He aquí que escuchamos risas,
cantos, bailes. Miradas tiernas y arrobadas, porque aquí decantamos las penas y
tristezas y las hacemos ternura.
¡He aquí que fluyen los arroyos
y abundan las acequias de agua rumorosa y cristalina gracias a que canalizamos
sobre piedra el agua que filtran las nieves eternas!
He aquí que también construimos
con hojas de palmeras los captores de neblinas en las cumbres y plantamos
bosques de queñuales para atraer la humedad, la lluvia y las neblinas.
Y es porque las plantas se siembran, germinan, brotan, crecen, florecen y fructifican. Y ellas nos protegen, curan nuestras heridas y dolencias como nos inspiran expresiones de identificación a nuestros hermanos hombres y mujeres de nuestra comunidad y otras en las cuales formamos un gran rosario de pueblos.
2. Se abren
infinitos
Por eso se nos ha enseñado a
vivir aquí como hermanos entre los seres humanos en lo que es el ayllu y la
comunidad incaica.
Por eso se ha imaginado y se ha
implementado aquí la construcción de los andenes, que es himno de homenaje a la
vida de parte de las comunidades organizadas.
Esta vastedad, que es a su vez
aridez y abruptuosidad, se la encontraba en todas las perspectivas.
Porque en nuestro país, principalmente en las mesetas altoandinas, los horizontes se abren infinitos, y donde el hombre pareciera estar solo en el cosmos.
3. Anhelo
supremo
Así, abruma la sensación de
reconocerse, en estas circunstancias, ser los primeros seres que habitan sobre
el universo.
Es por eso que los seres se
buscan. Y valoran mucho afianzar y arraigar el sentido de comunidad que la
erigen al pie como arriba o al fondo de las estrellas.
Para eso había que implementar
caminos. Y que estos fueran los mejores en cuanto a edificaciones que aquí
existieron.
¡Y así se hizo! Tanto que
asombraron puentes y senderos a los primeros europeos que incursionaron por
nuestro suelo.
¿Qué es lo que cabe entonces en
relación a todo esto y como anhelo supremo?
4. Canto
universal
Cabe una identificación plena,
sincera y esperanzada con el mundo andino, poseedor de una cultura moral como
ninguna otra lo ha tenido en el universo.
Caben unas relaciones humanas
en base a la limpidez de alma, de mente y de conciencia.
Cabe que siempre prime un espíritu
de fiesta de los afectos y de los encuentros en relación a valores e ideales.
Cabe que tornemos en acción,
por la fuerza de nuestras convicciones, de nuestra emoción sincera y de la luz
de nuestra inteligencia, como es la energía de nuestros brazos.
Cabe, asimismo, que tornemos
canto universal la solidaridad con todos los hombres sobre la faz de la tierra.
5. A ella
volvamos
Todo esto configuró antes un
mundo florido que es compromiso volver a instaurar en nuestro espacio y tiempo.
Por eso:
– Aquí estamos. Aquí ya estamos.
¡Ajajailla!
– Dispuestos ya a sembrar entre
nosotros la semilla del bien, la verdad y la belleza. Ya sembramos, ya tenemos
cultivados nuestros campos. Y es de todos.
Así floreció aquí una cultura
de la solidaridad, de la ternura y el sentido matinal. Y el espíritu de
infancia acerca del universo. Buscada y encontrada en nuestras raíces más
profundas y legítimas.
A ella volvamos. Inspirados en
las voces de nuestros apus, de nuestras cumbres y hondonadas.
6. Empieza
hoy mismo
Inspirados en el caminar en el
regazo de la Pacha Mama; en la tierra, en la arcilla de los caminos, como
también mojados por la lluvia o empapados por las tempestades.
Buscada y encontrada la fe y
una esperanza primigenia que se amaciza en nuestras creencias y en lo mucho que
hemos sufrido; que nos vienen desde lejos y desde lo hondo de nuestras culturas
ancestrales.
Y es que el mundo andino tuvo
que enfrentar a exigencias abrumadoras y supremas. Uno de ellas el espacio
vasto, grande y hasta infinito en que vive el hombre en estas latitudes.
De allí que la utopía entre
nosotros no es aquello que puede ser sino lo que ya ha sido. ¡Y que hemos de
restaurar algún día y que empieza hoy mismo!
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