importante y nunca suficientemente tratado y
debatido de la educación, de la vida en general en los centros de educación
superior y en particular acerca del docente universitario. Y de nuestro país
que nos lacera tanto, pero respecto al cual él tenía una visión tan esperanzada
y optimista, tan ilusionada y hasta gloriosa, que en verdad me pareció
sorprendente.
En esa visión me impresionó su
fervor y esperanza en los jóvenes, de cuya alma y de cuya realización de sus
ideales, él vivía pendiente, dimensión en la cual él vivirá permanentemente. He
aquí las preguntas y respuestas desarrolladas en aquella oportunidad, diálogo
que tuvo lugar en su domicilio en el distrito de Miraflores de esta tres veces
coronada villa:
ENTREVISTA:
Luis Jaime, la crisis de la educación actual,
¿a qué factores cree que se debe?
A múltiples motivos. Uno de
ellos a que los objetivos de la escuela ahora son competencias en el campo de
las ciencias y en el área de las técnicas o tecnologías. Y ya no en el de las
humanidades, ni en el de las artes, como debiera ser siempre.
¿Esto difiere de los fines de la educación que
había antes?
Los objetivos de antes eran
formar ciudadanos y preparar para la vida. Actualmente el propósito es preparar
candidatos para la universidad. Siendo así esto entuba a toda una población
para que postule a dichas instituciones con el agravante de que sólo ingresa
una ínfima minoría. ¿Qué ocurre con la inmensa proporción de quienes no logran
ingresar a los centros de Educación Superior? Sufren un desencanto, un
arrasamiento y una frustración enorme y terminan con una sensación de inestabilidad
y de fracaso.
¡Y esto es muy grave!
¡Gravísimo! Procediendo de este
modo, y en la medida en que nos hemos ido sometiendo a las tecnologías, nos
hemos ido empobreciendo y pauperizando en lo que es una verdadera y genuina
educación, cual es ser verdaderos y auténticos seres humanos.
Y con los maestros, ¿qué ocurre? ¿Están a la
altura de sus retos y responsabilidades para corregir esta situación?
Se ha menoscabado mucho la carrera magisterial. Ya no se es maestro por convicción y vocación. Como tampoco se es policía por altruismo, abnegación y servicio, como cabe esperar que se sea. Estas actividades humanas se han masificado, deformado y perdido su sentido primigenio, las mismas que tenemos que volver a recuperar y enaltecer.
Señale, Luis Jaime, un vicio invisible y solapado de la educación actual.
Programar la educación, convertirla
en tecnología, en documentos; en hacer informes, llenar papeles, atiborrarnos
con la avalancha de papel impreso que no sirve para nada, sino para embaucar.
La educación no se programa, no está en un esquema ni en una hoja de papel; se
vive, se comparte, se goza o se sufre. Por ejemplo, esa cosa ingenua e
ininteligible que es el sílabo. ¿Para qué sirve? Ahora se da importancia a esas
cosas triviales y efímeras. Al maestro hay que dejarlo ser maestro de a verdad,
espontáneamente.
Es parte de la pretendida modernidad y
tecnicismo que se quiere dar a la educación.
Y la sumisión a las
convenciones. Mucho daño nos hace los alegatos de los técnicos, las modas y los
prejuicios de los “expertos” y de los especialistas en la materia. Y de las
apariencias. Por ejemplo, todos quisieran seguir una carrera universitaria,
tanto que, si el hijo no es médico, abogado o ingeniero, hay el concepto que se
ha fracasado en la vida; de que otros desempeños no tienen la categoría, el
protocolo y la representatividad que tienen las profesiones liberales. Y esto
es alentado, incluso, desde la política oficial del Estado.
Pero, ¿de qué modo estos errores se
transparentan en las políticas de Estado?
Por ejemplo, las autoridades
públicas convirtieron a las escuelas que había antes, de ingenieros, de agrónomos
y de normalistas, en universidades, en donde se enseñan conocimientos, lo cual
es un craso error y un desatino, mientras en las Escuelas Superiores se
aprenden procesos y se enseña a hacer algo. Y se siguen convirtiendo las
escuelas en universidades. Ahora se pretende hacer una Universidad de las
Artes, lo cual es una aberración.
Y, a nivel social, ¿qué es lo que, para usted,
falla en relación a la educación?
La solvencia del hogar. Mire,
hogar y escuela tienen que ser complementarios. Antes la escuela secundaba lo
que se ofrecía en el hogar y viceversa. ¿En qué se ha convertido el hogar en
los últimos tiempos? En el predominio de la televisión, ahora ya presente en
todas las habitaciones de una casa. Se ha instalado con un predominio omnímodo
la televisión. De ahí parte la crisis.
Y esto es tocar políticas generales de país.
¿Encuentra alguna contradicción entre política y educación?
Ninguna, al contrario. Desde
los griegos política y educación son afines. Y Sócrates, para ser más preciso,
fundamenta que el primer objetivo de la política es la educación; el segundo la
educación, y el tercero la educación.
Pero, ¿no le parece que estamos atosigados de
política, Luis Jaime?
Lo que vemos ahora no es
política, son negocios y tráfico de dinero. La verdadera y auténtica política
se preocupa por el gobierno, no por el poder. Entonces, nada más vinculado que
la educación y el gobierno de un país. Pero hagamos política para gobernar y
no, como ocurre ahora, para detentar, mal usar y pervertir el poder. Y para
lucrar, lo que es peor.
Esa deformación tiene que ver mucho también
con los medios de comunicación, ¿no le parece?
