Todo ello a fin de instaurar una
patria socialista. Su movimiento fue develado y murió el 23 de octubre del año
1965. Era un hombre de virtudes excelsas, comprometido con los valores más
sublimes y con los más caros ideales del Perú, su patria. Sin embargo, era a la
vez un ser sencillo:
Quien llevaba a su tierra natal
libros para donarlos a la biblioteca municipal, en su pueblo organizaba
olimpiadas deportivas, hizo con sus amigos las bancas de la plaza de armas de
Santiago de Chuco; traía a la Banda de Músicos de Julcán, organizaba el baile
de disfraces de los carnavales
He
aquí algunas razones puras para reconocer a Luis Felipe de la Puente Uceda como
a un héroe, un prócer, un abanderado y un patrimonio de la humanidad:
Luis Felipe de la Puente recostado a su padre
2. Dentro
de la legalidad
Era
valeroso y honrado.
Encarna
todos los valores humanos: fue intachable en su conducta, su acción tiene todas
las condiciones de martirio y de heroísmo. Sabía que iba a morir, de allí que
su vida tenga el sello indeleble del sacrificio y la inmolación.
Es
un guerrero insigne, comparable en el Perú a José Santos Atahualpa, a Túpac
Amaru, a Grau y Bolognesi.
Se
alzó en armas dentro de la legalidad, vistiendo uniforme militar y en el marco
de las Convenciones de Berna y de Ginebra, enfrentándose con el ejército mejor
preparado de ese entonces, superior en fuerzas quinientas mil veces más a las
que él poseía.
Amó la cultura popular, tocaba la guitarra, compuso huaynos y yaravíes. Y cantaba a voz en cuello: “Yo quiero que a mí me entierren / como a mis antepasados / en el vientre oscuro y fresco / de una vasija de barro”.
3. Intelectual
luminoso
Amó
entrañablemente a su tierra natal, Santiago de Chuco, a la que consagró sus
mejores emociones, visitándola siempre, participando de sus festividades,
asumiendo sus costumbres y en donde tuvo especial dedicación a la juventud.
En Santiago
de Chuco fundó la Asociación 7 de Junio y después la Federación de Estudiantes
Santiaguinos organizándose para obsequiar bancas para la plaza de armas y
libros para la biblioteca municipal.
Es
un intelectual luminoso en el ensayo, la narrativa, en la oratoria política.
Igual en la investigación social.
Son sus palabras las siguientes: “El marxismo tiene que respetar la fe y la forma de vivir de la gente”, dichas ante jerarcas, comisarios, burós y cofradías; seguro e incólume en las convenciones más ortodoxas de esa orientación.
Luis Felipe de la Puente Uceda
4. Aún
por nacer
Es
un maestro y un guía cuando escribe cuentos y parábolas, encaminados a hacer
comprender algunas verdades de la estructura social y el cambio necesario del
sistema, utilizando un lenguaje de imágenes, con argumentos sencillos y
explicaciones didácticas.
Escribió
breves apólogos para sobre ellos tender el aparato doctrinario e ideológico que
quiere hacer entender, primero develando, poniendo al descubierto el engaño y
luego construyendo una verdad nueva, donde se lo siente sabio, noble y superior
en estos discursos metafóricos.
Explicó su decisión a su esposa, consecuente y fiel hasta ahora, y se despidió de ella, de su hijo Juan Ernesto, quien contaba apenas un año y seis meses de nacido y de María Eugenia, aún en el vientre de su madre, y por nacer.
5. El Apóstol
por delante
Como
político fue coherente primero con sus conclusiones en el análisis de la
realidad, y luego con los principios que adoptó como consecuencia de sus
reflexiones para orientar su acción revolucionaria.
Fue
absoluto en su decisión y disponibilidad de luchar, pese a sus limitaciones y
desventajas de salud, a fin de desterrar la ignominia, legándonos una herencia
de valor, de generosidad, de renuncia a las comodidades, halagos y
complacencias del sistema.
Fue
un hombre imbuido de ideales y de mística política, social y cultural. Pero
también de convicciones religiosas profundas: “Nada se puede hacer sin fe”, decía.
Adoraba
al Apóstol Santiago el Mayor de su pueblo y su festividad del mes de julio,
hacia donde llevaba la Banda de Julcán, y dijo a sus correligionarios: “La revolución social en el Perú vamos a
hacerla, pero con el estandarte del Apóstol por delante”.
Luis de la Puente. Pintura de Eladio Ruiz Cerna
6. Lo alentaba
el amor
Ninguna
componenda, ningún lujo, ninguna prebenda aceptó ni pudo manchar su vida. Se
negó sistemáticamente a postular a ninguna sinecura, cargo público, curul
parlamentaria o alcaldía.
Rechazó
todo electorerismo. Rehusó el dinero y todo vínculo con ricos y poderosos. Su
vida estaba signada por lo auténtico, lo exacto e incorruptible.
Era
un hombre bueno, quien prodigaba una profunda generosidad y adhesión a los
pobres y desheredados de siempre en el Perú, América y el mundo.
Fue
un esposo y padre de familia tierno y amoroso, profundo en sus sentimientos
hacia su hogar, el mismo que tuvo que abandonar en aras de sus ideales.
Lo alentaba el amor y no el odio, amor principalmente a los desfavorecidos por la fortuna, a los indígenas como a los niños. Por todo eso, escribí:
Luis Felipe de la Puente Uceda
7. Renace
siempre
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