Hoy día 3 de mayo se
celebra en muchos pueblos del Perú y principalmente de aquellos del mundo
andino, la Fiesta de las Cruces, que consiste en que se velan las cruces de los
caminos en las cumbres de los cerros y colinas donde permanecen.
O bien trayéndolas,
si se puede, a las casas en donde se hace una fiesta aldeana, con música de
tambores, pincullos y pífanos.
Para ello y en comitiva
se lava y unge la cruz, en un arroyo o quebrada de agua cristalina. Y también,
quién va o compaña, se echa agua a la cara, se moja la cabeza, y se acicala el
cuerpo con el agua en rito de ablución.
Adornando y
vistiendo a las cruces, cubriéndolas de campanillas, de esas flores con capullo
de amarillo solar.
2. Casas
esparcidas
O de aquellas otras de
rojo bermejo y que cuelgan como pompones o borlas de estandartes desde sus
ramas. Colores que no desmayan por más que ya estén arrancadas de sus ramas,
pero unidas ahora a un árbol sagrado como es la cruz.
Pero también se
adornan de sunchos silvestres de color amarillo intenso, aún con gotas de rocío
en sus hojas, en sus corolas y en sus pétalos. Se las engalana y atavía con
margaritas que crecen al borde de los arroyos. Y con crisantemos de un azul radiante.
Y luego, al compás del cajero que toca el
bombo y la flauta en la amanecida, se avanza hasta la cruz, se la trae o se la
lleva a dejarla en la colina del camino desde la cual domina y bendice nuestros
campos, nuestras casas esparcidas, los sembríos y
los caminos.
3. Gira
la
tierra
Para eso, aquí está
don Santiago Huamán el cajero alrededor del cual la gente baila.
Bailamos al compás
de su bombo, hecha la envoltura circular de cáscara de eucalipto. Con dos
pellejos curtidos de chivo o de perro amarrados a ambos lados de este
instrumento al cual también llamamos caja.
Los cueros están
sujetos y templados con pitas de cabuya extraída de las pencas sin que una sola
hebra se haya cortado.
Allí golpea
hechizado don Santiago Huamán, marcando el compás con la taitana como si fuera
el ritmo con que gira la tierra y da vueltas el universo.
4.
Ritmo
del agua
Taitana que es un
palo u émbolo hecho de capulí o molle, con una talega de cuero en la punta.
Ablandada con lana
puesta hacia adentro.
Enorme como un
guante que al golpear en el cuero del bombo retumba, y se remueven los
cimientos de esta cabaña y se estremecen las rocas de las montañas de enfrente.
Con la taitana don Santiago aporrea en el
cuero y en el aro de la caja o bombo. O bien con la parte posterior le da en el
mero palo de la circunferencia.
Y con lo cual
produce el ritmo del agua que corre, del viento que surca y el fuego que abrasa,
y que hace zapatear a su alrededor a la gente que se agita, delira y contornea:
5. ¡Que
viva!
– ¡Que viva la Fiesta
de las Cruces!
Grita uno.
– ¡Que viva!
Repiten todos.
– ¡Que viva el
lucero del alba!
– ¡Que viva!
– ¡Qué vivan
nuestros campos y sembríos!
– ¡Qué vivan!
– ¡Que viva nuestra
tierra!
6. Y
en
flor
Y arrancan los
huaynitos, las marineras, las cashuas; y los aires de fiesta de nuestro pueblo.
Que don Santiago Huamán desprende, eleva y vuelve a sepultar solo con la
flauta.
Flauta que une su
boca con el bombo, en cuyo final tiene los orificios que tapa y destapa con los
dedos renegridos por las labores de labranza. Y así sopla redivivo, pese a ser
ya varias horas en que toca sin cesar.
La flauta que toca
don Santiago Huamán, hecha de palo de saúco ahuecado en el centro, al cual se
le ha labrado una embocadura horizontal y pareja.
Y que pulsa guiado
por la emoción al interpretar las tonadas y dar rienda suelta a nuestra alegría
inocente frente a los campos que ahora están verdecidos y
en flor. Tonadas que hacen que vuelen ponchos y polleras, y se encienda en
las mejillas el color del capulí.
7. El
retoño
que
brota
Y, así como nos hace
contornear en la danza, en la celebración y el agasajo, nos hace añorar y
exaltarnos hasta las lágrimas, y más a la gente que no baila y solo escucha,
sea en las plazas como en las lomas y en las parvas.
O, como ahora, al
pie de la cruz en torno a la cual bailamos. Y en los caminos por donde ahora
pasamos.
– ¡Salud, por las
cruces!
– ¡Salud!
¡Que viva nuestro
pueblo!
– ¡Que viva, hermano!
Pueblo bendito el nuestro que sabe adorar, que
sabe inclinarse ante la espiga que se mece con el ciento, ante el capullo que
abulta y ante el retoño que brota.
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