Estamos hechos del
soplo de las palabras. Y cuando las palabras se llenan de sombra y ennegrecen,
cuando se llenan de abismo y de aullidos de lobos feroces y atávicos, no hay
oscuridad peor ni más horrenda tiniebla. Entonces la vida tiembla, se hace
turbia y sucumbe.
Así como lo que más
nos alienta hacia la vida son las palabras que nos dan ánimo, que nos prodigan
seguridad, confianza y armonía. Y mucho más aquellas que nos dan claves de
vida.
Y es que las
palabras son actos, son hechos tangibles y físicos. Las palabras son
ejecuciones, movilizaciones y hasta hecatombes. Son sucesos, factos y
performances. Y grandes eventos cada una de ellas. Que acaecen, actúan y
producen fenómenos
Las palabras son
ejércitos en marcha, con todas sus banderas, atuendos y clarines que despiertan
y entran en batalla. No hay nada más actuante en el mundo que las palabras.
2.
Estaba
previsto
Las palabras por sí
mismas son paisaje, geografía, y realidad íntegra y compleja. ¡Y son seres
vivos!, con pleno movimiento. Y cada una, muchas veces, potencias desconocidas
y fuerzas por descubrir.
Somos hijos, nietos,
padres y madres de las palabras que nos formaron, nos amamantaron desde niños.
Que nos dan aire y ser, o nos lo quitan. Son aquellas que nos sobrevivirán,
temblando en el tejado si no las hemos arropado, cuando nos hayamos ido.
Fuimos configurados,
presentidos, anunciados por las palabras, que intercambiaron los seres que nos
concibieron, y que son nuestros padres.
Pero antes, desde la creación del mundo, el sentido de lo que somos ya estaba previsto y codificado en las palabras que se pronunciaron. Como después en el balbuceo que intentaban pronunciar los primeros adalides de nuestra cultura.
3. Los espacios
siderales
Son las palabras los
juguetes más maravillosos que han inventado los seres humanos en toda la
redondez del planeta a fin de seguir siendo los mismos, como a fin de cambiar.
Sea que el hombre se
sitúe en los trasfondos y en los pliegues más intrincados del globo terráqueo,
o sea que esté al descubierto y se eleve en los espacios siderales.
Porque la palabra ha
transpuesto al lenguaje todo el mundo objetivo y subjetivo que estaba afuera,
ahora está adentro por proeza y hazaña de la palabra.
Todo lo que alcanza
a morir y todo imaginario del porvenir no son sino palabras. Lo son todo lo que
es capaz de concebirse y apagarse sobre la faz de la tierra.
4. Por mano
propia
El lenguaje mal
empleado, pésimamente dicho, y malamente entendido o pronunciado, causa muchos
estragos fatales.
Empezando por las
familias que parecieran indemnes ante él, quizá por pensar que la inmediatez
para conocer y resolver cualquier problema no nos hace pasar por las horcas
caudinas que el lenguaje con frecuencia levanta sobre nuestras cabezas y
cuellos.
¡No! ¡No nos damos
cuenta!
Que todo suicidio,
por ejemplo, comienza y termina en el lenguaje, con la carta de despedida que
se escribe.
Y como suicidio hay
que entender no solo el colgarse de una viga del techo, atados por el cuello a
una soga. O cualquier otra forma que se utilice para quitarse la vida por mano
propia.
5. El lenguaje
no domeñado
Sino que incluyamos
en este rubro a aquellos actos después de los cuales se puede seguir viviendo,
pero colgados para siempre de una cuerda a partir de lo cual ya no somos libres
ni conscientes.
Y que nos hará por
siempre mucho daño, y que nos tiene atados indefinidamente por la garganta, con
unas fisuras y heridas del alma que ya jamás se cierran.
Muchas muertes ya
han causado las palabras mal dichas. Los mismos hijos ya se han lanzado varias
veces de las ventanas, o corrido a las azoteas a dejarse caer al vacío.
Y hemos oído el
golpe seco, estremecedor y violento de uno y más cuerpos cayendo en el
pavimento, causado por el lenguaje. Y todo por nada real, sino por la espantosa
realidad del lenguaje no domeñado, no sujeto a control y que termina
convirtiendo nuestras vidas en una tragedia.
acontecer
El hombre es hombre
únicamente por el lenguaje que utiliza y del que se vale. Todo ser humano
concreto no es sino una metáfora de sí mismo hecho palabras.
Y el nombre que
ostentamos, hecho de una palabra, o de dos, de tres o cuatro, es lo que nos
define y sintetiza
Sino: ¿quién soy?
Salvo un nombre, que es una palabra. Mi nombre propio, no es nada más ni nada
menos que una palabra.
Ahí empieza y ahí
acaba todo. Y adentro de esa palabra queda abarcado todo nuestro destino.
Y es solo con las
palabras que podemos enraizar con un origen. Y también con el final de nuestro
acontecer en el mundo.
Todo es mediante el
lenguaje, de lo contrario flotaríamos desarticulados en el aire.
7. Mundos
nuevos
Todo fue y es, y
seguirá siendo, convocado por el verbo.
Así salieron desde
la oscuridad o la matriz del universo los seres que lo pueblan.
Entre los cuales
figuramos nosotros. Y no hay ni una sola presencia, ni ninguna cosa existe, y
que haya llegado a la superficie, sin la palabra que la nombra.
Y, a la inversa, que
lo niegue.
Pero no solo la
palabra puede ocultar, deformar y exaltar los mundos tangibles y vigentes, sino
que también los cierra.
Y algo muy
importante: la palabra apura los mundos por venir. Y no solo eso, sino que puede
crear mundos nuevos.
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