martes, 20 de julio de 2021

20 de julio. Festival del Café de Villa Rica. / La sombra del enigma.


20 DE JULIO
FESTIVAL DEL CAFÉ DE VILLARICA

LA SOMBRA
DEL
ENIGMA

Danilo Sánchez Lihón



Casa de infancia, portón de ingreso con techo de paja


1. ¿Dónde
estás?

 

De chicos en nuestra casa de Santiago de Chuco, nuestras dos familias, tanto del lado de mi madre, como del lado de mi papá, compartimos juntos y frecuentemente momentos de inmensa cordialidad y cariño cuando de tomar el café se trataba.

Y ocurría cuando ya al atardecer mi abuela Rosa con algunas de mis tías, sus hijas, preguntan desde la sala de nuestra casa hasta donde han entrado:

– ¿Elvi? ¿Dónde estás? ¡Hemos traído bizcochos y roscas para tomar el café! ¿Hay alguien en la casa?

– ¡Sí, mamá! ¡Aquí estoy! Aquí, arriba. Pero, ahorita bajo a preparar el café.

Mi madre baja y también baja corriendo desde el segundo piso papá a saludar a mi abuela.

– Venimos antojadas de café, así que hemos dicho: no hay café como el que prepara Elvira y aquí estamos.

– Pasen, pasen. Qué bueno que hayan venido. Adelante señora Rosa. ¡Pasen! ¡Pasen!

 

Casa de infancia, fachada crema con puerta y balcón verdes


2. Pan

de yema

 

Y junto a mi abuela y mis tías viene Mirtha, nuestra prima quien es casi de mi edad. Y ya nosotros con Rosita y Jaime estamos mostrándole algún juguete nuevo, o alguna cosa curiosa, mientras los adultos en la cocina acomodan la mesa con voces alegres y dichosas que es lo que a nosotros nos pone contentos.

– ¿Hagamos una casa juntando las sillas y colgando mantas?

– ¡Ya, pues! ¡Y una tienda! De unos que venden y otros que compran.

Y pronto ya estamos llamando a Amelia y a Víctor y a otros primos. Y hasta a niños que son vecinos. Y ya somos un grupo grande que correteamos por el patio, mientras los mayores en la cocina acomodan platos, tazas y cubiertos, cuando mi mamá sale y nos dice:

– Llamen a su abuela Sofía para tomar el café.

– ¿Ha venido tu abuelita, la señora Rosa? –Nos responde la abuela Sofía.

– Sí, con mi tía Zarela y mi tía Bety. Están en la cocina.

– Díganle a su mamá que ya voy. Y que llevaré pan de yema y pasteles.

 

Familia de papá y mamá juntas. Papá con sombrero,
mamá al borde del lado de la derecha con flor en la mano


3. Así es

el amor

 

Y mi abuela Sofía deja su rueca, y entra a su dormitorio a ponerse su vestido largo y a cuadros verdes con blanco. Y aparece con su canasta de pan de yema y pasteles caminando despacio y con su rostro sonriente por el corredor de sombra violeta.

Se ha tendido ya el mantel largo. Chisporrotean las llamas del fogón. Y se elevan las voces alegres, jubilosas y las risas, mientras nosotros ya jugamos a la casita. A ser el papá, la mamá y los hijos.

¡Tardes de café en que los adultos se enzarzan en un tema, mientras desde afuera vemos cómo flota en el ambiente de la cocina el enigma, el misterio y la sombra que gobierna nuestras vidas, mientras conversan!:

– Pero, qué lo vamos a hacer: ¡así es el amor ahora de los muchachos!

– Sí, pero, ¡cómo es eso de estarse besando en plena calle! ¡Tienen que ser más discretos, recatados y prudentes!

– ¡Esas son conductas de otros tiempos! Nosotras qué íbamos a permitir que un enamorado nos diera un beso en un lugar público. ¡Jamás! –Conversan.

 

Mi abuela Rosa


4. Aquel

enigma

 

– Pero, ¿dónde están los padres de esos chicos para no reprenderlos? ¡Seguro que no saben nada!

– Los últimos que se enteran de estas cosas son los padres.

Los mayores en el comedor bajo el aroma del café revisan los aconteceres de la aldea, antes apacible, comentan los asuntos de la vida cotidiana que transcurre como el agua bajo las adelfas siguiendo el curso de la acequia.

Mientras tintinean las tazas, las cucharas y los platos. Y ya es de noche, tanto que las llamas del fogón se transparentan en las paredes de adobe; y se hace densa la penumbra bajo el techo, y la sombra que es misterio y es enigma en la casa que nos cobija.

– A mí sírveme otra tacita de café.

Mientras ha invadido la noche en el patio, el corredor, la sala y nosotros jugamos a las escondidas, a perdernos y a encontrarnos unos a otros, y en este afán subimos hasta los rellanos del terrado que hay bajo los techos.

Y se hace más evidente entre nosotros, en las voces de quienes toman café, el enigma, el misterio y aquella sombra que rige nuestras vidas y coincide tanto con el rito del café que se sorbe.

 

Abuela Sofía sentada. Tía Carmen de pie


5. Une la vida

con la muerte

 

Además, porque se han olvidado de prender la lámpara y solo proyecta sus sombras la luz del fogón.

Y nosotros exploramos el mundo de otra manera, palpándolo en los grumos de polvo, con las yemas de nuestros dedos por los rincones donde nos escondemos.

Y miramos desde el corredor el panteón y la colina lejana. Y comparamos la muerte con la vida, con esta que discurre tan llena de encanto, de regocijo, como de gracia de vivir.

Y la otra tan fría de los muertos en sus tumbas, de quienes ya no están en este mundo y han desaparecido por más que los busquemos y queramos encontrarlos.

Y en esta aparentemente vida amable del café y de las llamas del fogón que chisporrotean, descubrimos que el café es lo que une la vida con la muerte.

Por eso será también que se toma café en los velorios para despedir a los difuntos bajo la incógnita y el misterio que es esta vida, en la penumbra y el crujido de la sombra en la cercha del techo vetusto, polvoriento; pero, en fin, aún presente.

 

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