Hay
en el poema «Los pasos lejanos» de César Vallejo una dicotomía de vida y
muerte.
Unidas y enlazadas una estrechamente con la
otra: la vida contiene la muerte y esta se nutre de la vida.
Y aquello es parte sustancial e intrínseca
de la condición humana, como también el adiós y lo lejos en los seres que más
se quieren. Y en los que no se quieren es peor todavía, donde reina y prima: el
vacío.
Graficado todo ello en los pasos, en el
poema que comentamos, en aquel ir a pie por los caminos.
Porque, ¿qué son los pasos sino nuestra
ligazón con la tierra y con nuestro destino?
Ellos nos animan, nos conducen; van o están
signados por la estrella que nos guían, como por el hado o la suerte que nos
imprime una ruta cada día.
2. Poesía
esencial
Así, en el poema, estamos con el padre,
pero también en oposición a él. Profundamente inherentes a él, pero igualmente como
algo inclusive contrario.
Está ahora tan cerca;
si hay algo en él de lejos, seré yo.
Vallejo así no dice dura y secamente «soy
yo», sino que diluye y difumina la expresión en aquel «seré yo», como un
rictus, un gesto y una posibilidad. Un quizás o un tal vez sutil.
Solo que esta vez esta oposición está
captada en los pasos, en esta realidad tan básica y orgánica, en donde no solo
está todo el cuerpo sino toda el alma.
Si son lejanos es hondo; si esos pasos se
los advierte cerca cuando el padre duerme, peor aún.
Allí se produce la sacudida y conmoción de
una poesía esencial.
poesía
Porque poesía es también blandir bien un
cuchillo, como cabe esperarlo en quien la asume para cambiar el mundo, como es
el caso de César Vallejo.
Porque aquí se sorprende a un padre
dormido, hecho que es grave cuando en él se ausculta lo amargo y lo lejano.
Ver dormir a un padre, contemplarlo inerme
en una actitud del hijo como espía, de explorador impúdico del misterio del
alma es tanto como cometer un crimen.
Pero si bien es un acto culpable, y Vallejo
aquí lo es, porque sorprende a su padre dormido, y elucubra sobre él.
Como en otro poema lo sorprende de perfil,
al mismo tiempo debemos reconocerlo que es de un convicto de lesa poesía,
cuando dice:
El momento
más grave de mi vida es el haber sorprendido de perfil a mi padre.
4.
El hoy
y
el ayer
Y para descargo: Vallejo blande ese
cuchillo, escalpelo o espada, que matan, pero también que sanan.
Porque igual cuchillo blande el médico ante
una persona que duerme en una operación, igual escalpelo apunta el vigía que
vela en la noche.
Igual espada blande el héroe que defiende
el Morro de Arica.
Él ve dormir a su padre y recién allí capta
su pureza, su ingenuidad y su ser indefenso y donde nos prueba que la poesía es
observar, auscultar, espiar el sentido del mundo para cuidar por él.
Y esta vez observa a su padre para captar
que es puro y es tierno, aunque en él se abatan lo cerca y lo lejos, el hoy y
el ayer, la vida y la muerte, donde si hay algo en él de amargo y lejano “seré
yo”.
5. El
restañante
adiós
Y es
que cuando César Vallejo nació su padre ya tenía 52 años de edad. Y en el padre
él tuvo representado el enigma de lo que es o puede ser la vida y la muerte.
El padre es un anciano cuando el joven
César escribe «Los pasos lejanos» en 1918, siendo un mozo que frisa los 26
abriles, mientras su padre sentía ya el agobio de los 75 años a cuestas.
De allí que la figura paterna en su poesía
es el destiempo y el misterio absoluto, que es lo que finalmente inspira este
poema; o sino: qué nos quiere decir cuando expresa:
Ha de velar papá rezando y quizás pensará se me
hizo tarde.
Y en otro momento:
En un sillón antiguo sentado está mi padre como una
Dolorosa.
Así como también dirá: Mi padre es una víspera. De allí que toda la sensación que se tiene
frente a él es un enlazar con el misterio.
6. Madre
y padre
El padre es el punto de unión entre el
hogar con bulla, con verde, con niñez, y la soledad donde se reza, de la niñez
exultante y el derrumbe y la desaparición del hogar.
El padre es el nexo, el punto de unión y
encuentro entre lo inocente y la partida, entre el adiós y lo que se queda,
entre lo que se halla y lo que se pierde:
Mi padre se despierta, ausculta
la huida a Egipto, el restañante adiós.
Y dentro de ese orden se ubica el
sentimiento al padre, tan intenso en nuestra cultura por los sentimientos a los
que se le enlaza; tan básico y fundamental para protegidos con su figura pasar
por la infinitud de los tiempos.
Porque felizmente la nuestra es una cultura
en donde los personajes padre y madre son centrales. Y el candor de nuestras
vidas es lo primero, a tal punto que padres también son los cerros, los ríos,
las lagunas y los mares. Y hasta una piedra es madre y padre.
7. De la
nada
a lo eterno
Concluyendo por todo ello que César Vallejo
es poeta de ámbito o dimensión universal, pero hecho o tejido con lo más
esencialmente andino, familiar y humilde; tramado con lo más íntimo y
entrañable de lo que somos y tenemos.
Es decir, encontró la universalidad no
despojándose ni renunciando a nuestra manera de ser, ni a nuestros sentimientos
más genuinos, ni a nuestras emociones primigenias, sino cavando aquí,
engrandeciendo y asumiendo heroicamente nuestro mundo propio.
Tampoco dejándose seducir por nada que
tuviera lujo, resplandor o éxito foráneo, sino dejándose guiar por lo que más
conmueve, se ama y compromete, pero aquí; como es el ser humano, tal cual
somos, dignificado con su ser lo común, corriente y cotidiano de nuestro
acontecer.
Y de ese modo César Vallejo elevó la poña
que somos hacia el infinito y lo inacabable. Es el redentor de los pasos que
aparentemente van a la nada llevándolos a lo eterno.
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