miércoles, 9 de junio de 2021

9 de junio. El "Presbítero Maestro" se torna museo. / El cementerio de mi comarca.


9 DE JUNIO
EL “PRESBÍTERO MAESTRO”
SE TORNA MUSEO

EL
CEMENTERIO
DE MI COMARCA

Danilo Sánchez Lihón



Antigua puerta de ingreso


Silencio. Aquí se ha hecho ya de noche,
ya tras del cementerio se fue el sol;
aquí se está llorando a mil pupilas:
no vuelvas; ya murió mi corazón.
César Vallejo

1. Amatistas
y rojos

 

El cementerio de mi comarca tiene la belleza de lo transparente y la hermosura de lo que es luminoso, pese a que allí reposa la muerte.

Donde crecen las retamas, las clavelinas y los sunchos. Y por entre los nichos y las tumbas sobresalen los geranios, las mostazas y las malvas.

Tanta belleza da dolor ciertamente, que sin duda se acrecienta mirando hacia todo lado los campos sembrados y verdecidos.

Y al frente los techos rojos y las paredes blancas de las casas, donde adentro se acuna la ternura más honda.

Por donde sale el humo de las cocinas, y en lontananza los bosques y las lejanías azulinas.

Laderas por donde se asientan otros pueblos y por donde se elevan los cielos ora apacibles, ora desgarrados de azules, naranjas, amatistas y rojos.

 

Subida al cementerio en Santiago de Chuco


2. Entumece

de frío

 

El cementerio de mi comarca es una atalaya florecida de retamas, donde todo fecunda, echa flor y verdece.

Donde todo es tan hermoso. Que en él no hay nada triste en su superficie.

Salvo cuando llega un entierro y se mira el rostro enlutado de los deudos que evidencia que han llorado las dos largas noches y los dos largos días que duran los velorios en mi aldea nativa.

Y más triste aún es extrañar aquí abajo, ya en nuestras casas, habiéndonos regresado del cementerio, triste es extrañar al ser querido que se ha dejado allí arriba.

Allí donde ahora reposa, imaginando que en las noches bajo la lluvia y los relámpagos que se desatan su cuerpo se entumece de frío.

 


Tumba de mi padre 
en el cementerio de Santiago de Chuco

3. Varios

candados

 

La puerta es una reja de fierro con dos columnas de adobe a los costados que rematan en un techo pequeño que semeja la forma de dos torres.

Las paredes del contorno siempre fueron bajas y son muros de tapia que dejan ver sus filas de piedras, y hacia adentro las cruces.

En algunos sitios se han hecho portillos por el trajín de quienes quieren entrar sin querer pasar por la puerta; que casi siempre son los niños.

 O que son, algunas veces, personas mayores, cuando la puerta la encuentran cerrada.

Y que cuando así ocurre la amarran con una cadena y de ella penden no uno sino varios candados.

 

Capilla de la familia Santa María Cueva


4. Una

a cada lado

 

Un arco une por la parte superior las dos columnas de adobes que se alzan a los costados de la puerta; teniendo al centro de aquel remate una insignia en sobre relieve.

Y culminando hacia arriba se eleva una corona de fierro hacia el firmamento que parecería querer significar la unión aquí de cielo y tierra.

Después de cada columna amplían el frontis dos paredes que parecen ser de adobe semejando en su ángulo remate superior a un perfil de una casa con sus techos a dos aguas.

A continuación de las paredes se ubican dos grandes capillas, una a cada lado de la puerta de entrada.

Las capillas parecen pequeños templos, con sus torrecillas, una a cada lado.

 



Regreso del cementerio de Santiago de Chuco

5. El ruido

de sus goznes

 

Una de esas capillas pertenece, según dicen las palabras en la parte superior y encima de su portada, a la familia Benites Vargas.

Y la otra, en palabras ya borrosas, perteneciente a la familia Santamaría Cueva.

Siempre me tentó tocar y palpar su cerradura y los candados fríos colgados de sus armellas.

Y siempre me sumergí imaginando en qué sitio de la casa de sus dueños reposaban las llaves que abrían las puertas de estos sepulcros.

Y cuál sería el ruido de sus goznes al abrirlos cada vez que llegaba un nuevo catafalco.

 


Vista panorámica del cementerio de Santiago de Chuco

6. Crecen

las retamas

 

Una inscripción al ingreso del camposanto quedó imborrable en nuestros espíritus, puesta en la parte superior, de una de las capillas.

Escrita en letras inclinadas de las cuales solo se había pintado las sombras y no las letras mismas, en color negro, y que decía lacónicamente:

“Muerte; sueño eterno, dolor profundo”.

Por eso repito tal y como empecé: El cementerio de mi comarca tiene la belleza de lo transparente y la hermosura de lo que es luminoso, pese a que allí reposa la muerte.

Donde crecen las retamas, las clavelinas y los sunchos. Y por entre los nichos y las tumbas sobresalen los geranios, las mostazas y las malvas

 

Todas las fotos
Jaime Sánchez Lihón

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