¿Quién de nosotros no ha modulado al menos, o canturreado apenas con los
labios yendo por el camino bajo los árboles, o quizá cantado a pulmón lleno por
calles y plazas, el vals “El Plebeyo”? Y cuyas notas dicen:
La noche cubre ya con su negro
crespón
de la ciudad las calles que
cruza
la gente con pausada acción.
La luz artificial con débil
proyección
propicia la penumbra que
esconde
en su sombra venganza y
traición.
Después de laborar, vuelve a
su humilde hogar
Luis Enrique, el plebeyo, el
hijo del pueblo,
el hombre que supo amar.
Y que sufriendo está esta
infamante ley
de amar a una aristócrata siendo plebeyo él.
Canción compuesta por Felipe Pinglo Alva, llamado también: “El bardo
inmortal”, “Padre de la música criolla”, “El Maestro”, “El cantor de los
humildes”, “Felipe de los pobres”, y muchas otras fases encomiásticas más,
autor querido y hasta venerado por quienes tuvieron
el privilegio de conocerlo y ser sus amigos.
2. Corazón
del criollismo
Canción esta que al final ¿a qué apela? ¿Cuál es su enseña y su bandera?
¡Al amor! Que es lo que todo lo ordena, le da sentido y legitima. Sin embargo,
esta canción se prohibió que fuera propalada por las radios limeñas, medida que
se dictaminó a través de un comunicado titulado “Orden, paz y trabajo” del
gobierno de Oscar R. Benavides,
Vetada junto a otras canciones de Felipe Pinglo, como son: “La oración
del labriego”, “Mendicidad”, “El canillita”, “El huerto de mi amada”, “Sueños
de opio” y “Pobre obrerita”, porque exaltaban al pueblo humilde, sufrido, y eso
nunca han querido los poderosos, ni quienes defienden los sistemas de oprobio.
Su autor, fue un hombre que, pese a que vivió solo hasta los 36 año, edad
en que murió, dejó una obra profusa, intensa y significativa, acervo que
alcanza aproximadamente a las 300 composiciones.
Quien nació en las Barrios Altos de Lima, el 18 de julio del año 1899, en
pleno corazón del criollismo; pero quien tuvo la
desgracia de que a los 8 días de nacido perdiera a su madre quien murió de
uremia al darlo a luz, a quien era su primer hijo, hecho que fue el que seguramente
determinó su carácter melancólico. Y el buscar en la vida, hasta en los lugares
ariscos, aquel amor perdido.
Serenata. Detalle de la pintura de Teodoro Núñez Ureta
3. Otorgar
sentido
Su padre era maestro de escuela y de un linaje proveniente del departamento
de Piura. Su hijo, Felipe, era zurdo y tocaba la guitarra a la inversa de lo
normal, quien tenía el don providencial de expresarse en música, a lo cual
sumaba otra virtud, cuál era su pleno dominio del lenguaje verbal, con una
terminología galana, cultista y enjoyada. Era prodigiosa su capacidad y talento
para componer. Le brotaban naturales y espontáneos los versos convertidos en
música, asociados tanto la melodía como la letra, en un lenguaje a la vez
sencillo y depurado.
A quien las imágenes lo registran como un hombre noble y hasta
candoroso, de inmensa sensibilidad; enamorado de la vida y sus dones; y enamorado
del amor. Quien compuso su primer vals a los 18 años, y se denomina “Amelia”. Es
digno también destacar en él su autenticidad de artista, quien no compuso nunca
para ganar dinero, ni para hacerse de una posición económica o social. Y ni
siquiera para obtener reconocimiento. Él componía para compartir con sus
amigos, para vivir intensamente y para otorgarle a su vida sentido, sin
contaminar su arte con algo espurio ni ilegítimo.
4. Bellas
flores
Sus canciones, recitadas únicamente como letra, aunque sin la melodía,
se leen como poemas, es decir tienen valor literario autónomo, puesto que son
versos plenos de sabiduría, como cuando dice en su canción “Abuelito”:
Un anciano es un libro
viviente,
donde se hallan consejos de
bien,
la experiencia que por sí
atesora
dan
a sus palabras verdad y saber.
