miércoles, 14 de abril de 2021

14 de abril. / Segundo domingo de abril. / Día del Niño Peruano. / Ser niño en el Perú.


14 DE ABRIL
SEGUNDO DOMINGO DE ABRIL
DÍA DEL NIÑO PERUANO

SER
NIÑO
EN EL PERÚ

Danilo Sánchez Lihón





1. ¿Dónde
están?

 

Para ilustrar la situación del niño en nuestro país, que quisiera esclarecer, aludiré a una experiencia que tuve en mi desempeño como trabajador en el INIDE del Ministerio de Educación del Perú. Se me encomendó en cierta oportunidad atender y guiar a una funcionaria de Unicef que visitaba nuestro país.

Era una especialista belga en temas de infancia que tomó contactó para hacer una serie de entrevistas, a las cuales yo tenía que acompañar. Al tercer día de su visita, y de caminar por las calles de nuestra ciudad, me hizo la siguiente pregunta:

– ¿Dónde están los niños? –Fue lo que dijo.

Esa pregunta me reveló una realidad nacional de espanto, cuál es el confinamiento en que los tenemos, su presencia mínima en los ómnibus y en los espacios públicos.

No pasean por las calles, no ingresan a los restaurantes, no corretean por las plazas; no están en las agencias de viajes, no caminan en los aeropuertos, no acompañan a sus madres en los mercados, no se los ve al lado de sus padres en una oficina.

 


2. En

sus casas

 

Claro, en ese momento no habíamos pasado aún por las esquinas en donde sí hay niños, pero en condición de mendigos.

De lustrabotas, limpiadores de lunas de autos, infladores de llantas en los grifos o de vendedores lastimeros en los vehículos de servicio público.

O de malabaristas, exorcistas, saltimbanquis y de cómicos ambulantes en cualquier paradero.

Pero a punto estaba de decirle, recurriendo a un lugar común, cuál es:

– Están en sus casas.

 Pero felizmente me contuve, reaccionando a tiempo, porque íbamos a visitar a varios profesores y profesoras universitarias en sus casas en donde temí por un momento que no encontraríamos allí tampoco a niños en ningún sitio, sino a “la familia” incluida a la abuelita en su mecedora, o silla de ruedas. Todos lógicamente adultos.

 


3. Debe haber

algún error

 

Dicho y hecho. Así fue. No estaban los niños. No los presentaron y ni siquiera los aludieron ni aparecieron por ningún lado ni motivo en sus conversaciones.

Tampoco hicieron ruido, lo que indica que los habían amenazado. Estaban, pero escondidos. Ya de vuelta hacia su alojamiento me preguntó:

– ¿Qué porcentaje de población infantil tiene el Perú?

– Es muy alta. Más del 50 por ciento en nuestro país somos niños. –Respondí.

– ¡No! ¡No puede ser! –Me dijo espantada–. Debe haber algún error. Pues se ven menos niños que en países en donde la población infantil es mínima, escasa y casi nula; al punto de ser el niño una especie que está desapareciendo.

 


4. El orden

y paradigma

 

Cuando dijo esto me conmoví a tal punto que en mis adentros pensé: nos preocupamos porque están desapareciendo los glaciares, la capa de ozono, la tierra firme invadida por la subida de los mares. Y, ¿por la salud y bienestar de los niños? ¡Nada! ¡Y sin inquietarnos siquiera, por ellos!

Y es que al niño en nuestra realidad se le confina, porque se le trata como elemento de tercera, cuarta o quinta categoría.

Se lo esconde porque creemos que es impresentable, imprevisible y díscolo. Y el lugar adonde se le determina estar es en el patio trasero, o en la azotea junto a los trastos, los muebles y las cosas viejas, desvencijadas e inservibles.

O están junto a las “sirvientas”, porque aun así llamamos a ciertas personas y esta palabra para muchos sigue existiendo y se la usa con desparpajo y con frecuencia sin ninguna vergüenza, existiendo aún aquí personas a quienes llamamos y tratamos de ese modo.

 


5. Cada

paso

 

O tenemos enclaustrados a los niños al lado de las abuelitas y abuelitos ya enfermos, si a éstos se los trata mal, por supuesto. El niño no puede estar en la sala porque está encerada, perfumada y lista para recibir a las visitas y amistades; porque allí rompe la vajilla, desportilla los muebles, reordena las cosas a su modo. Porque la consideración, el orden y el paradigma se ha establecido desde la perspectiva del adulto.

Tiempo después, al caminar con mis hijos por la ciudad, he comprendido por qué Lima, y en realidad todo el país, está deshabitado por los niños. Y es que no hay condiciones para que los padres lleven consigo a los pequeños; y que es otro aspecto de esta historia, arisca y de esta realidad a todas luces penosa.

Nuestras ciudades están hechas para hombres físicamente fuertes, agresivos y hasta inescrupulosos. Porque cada paso que se da en nuestras ciudades hay que pelearlo a empellones. Y es una lucha a muerte que hay que sostener y ganar para vencer. Si es posible en esta pugna hay que abrirse a codazos, arrollar y pasar adelante.

 


6. En la tierra

buena

 

Es esta una batalla para apropiarse de un lugar. Es una guerra a muerte donde hay quienes se imponen, que son unos cuantos. Pero más hay los avasallados, heridos, contusos y perdedores. Y muertos y heridos, de los cuales están sembradas las calles y las pistas y los campos por donde andamos.

Tenemos que cambiar. Reconociendo en primer lugar que no hay bienes más preciosos que los niños. Que no hay joyas ni tesoros más grandiosos que ellos mismos, puesto que son promesas hacia lo más subyugante que se puede pensar y soñar como es el mañana.

Cupiéndonos trabajar, como hace el horticultor, asegurando que la planta hunda bien sus raíces en la tierra buena; y que el suelo esté libre de piedras, y de cascajo. O que se erosione, proveyéndole de agua, librándole de mala yerba y cizaña, refrescándole el terreno y poniéndole algún abono; de tal modo que crezca fuerte, vigoroso y bien arraigados al solar para que no lo sacuda ni abatan las tempestades.

 


7. Hacernos

niños

 

Además, hemos de asegurar que tenga buen tronco y buenas ramas, que crezca derecho, que no se tuerza, que su follaje sea abundante y coposo. Y que a su debida estación se colme de flores y de frutos.

Que dé buena sombra y cosecha; y su aroma cubra y perfume el huerto y la casa en donde ha sido plantado y a los cuales cuando crezca cobije con su fronda.

Y. así como también, que avizore el cielo, que tenga sueños y visiones y le crezcan alas para remontarse y aspirar a crear mundos nuevos, inaugurar linajes, clanes, y una rica progenie.

Que de ellos se desprendan nuevos aires y nuevos paisajes, siendo nosotros incluso los que tenemos que hacernos niños, porque si no lo hacemos, como lo dijo el maestro, no entraremos al reino de los cielos.

 

Fotos2, 3, 5 y 7
Jaime Sánchez Lihón


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