Se jubila un viejo maestro y va a recibir el homenaje
de sus alumnos de hoy, de ayer y de siempre.
La convocatoria ha sido amplia y se han reunido,
viajando desde distintas partes del mundo, para brindarle digno y justo
reconocimiento.
Toda su vida se afanó porque sus clases estuvieran
llenas de interés y sabiduría. Pero esta vez se ha desvelado mucho más, hasta
altas horas de la madrugada definiendo, perfilando y dando la mayor claridad a
sus ideas para su disertación final.
Ha meditado mucho antes de su exposición de hoy, a fin
de lograr que sus palabras calen y trasunten todo aquello que más puede
iluminar, a fin de ser de utilidad y trascendencia para sus educandos.
Ha querido ya en la clase final de su carrera hacer la
síntesis de todas sus lecciones, de su visión de vida y de su doctrina
educativa.
Ha querido asimismo en esta ocasión exponer un cuerpo
de principios riguroso y con el suficiente poder de alcanzar la mayor persuasión
y el mayor significado posible.
2. Una
y otra vez
La ilusión que ahora tiene es que ojalá la lección de
hoy pudiera ser la mejor de su vida. Se ilusiona en que ojalá pudiera hacerse
escuela de valor inolvidable y eminente para su expectante auditorio.
Ha pasado largas noches escribiendo las proposiciones
de lo que será su última disertación.
Como cabe suponer, la ocasión reclama que la lección
de hoy sea decisiva para cerrar con broche de oro una trayectoria por demás
brillante.
Ha vuelto una y otra vez sobre cada cláusula,
parágrafo y cita. Ha hecho múltiples cambios y correcciones en la estructura de
este y el otro párrafo.
Se ocupará esta vez de la esencia de la sabiduría y el
fundamento de su desempeño en las aulas de clases.
Por fin ha podido formular lo que considera que
constituye un pensamiento sistemático y coherente, contenido en los folios
escritos que una y otra vez ha tenido que rehacer y que ahora repasa
satisfecho.
3. La verdad
de este día
Ahora, reunidos ya todos en el amplio auditorio, tiene
limpias sus cuartillas y aunque la jornada ha sido agotadora se siente feliz,
contento y hasta jubiloso.
Es el fin y la culminación de un magisterio fecundo,
impecable Y fervoroso que cuenta con la adhesión de quienes directamente lo han
recibido: sus alumnos que han hecho ya de él un ser legendario.
Nunca ningún maestro ni orador ni conductor de masas
ha tenido mayor predicamento.
Cada una de sus sentencias, aforismo y apólogos se
repiten en uno y otro ámbito, donde se sintetiza pensamiento, visión y
experiencia.
Se repiten incesantes y de manera frecuente sus
lecciones, y más aún en la vida cotidiana.
Antes de subir al estrado repasa por última vez en su
mente el significado profundo de la verdad que va a exponer este día.
El público ahora está igualmente ansioso de escuchar
otra vez al maestro egregio y venerable.
4. Henchido
y ferviente
Hay expectativa por el discurso que va a desarrollar y
para lo cual se han hecho las mejores instalaciones del equipo de sonido y la
acústica de la sala de tal modo que permitan una captación al detalle del más
mínimo pasaje de la disertación.
Se sabe de antemano que va a ser una exposición
brillante, una clase magistral con didáctica de ejemplos y citas de grandes
autores; en verdad una lección que se quede para siempre en la memoria de la
gente.
¡Síntesis de síntesis de toda una existencia
consagrada al ideal de la educación!
Ya puestas en el atril las hojas escritas levanta el
rostro pleno de paz y de serenidad frente a su auditorio.
Y contempla a sus discípulos de generación tras
generación. Pasea su mirada por el salón colmado, henchido y ferviente.
5. Agitando
sus alas
Al empezar a leer sus cuartillas se posa un pajarillo
en una rama que entra por el alféizar de la ventana iluminada por el sol de aquella mañana espléndida
y radiante.
La avecilla que se perfila nítida, brincotea dando
saltos vistosos y parejos a lo largo del tallo que se mece en el umbral y luego sacude sus alas
esparciendo en mil gotas la luz el arco iris de esa mañana resplandeciente.
Por el vano del ventanal se ve hacia arriba extendido
el infinito, y el cielo añil donde bogan las nubes blancas.
El pajarillo empinado sobre sí mismo lanza un gorjeo
terso, libre y feliz al mar de tejados que se extienden a sus pies.
Al instante aparece una pajarilla confiada, igualmente
espléndida y entre ambos revuelan abriendo, agitando sus alas y uniendo sus
picos.
Luego, acompasan sus cuerpos diminutos en una danza
ritual haciendo que el color púrpura y turquesa de sus plumas se refleje
tornasolado en uno a otro balaustre.
6. El cielo
azul
Gorjean ahora ambos por última vez su canto cristalino
y límpido. Vuelan hacia el espacio sideral. Y desaparecen.
Los asistentes bajando la mirada poco a poco reconocen
los perfiles del auditorio, desde donde han seguido la mirada del maestro.
Han quedado extasiados, conmovidos y fascinados del
accionar y el canto de las avecillas. Todos los asistentes tienen los rostros
iluminados.
Vuelven los ojos al salón, al podio y al maestro que
permanece aún arrobado emitiendo la mayoría un hondo y breve suspiro.
De aquel embeleso ha participado todo el conjunto de
personas aquí presentes.
Luego que las avecillas han volado hacia el cielo
azul, el maestro junta sus cuartillas, las guarda lentamente y cierra su
cartapacio.
Y dice:
– Dios, como siempre, ha concurrido a mi auxilio esta
mañana y ha disertado la clase magistral que todos esperábamos.
7. Se pusieron
de pie
Y continúa:
– Y la lección de Dios ha sido como suele suceder
siempre y de continuo cuando se trata de él: ¡magnífica!
Porque al mismo tiempo hemos visto la verdad que
siempre es sencilla, el bien que es la alegría del canto de la vida y la
belleza como síntesis de todas las virtudes. Verdad, bien y belleza es la clave
de la vida y de la sabiduría.
En todo ello a los maestros solo nos cabe ser los
mediadores en saber reconocer la sabiduría inmersa en la esencia de todo lo
creado.
La verdad de ser auténticos, el bien que alienta como
ley moral que rige y sostiene el universo. La belleza de reconocer que
habitamos un mundo sagrado, correspondiéndonos entonces solo señalarla
reverentes y extasiados.
Y enseñando a adorarla como hacemos al contemplar la
presencia de las aves que han venido hasta el alféizar de la ventana esta
mañana. La clase por consiguiente ha terminado.
Todos se ponen de pie y aplauden al maestro larga y
fervorosamente.
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