sábado, 12 de junio de 2021

12 de junio. Día de la Literatura Infantil Amazónica. / El cazador y el agua.


12 DE JUNIO
DÍA DE LA LITERATURA INFANTIL AMAZÓNICA

EL CAZADOR
Y
EL AGUA

Danilo Sánchez Lihón





El agua
en su sorda
antigüedad
César Vallejo


1. Los ricos
potajes

 

– ¿Quién barre mi choza, tiende mi lecho y prepara mi comida?

Se preguntó el cazador, teniendo un sobresalto y dando un golpe falso del remo en el agua.

Esto ha sido al borde del entresueño del mediodía, mientras permanece descansando, recostado en la floresta.

Se ha despertado con esa interrogante repentina. Y en ello sigue cavilando.

Porque siempre al regresar, bajando el arco y las flechas que lleva colgado del hombro y atravesándole la espalda, ve que la comida está allí.

Además, servida y humeando. Y se fascina observando los ricos potajes puestos en su mesa.

 



2. De

buena mano

 

Pero ahora, aún lejos de su cabaña, se hace otra vez la misma pregunta:

– ¿Quién barre mi choza, tiende mi lecho y prepara mi comida?

Y no atinando a dar una respuesta valedera a este interrogante, apura su regreso inquietado por despejar esta incógnita.

Por ahora solo sabe que los alimentos que encuentra servidos están calientes, y que es fresco, bueno y sabroso el aderezo, como salidos de buena mano.

Temprano sale a pescar enrumbando su canoa, ya sea río arriba, o ya sea río abajo.

 



3. Viandas

servidas

 

Hoy día ha cazado un cervatillo y dos paujiles. Se los echa al hombro y emprende el camino de retorno.

Llegado al río acomoda su canoa con la carga y empieza a remar suavemente a contracorriente y sin hacer ruido.

Su cabaña aún está distante pero la hora es propicia para retornar; aún con la luz del día, aunque ya declinando el sol en el horizonte.

El atardecer ha roto sus celajes amarillos y rojos en el poniente.

Ve su imagen reflejada en un remanso y se siente bien al mirar el arco cuya faja atraviesa su pecho.

Llevando en la curva de su espalda las presas que ha cazado, detrás de su cabello revuelto e hirsuto sobre su rostro anguloso.

 



4. El carbón

encendido

 

Contempla largo rato los copos de neblina blanca sobre el verde del follaje y de los cerros.

– Pero, ¿quién barre mi choza, tiende mi lecho y prepara mi comida?

Se dice de nuevo al llegar y encontrar que las viandas están otra vez servidas, que huele a aderezos bien sazonados, y que los condimentos son recientes y exquisitos.

– Mañana vigilaré quién visita mi choza. –Dice.

Se levanta temprano, prepara su aljaba, alinea sus flechas y sale como siempre de madrugada.

Pero al desamarrar su canoa irrumpe otra vez el carbón encendido de su pregunta sin respuesta.

 



5. Pasos

menudos

 

Queriendo reconocer el secreto de estos hechos, allí mismo toma la decisión de quedarse y esperar.

– ¡Hoy debo saber quién entra en mi choza; y amorosa hace todo para complacerme! ¿Quién es?

Desamarra su canoa de la estaca que tiene clavada y se pone a contemplar cómo lentamente el agua la va arrastrando hasta hacerla desaparecer río abajo. Y regresa a su morada a buscar explicación a su dilema.

Sin despojarse del carcaj que lleva puesto, toma sitio en un rincón en penumbra, desde donde puede observar todo el ámbito de su aposento.

Al cabo de un momento escucha unos pasos menudos, y a pie descalzo, sobre las hojas y la tierra apisonada. Y luego el chirrido de la puerta cuando se empuja y se abre desde afuera.

 



6. ¿Quién

eres?

 

Ha entrado una niña preciosa con la falda recogida trayendo un atado de frutos silvestres que extiende sobre la mesa.

Ligera y presta enciende el fuego, corta carne reciente que allí encuentra; pela las papas, desgrana el maíz y lo cocina.

Sancocha las verduras y las adereza.

Luego lava, arregla, pone las cosas en orden. Sirve la comida y la cubre con hojas de palma para cuando él llegue. Y se apresta a salir.

A él, desde el rincón donde permanece, le cuesta pronunciar palabra, pues se siente extasiado. Pero es en ese instante que por fin alcanza a decir:

– ¿Quién eres?

Con el susto la niña suelta lo que lleva, y busca entre las sombras el lugar desde donde la voz ha salido.

 



7. El rubor

en sus mejillas

 

– ¿sí?

Él, dejando su escondrijo, vestido aún con su atuendo de caza, sale completamente. Y mirándola otra vez le inquiere:

– ¿Quién eres? –Repite mientras ella se sonroja.

– ¡Soy el agua! –Habla ella, tímida y balbuceante.

– ¿El agua?

– Sí.

– ¿En dónde vives?

– En el manantial.

Expresa ella, ya mirándole de cerca y de frente, cuan bella y hermosa es.

– Y, ¿cómo es que me conoces?

– Porque cada día te inclinas a beber de mi fuente. Y me besas.

Le confiesa ella, encendiéndosele más aún el rubor en sus labios, de sus ojos y sus mejillas.

 

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