Un anciano es el fin de la
vida,
es la antorcha que se va a
extinguir,
es el reto del dolor humano
que llama a la muerte para no sufrir.
Y, así como cantó a la mujer y al trabajo, cantó a las flores:
Llegó el invierno con sus
rigores
las bellas
flores a hacer sufrir
ellas marchitas, llenas de
penas
al fin tuvieron que sucumbir
las azucenas leales y bellas
a los claveles vieron morir
y las magnolias se deshojaron
llorando a solas su triste fin.
5. De sentir
y de pensar
Pero lo más importante de su aporte es haber abierto la canción como un
espacio en donde se hace justicia, así como un ámbito de reflexión, de toma de
conciencia y sensibilidad social. Y es que él supo cómo identificarse con los
pobres y humildes de la tierra, con la masa trabajadora y, sobre todo, con la
clase obrera y el vecino del callejón popular.
Supo darle a la canción contenido humano, halo vital y trascendencia.
Hizo que una Lima muy dada a la indiferencia y la frivolidad se humanizara a
través de sus canciones, torciéndole el cuello a la vanidad y a la soberbia, descubriendo
la dignidad del hombre pobre y de condición modesta.
Le dio alma a Lima en muchos aspectos superflua, trivial y desalmada. Le
puso vida a lo inerte y mecánico. Fue puente. Hizo que Lima se torne romántica
y sea capaz de conmoverse; la hizo dejar tanto alarde, pedantería y presunción,
de allí que Felipe Pinglo entre nosotros sea leyenda viva.
Su alma endulzada en el néctar del amor, hizo que el vals se convierta en sentimiento y emoción. Su identificación con los pobres, y con el pueblo llano; ayudaron a configurar una época, una manera de ser, de sentir y de pensar.
En todo dejando el alma herida
6. Y llegaba
el amanecer
Sin
embargo, él en vida, como persona, en el ambiente artístico de su época, fue un
marginal y no tuvo ningún reconocimiento, como tampoco lo buscó. Él pasó
desapercibido por el sistema para quien otros eran las estrellas fulgurantes de
la canción. Para él eso nada le importó.
Su
pasión era cantar, estar con sus amigos, amanecerse libando y celebrando la
vida. Y vivía al descubierto, expuesto, con todos sus sentimientos a flor de
piel. Y todo le llegaba, lo hería, pues tenía abierta y de par en par la sensibilidad
palpitante y temblorosa de un artista.
Fue un
hombre noble, de concordia y de bien, quien antepuso a todo, la relación
fraterna entre los seres humanos. Su vida transcurre entre amores intensos y
variados. Se casó, tuvo hijos. Sufrió y supo afrontar los dolores de una vida
que en muchos aspectos estuvo signada por el infortunio y el dolor.
En las
reuniones era incansable haciendo acordes con la guitarra y cantando entre sus
amigos. Y esto fue lo que finalmente lo enfermó. Pasaba horas y llegaba el amanecer, y él seguía cantando. Y hacerlo
frecuentemente, ¿qué cuerpo lo resiste?
Serenata por los cuatro barrios en Santiago de Chuco
7. Y hasta
de gloria
De allí que muriera a temprana edad, apenas a los 36 años, probablemente
aquejado por la tuberculosis, efecto de las malas noches y amanecidas.
Y es que no había familia quien no quisiera tenerlo en casa para algún
cumpleaños o fiesta de lo que sea, reuniones en las cuales él era el centro,
porque sabía animarla con canciones cuyas letras tocaban fibras profundas.
No murió de improviso. El proceso de deterioro de su salud fue largo y
lento, duró varios años. En todo este tiempo fue consciente del desenlace fatal
que se avecinaba.
Al expirar lo hizo a las 5 de la mañana del día 13 de mayo de 1936, hora
en que también terminaban las jaranas en las cuales él había participado mucho
tiempo. Y murió con los ojos fijos en la imagen de la Virgen del Carmen,
patrona del criollismo, que había hecho colgar en su habitación.
Siendo la suya una muerte prematura, se diría que, sin embargo, fue una
vida fulgurante, vivida plenamente, fecunda y llena de sentido. Y colmada de
gloria.
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