En los medios es donde se
refleja nuestra situación. Las únicas veces que dedican algún espacio a la
educación es en las páginas policiales, cuando presentan noticias de acoso
sexual, de huelgas, de toma de locales escolares, que ahora no sólo es de parte
de los estudiantes en los centros de educación superior sino en las escuelas y
colegios, y también de parte de los padres de familia. Los medios se devanean y
refocilan cuando hay un escándalo o un hecho luctuoso en nuestras instituciones
educativas. Y nada de atención dedican a lo serio y trascendente que se da en
ellas.
Sin embargo, como pueblo tenemos algunas
fortalezas.
¡Cómo no! ¡Muchísimas, oiga
usted!
Señale solo una, por el espacio siempre
limitado de que se dispone en una revista impresa.
Hay muchas y valiosas
fortalezas. Solo por mencionar una, como muestra: Somos los peruanos muy
afectivos, nos apasionamos rápidamente por algo. Mi padre, por ejemplo, se
entusiasmaba hasta por cosas insignificantes y, aparentemente, ridículas. ¿Y
eso –le decíamos sus hijos– te gusta y te entusiasma, papá? ¿Cómo te va a
gustar algo así?, le reprochábamos. Y él nos respondía con plena convicción:
¡Sí! ¡Cómo no me va a gustar! ¿Acaso no les parece lindo? ¡Ser cariñosos es una
gran capacidad de nuestra gente!
¿Esto vale a nivel individual, pero también
colectivo e históricamente?
¡Claro! Esa disposición para el no rencor, que en otros pueblos es motivo de grandes tragedias, en el Perú no. De allí que el Perú sea un pueblo sin rencores, donde no odiamos. Y, más bien, todo lo disculpamos. Incluso a los que nos han hecho mucho daño, y nos han herido en lo más hondo del alma. Tratamos a los demás con cariño sincero. ¿Eso no le parece inmenso? Si no, mire usted lo que sucede entre los políticos, sus rencores son hasta ingenuos. Más bien somos amigueros, fáciles para el sentimiento, lo cual es un valor extraordinario.
Y ¿llorar, por ejemplo, es una fortaleza?
¡Ahí tiene usted, por ejemplo!
¡Llorar! Esto que, a veces, no se lo entiende, y respecto a lo cual se es muy
duro. Hasta crueles con este rasgo que es tan hondo y tan bello, cuál es la
capacidad que tenemos para dejar aflorar nuestras lágrimas. César Vallejo lo
hacía con frecuencia. No hay poeta que llore tanto en la literatura universal.
Hacer escarnio de eso sería no tener alma.
¿A eso, llorar, lo considera una cualidad
positiva?
¡Por supuesto! ¡Cómo no! El
llanto es una confesión. Y es más frecuente y propio de nuestra cultura, que es
honda; pero a la vez tierna, afectiva y entrañable.
Hay, siguiendo esta vena o ruta que hemos
tocado, una gran capacidad de resistencia en nuestra gente, ¿no?
¡Increíble! Sorprendente.
Porque además de las tristezas y miserias que aquí se padece, se responde luego
a todos los llamados de afirmación nacional con verdadera entrega. Y el pueblo
lo hace con transparencia y generosidad. Es tremendo lo que nuestro pueblo
demuestra. ¡Es una gente linda la nuestra!
Luis Jaime, la docencia universitaria, ¿qué le
ha deparado a usted?
Muchas satisfacciones ¡y a cada
instante! Son lecciones que uno recoge cada día y en silencio. Por ejemplo, yo
he aprendido que en el lugar más inesperado voy a encontrar a alumnos que son
mejores que yo. Totalmente mejores. Así de cierto, y sin eufemismos. Y esto
reconforta el ser, nos llena de una gran fe en la vida.
Y, ¿cuál es para usted la principal virtud de
los jóvenes?
Muchas. Pero para mencionar
solo una, muy específica: la capacidad que tienen para auto corregirse.
Relacionado a este asunto y desde su punto de vista, ¿a qué se debe que no hay líderes jóvenes por ahora entre nosotros?
A que la gente joven ha perdido
confianza en los políticos. Y también a que se están gestando fórmulas nuevas.
Campus de la Universidad Católica del Perú
Por lo que nos dice: ¿no elegiría vivir en
otro país?
Ya lo hubiera hecho. El Perú es
un país que se hace querer y amar. Por decirte un rasgo: esa integridad de la
gente para afrontar los problemas... es tremenda, sorprendente y sobrehumana...
¿Cree que el Perú superará pronto todas sus problemas
y dificultades?
¡Cómo no! Por supuesto. Yo soy muy
optimista al respecto. El Perú es un país precioso, un país muy fuerte y de
muchas raíces.
¿Y en qué basa esa esperanza?
En que más del 56% de la
población en el Perú son jóvenes y niños, y ellos constituyen una fuerza
arrolladora, pujante e impredecible. En cualquier momento su presencia
transformará el Perú. Los grandes cambios siempre han estado vinculados a
estudiantes y ellos todavía no se han manifestado con el potencial increíble
que tienen y que guardan.
Sin embargo, frecuentemente manifiestan mucho
desencanto.
Lo cual quiere decir que
sienten y piensan. Y esta situación no les gusta. Lo peor sería que estén
conformes, que estén a gusto. Ellos están inquietos y angustiados. Y eso indica
que no les satisface nada de lo que pasa. Ellos muy pronto serán padres de
familia y profesionales y van a tener que tomar decisiones.
Luis Jaime: Para terminar con algo
inolvidable, ¿para usted qué es lo más valioso que tiene el Perú?
No soy amigo de las frases
hechas. Pero, a ver, lo más valioso aquí es la gente y, más específicamente, la
creatividad de la gente. Y, al decirlo, no me refiero al ingenio que aduce
tener la clase intelectual, sino a la creatividad de la gente de a pie y
sencilla.
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