¡Ah, el viento de mi comarca! Que brama por las
pampas, que baja y sube por las hondonadas y las cumbres.
Que es el mismo que se adelgaza, y que entreteje sus
manos y su cabellera celeste entre los ramajes tiernos.
Y retoza feliz entre los geranios, mostazas y retamas.
¡Y luego juega –oh, perdón–, ¡trabaja en las parvas arrumadas
de gavillas!
¡Trabaja, pero juguetón y solidario con hombres,
mujeres y niños!
Venteando el grano de trigo, de cebada, de alverjas y
lentejas, ¡separándolo de las espigas y rastrojos!
2. Al
pie
Que se afina entre las pircas de piedra de los
cementerios baja su voz, reza y hasta se aduerme tembloroso y tenue.
Que se adelgaza quedo cuando pasa por entre las cruces
de los cementerios y camposantos.
Como se enternece rozando los tallos de mostazas,
retamas y geranios que crecen ensimismados al pie de los catafalcos.
¡Como pronto se desbarranca indomable y fiero por abismos,
peñolerías y bajíos!
3. Que
se invoca
¡Ah, el viento de mi pueblo!
Es el mismo que se tiende, se place y se recuesta
quedándose profundamente dormido entre las alas de los pájaros.
Que impulsa desde dentro el abrirse de las corolas y
el mecerse de los pistilos
Que es el mismo viento que reza, que entra y sale
conmovido cuando hay alguien enfermo en la casa.
Que clama porque se revierta y se sane alguna herida, y
alguna pena, como se borre alguna desilusión y algún desengaño.
El mismo que se invoca para que llegue un consuelo por alguna ausencia o despedida.
4. ¡El
olvido!
Por eso, hay viento en las canciones con que una madre
acuna al hijo tierno con sus mecidas y arrumacos.
Hay viento que emerge del corazón, se afina en las
gargantas y se expande hacia lo alto de un balcón de antepecho de una casa
vetusta en las serenatas.
Hay viento del soplo de aliento que da un padre y la
madre, al hijo que parte.
De quien se expone a una prueba de vida y muerte en un
quirófano.
O, es el viento que desaparece cuando presiente que lo
que se adviene es la peor de las desdichas: ¡el olvido!
5. Viento
del regreso
Por eso, hay viento trémulo de una confesión de amor
mientras los enamorados se miran a los ojos.
Que se estremecen con el viento en donde las miradas
se posan extasiadas.
¡Hay viento de los suspiros, de las quejas y los
reproches!
Viento del adiós del amado que hemos sido, y vamos anunciando
nuestra partida.
Viento donde anunciamos nuestro regreso a la comarca y
a la casa desde donde partiéramos.
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