No lloré cuando vi de niño que murió y se enterró a mi abuelo querido,
quien tuvo para mí, y yo para él el cariño más tierno y sublime.
No lloré al ver caer destrozado al ejército del Perú y Bolivia que se
defendió de la agresión en el Alto de la Alianza.
No lloré al saber que sucumbió el Huácar en Punta Angamos, con su
comandante hecho pedazos y toda su tripulación diezmada, la que murió y la que
fuera hecha prisionera.
No lloré con el asalto a mansalva a Puerto Pisagua que en gran parte fue
incendiada.
¡No lloré cuando vi saqueada y ardiendo a Tacna! Ni menos después de
combatir ya cuerpo a cuerpo en el Morro de Arica, de caer por el borde y
permanecer en un agujero hasta salir días después por la noche y refugiarme.
hirviente
¡Porque no se debe llorar cuando se lucha!
Pero al divisar tu ataúd y verlo avanzar por el muelle en un silencio
que solo interrumpía el golpeteo de las olas.
Y cargado ya por una guardia de honor de soldados peruanos.
Y al ver a la multitud agolpada, primero silenciosa y después rugir como
si explosionara un volcán de lava hirviente, y
atronar con un grito de:
– ¡Viva Bolognesi!
– ¡Viva Moore!
– ¡Viva el Perú!
Y desafiando a los soldados armados. Y desacatando así la prohibición
impuesta.
3. Todo
era sagrado
Y ya decididos y expuestos sin miramientos a la bestialidad y a la
muerte que podría haberse desatado... A ti, oh padre! A ti, Francisco Bolognesi,
a quien llamo así con toda convicción, ternura y reconocimiento.
A ti, ante quien me cuadro, saludo e inclino, sin poder detener estas
lágrimas hirvientes. ¡Padre!
Y ha sido al escuchar al poeta Federico Barreto enderezarse enhiesto
como un mástil en la tempestad, en lo más alto de la proa, y alzar su voz
desafiante, jugándose la vida.
Y quien pese a la prohibición ha hecho resonar su verbo de fuego. Y a
quien no han podido apresar en ese momento seguramente porque sentían que todo
era verdad, y en el fondo era sagrado.
¡Oh padre! lágrimas quemantes resbalan por mis mejillas, sin yo
quererlo, y surcan ahora mi rostro.
4. Arica
es un altar
Día habrá, digo yo, quizá muy pronto o muy lejos, no sé, en que mis
hijos pregunten quién fue su progenitor, y el ser que les dio la vida.
Y tú, amor mío, les dirás con tus propias palabras, mirando el horizonte
por la ventana, con toda la claridad de la mañana, ¡les dirás quién fui! Un soldado
que defendió con su vida el Morro de Arica. ¡Ese es mi título!
Día habrá en que ellos y todos sientan un orgullo inextinguible en el
alma por todo lo que hemos podido defender en esta vida.
Por lo que pudimos ser, ¡y fuimos!, con todas las desventajas en contra
nuestra en este Morro que se erige ahora como clave, consigna y santo y seña
que no se olvidará jamás en esta y en otras vidas.
Día habrá en que estas notas alcancen a llegar hasta tus manos y las
manos de mis hijos, amor mío, que las leerán y tendrán preguntas incontestables
y hasta como verdaderos enigmas que ahora trato de entrever para en algo
poderlos aclarar.
5. Nuestro
pulso
¡Pero más! Ojalá que todo el Perú lleve siempre a Arica como una
consigna en el alma, porque eso nos hará grandes. ¡Y con eso todo el sacrificio,
y la sangre entregada en este sacrificio estará justificada!
¡Que los inmensos caudales de sangre que aquí se ha derramado que sirva
para ser mejores peruanos, siempre! Para que nadie mienta, ni nadie se sienta
desfallecer.
Para que nadie se acobarde, ni menos delinca. Ni deje de tener
esperanza. Por eso es que aquí hemos luchado y entregado nuestra vida.
Porque cada palmo de tierra aquí la hemos defendimos con nuestra sangre,
con nuestro pulso, con el aliento de nuestras bocas, con el palpitar de
nuestros corazones y nuestros sueños en alto.
Con nuestra ternura. ¡Con ínclito e imperecedero amor!
6. Por los siglos
de los siglos
Porque aquí se ha regado sangre amorosa, sangre de padres, de hijos, de
enamorados y esposos. Sangre que defiende, sangre ferviente, no que asalta,
irrumpe y agrede.
Sino que acuna, protege y guarece. Sangre que abriga, acoge y
salvaguarda. ¡Esa es la sangre nuestra!
¡No es sangre de hienas ni de bestias!
Porque nunca se probó tanto una fe adorable en un altar tan hondo y
empinado como es Arica.
Y en donde despiertos o en sueños, para todos quienes somos peruanos, como
también para hermanos de otros pueblos, flameará la bandera del Perú inmarcesible,
por los siglos de los siglos, y en lo más inhiesto
de su cumbre.
7. Ni jamás
se olvida
¡Esto que jamás se olvide! Por eso, después de Tacna pude hacer el
camino contrario a ir a tus brazos, amor mío, y a los brazos de mis hijos, para
venir hasta aquí a defender algo sagrado.
Por eso Arica será siempre
nuestra.
Porque aquí ser Perú supera todo cálculo, supera toda lógica, toda
racionalidad, toda medida y toda ciencia para ser fe infinita.
A partir de aquí solo le cabe lo eterno. Porque días como hoy son
síntesis que difumina todo lo terreno, circunstancial y mundano.
Arica es una adoración, un ara y un baluarte moral. Un tabernáculo.
Por eso, ¡Arica no se rinde, ni ayer, ni hoy, ni mañana! ¡Ni jamás se
olvida! Y para siempre, en el confín de los tiempos.
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