En Shorey ahora sopla un viento helado. He
esperado ocho horas a la vera del camino.
Ya el crepúsculo se ofrece ensangrentado.
Aquí todo es de color ocre, con un barniz
de verde tenue en los perfiles de piedras, cerros y horizonte.
Y dentro de ese panorama el amarillo de los
caminos. ¿Será por las pisadas que se amarillan?
¿Será por el destino de la gente que padece
que toman este color misterioso?
¿O será por tanto pensamiento y preguntas
incontestadas en el alma de la gente que se hace una
huella imborrable?
Porque es una hendidura profunda en que se
hunden los caminos, ¡como heridas profundas en un rostro!
2. latir
del mundo
¿Y será así cómo se tornan viejos los
caminos? Porque, ¿son viejos o nuevos los caminos?
Aquí otra vez es el encuentro con el barro
del sendero. Años en que no hubo arcilla en la suela de mis zapatos. porque
todo eran pistas, baldosas y cemento.
Ahora la piel y el latir
del mundo se adhieren a las plantas de mis pies.
– Joven, por si acaso, ¿ira a Santiago de
Chuco?
– Para allá voy, señor.
– ¿Puede llevarme?
– Suba.
– Y ¿puedo ir arriba, en el toldo?
– ¡Por supuesto!
3. Unas lejos
y otras cerca
– Eso sí, cójase bien en las curvas, porque
puede salir volando.
– Me cogeré bien.
– ¿Ya? ¿Listo?
– ¡Ya vamos!
– ¡Hurra! ¡Aquí voy! ¡Vuelvo!
El camión da vueltas veloces en las curvas.
Cogido a un madero, con el rostro abierto a
todos los vientos doy hurras, canto a la vida. ¡Vuelvo a mi tierra!
Estos son los paisajes de mi infancia.
Estos los perfiles de los cerros. ¡Estos los sembríos!
¡Esta la techumbre de las casas unas lejos y otras cerca de la carretera con sus
apriscos de piedra!
4. Cerca y
en lontananza
Encima de la caseta grito en todas las
direcciones:
– ¡Aquí estoyyyyyyy! ¡Soy yo! ¡Vuelvo!
Grito al misterio que se muestra u oculta
azulado en la hondonada.
– ¡Aquí estoyyyyyyy!
Reto al sol que ya se muestra rendido y
pronto a ocultarse ensangrentando en el horizonte.
Grito a los nubarrones y a las piedras. A
los árboles y a las briznas de hierba que se extienden por el campo.
– ¡Aquí estoyyyyyyy! ¡Vuelvo!
Y saludo con una reverencia a las piedras
que son guardianes. Y a las casas de los pastores esparcidas aquí cerca y en
lontananza.
5. Estoy
vivo
Todo aquí se hace puro.
Aquí los arroyuelos de agua bajan
desprendidos de las nieves.
Cristalina se desliza el agua por la tierra
negra y en las piedras desnudas. Yo les susurro:
– Esta es mi tierra. Hoy he vuelvo.
Y las lágrimas quieren ser también
arroyuelos que se deslizan por mis mejillas y se hunden en la tierra.
Debo haber demorado mil años y siglos en
regresar. Pero aquí estoy, ¡y hablo! ¡Estoy vivo, con el infinito del sol en mi
alma!
¡Estoy vivo, y por fin vuelvo!
Con la noche y las estrellas que me hacen
recordar lo ínfimo que somos ante tanta eternidad.
6. Tierra
mojada
Desde esta curva se avista Santiago de
Chuco en la lejanía. Un promontorio que se eleva entre bajíos y cañadas.
Ahí está.
Un nidal engarzado en una rama. Un racimo
de tejados y ventanas crecido en la savia de un árbol iluminado por la luz del
sol ya en crepúsculo.
Dentro del lindero de montañas que lo
abrazan un oleaje de techos rojos.
Un geranio escarlata bajo el infinito azul
del cielo anubarrado.
Al contorno de ese diamante refulge la
cordillera de los andes.
Dentro de él: puertas y calles por donde
discurre la vida. Y en su entraña: amores. Con olor a tierra mojada, a
alcanfores, a humo de cocinas.
de fiesta
Allá la luz del sol en las paredes y la
luna en los últimos aleros de la tarde.
¡Qué de recuerdos se cobijan bajo estas
techumbres! ¡Qué de amores, idos y presentes!
Hacia atrás y en lo alto el cementerio.
Maíces y el trigo ya en espiga en las eras.
¡He vuelto! ¡Por fin, he vuelto!
Y en toda esta travesía al origen tú, niña
adorada de mi infancia. Tú a quien nunca hablé, sino únicamente miré, pero a
quien adoré reverente hasta el infinito de los tiempos.
Tú presente, no sé si al fondo o delante de
las casas vetustas, como una campana de fiesta tocando a rebato para siempre en
mi corazón.
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