Abril es mes que se inicia con
un lento girar en la bóveda y órbita del cielo.
Por eso, hoy ha salido un sol
radiante que descubre un universo donde cada hoja y grumo de tierra brilla,
relumbra y es nuevo.
Entonces nos atrevemos a
incursionar hacia el mundo de afuera, abriendo las ventanas enmohecidas.
Y es en el umbral del balcón
donde nos golpea con la fuerza de toda su luz y sonidos el paisaje esplendente,
el coro de balidos que llegan desde los apriscos.
Y en el muro cercano el piar de avecillas y el zumbido de las abejas que danzan
y de los moscardones sonámbulos que ronronean.
2. Hora
tras hora
Bajamos y abrimos la puerta de
calle, arrimando montículos de barro, y arriesgamos nuestros primeros pasos
hacia las veredas humedecidas.
Acosados por el cierzo
repentino, y arrebujados al pie de las goteras de la lluvia de anoche aún
prendida en los tejados sumidos en la contemplación, la reverencia y el
asombro.
Y aspiramos el aire con aroma
de alcanfor, de menta y de azahares deshojados que inundan el universo.
Y aunque los barrizales lo
invaden y anegan todo, sabemos que, hora tras hora, no cesará de orear, hasta
hacer otra vez un mundo macizo, seguro y transparente.
3. Casas
vetustas
Abril es mes fecundo, dulce y
transido. Mes de roturar la tierra humedecida con las lluvias de enero febrero
y marzo.
Hemos permanecido tres meses
sumergidos bajo los torrentes de agua que se han desprendido implacables,
descendiendo desde los cielos anubarrados.
Ahora vemos pasar todavía, por
las cuatro bandas de los contornos de la aldea, a los copos de neblinas
rezagadas.
Son los rebaños que van
adelante los que se apuran por atravesar subiendo las colinas.
Cortando camino mientras otros
vellones se han quedado enredados en los aleros de los techos de las casas
pasmadas y vetustas.
4. Hijo
que llora
Otras majadas las vemos trepar
apuradas por las bandas de enfrente sembradas de alverjas, maíces y trigales.
Y subiendo hacia las alturas. Contrastando
el blanco coposo de sus ovillos, aunque a veces desmadejados, con el verde
variado e iridiscente de uno y otro contorno.
Para después trepar hacia las
jalcas interminables cubriendo a su paso cabañas, como el verde de los apriscos
y al ganado y las pastoras llaman desde lejos a sus ovejas extraviadas.
Suben estos celajes viniendo
desde las hondonadas de los ríos para pasar por aquí tan apuradas
Seguro trayendo en su regazo
algún fruto escondido, para perderse en las punas inhallables con algún hijo que llora en sus entrañas.
5. Recién
suspiramos
Abril también es voz y canto de
los arroyos que dejan deslizar sus aguas entre los peñascos.
Es el manar de los puquiales
que desbordan sus aguas donde se solazan gorriones y santas rosas.
Es ver precipitarse las
cascadas que se despeñan, del seno de las montañas que destilan sus lágrimas de
devoción, de fidelidad y de ensalmo.
Y es otra vez sentir desatarse
inclemente alguna lluvia tardía, pero sabiendo que escampará pronto.
Porque ya estamos en abril y
entonces recién suspiramos aliviados después de enero, febrero y marzo
invernales.
6. Brotan
las mieses
Mi prima núbil hoy como un rayo
de luz tiene puesto un vestido fucsia.
Tendida como está sobre el
campo verde de la yerba fresca. Y hay alguien que canta:
Qué bonita
que está la luna
con su lucero
que titila.
Es lucero
que tiembla
enamorado
de
tan bella señora.
Abril es el mes de la tierra,
el mes de la fecundidad, de la fructificación.
Cuando brotan
las mieses por uno y otro sendero.
7. Que va
a nacer
Las últimas pastoras de estas
manadas de nubes vemos que por correr enredan sus rebozos desflecándolas en las
pencas.
Y en los bordes y aleros de las
chozas que aún lagrimean ensimismadas.
Como sorprendidas de tantos
cántaros rotos y de agua arrojadas a sus pechos de madres extasiadas.
A ratos aún nos arrimamos al
fogón de la cocina, envueltos en ponchos y rebozos aldeanos., cuando a lo lejos
mugen las ovejas y becerros en los rediles.
Y las mujeres junto a la llama
hogareña le tararean algo donde se le cuenta y se le canta de lo hondo y lo
vasto de la vida al hijo que ha de nacer.
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