Hoy desde el patio de
nuestras casas oímos los sones que vienen desde una o dos cuadras antes, hacia
arriba, y que es de la banda de carrizos que está ingresando a nuestro pueblo.
Baja a integrarse a los
festejos de celebración del Apóstol Santiago en su fiesta patronal del mes de
julio, en el pueblo de Santiago de Chuco.
La presencia y la actuación
de estas bandas de carrizos es una expresión genuina de música popular
tradicional en el desfile de bandas y delegaciones, hermandades y comitivas, de
mojigangas y comparsas en esta conmemoración jubilar que se realiza cada año.
En nuestro caso las oímos
venir por el jirón Manco Cápac, luego volteando por la calle donde está la
panadería de don Wilfredo Luján.
Y pronto doblando ya por la Caja de Depósitos y Consignaciones. Y ahora pasando delante de la puerta de nuestra casa abierta de par en par.
2. Ah pueblo
inmenso
Tengo aquí entre mis manos
documentos que registran el dato de que en el año 1956 se realizó el Primer
Concurso de Bandas de Carrizos, promovido por el instructor Premilitar de aquel
entonces en mi tierra. Allí participaron cincuenta conjuntos musicales, siendo
la agrupación premiada la Banda de Carrizos del Caserío de La Cuchilla,
ocupando el primer lugar.
Es esta banda precisamente
la que ingresa por mi calle. Porque La Cuchilla queda hacia la parte alta de mi
comarca y hacia ese lado queda mi casa. Ocupó el segundo puesto la Banda de
Carrizos de Santa Cruz de Chuca que ingresa al pueblo más bien por otro camino
que es el barrio de Andaymarca, o de la carretera a Cachicadán, que es el otro
extremo de mi pueblo.
Las bandas de carrizos, que
con ese nombre las llamamos, entonan en su repertorio huaynos, serranitas y
marineras. Y una tonada irrepetible compuesta de yaravíes pero en la cadencia
de marchas militares. ¡Ah pueblo inmenso y grandioso!
3. En donde
brotan
Hoy día pasan marchando y
enfilados de a tres, haciendo sonar sus instrumentos que soplan encandilados
con sus bocas, y con el movimiento de sus dedos en los orificios de las cañas
modulan hondas tonadas, mirando siempre los horizontes y en ellos algo irreal
con sus ojos ilusos.
Pasan aguerridos, para
enfilar después calle abajo por el jirón llamado ahora César Vallejo, porque
aquí nació y en este momento pasan delante de su casa, por donde escuchamos sus
sones límpidos y dulces que trae el aire a retazos y en donde se evoca toda la
campiña.
Eso sí: toda la banda está
compuesta de músicos que solo utilizan enseres de viento hechos de carrizo y
por ellos mismo. Ninguno es de metal ni comprado en las tiendas, todos son de
madera o caña, como son: quenas, antaras, andaritas y traveseras. De allí que
su sonido sea afable, cordial y edulcorado, seguramente influido por los
manantiales en donde brotan esas plantas o vegetales de que son hechos sus
instrumentos.
4. Y detrás
de ellos
De allí que recojan los
rumores del agua y de la luna que boga solitaria sobre las aguas sosegadas.
Pero hay a la vez hay algo
de valiente, de marcial e invencible en sus compases. Así como mucho de
melancólico y acongojado.
¡Tienen mucho de lento, de
penumbra y adelgazado!, como es en realidad la pena. Pero igual de fervoroso y
esperanzado.
O será quizá, porque todas
estas bandas son de los caseríos de Santiago de Chuco que absorben el candor
que dan las espigas y las acequias cantarinas que bajan por los apriscos.
Porque así pasan sus
integrantes, con los ojos inocentes y los gestos candorosos, uniformados de
rústicos pantalones y chaquetas azules, en dirección a la plaza donde rinden su
adoración al "patrón bendito", al taitito Santiago milagroso.
Y detrás de ellos siempre
lo sigue una comitiva de gente del campo, compuesta de lugareños. Y de la
vecindad que los siguen y vienen a acompañarlos. En realidad es la familia que
siempre va con ellos.
5. Otra
manera de
llorar
Yo, que tanto amo las
danzas y sones de mi tierra, pese a que estos compases me conmueven y emocionan
sobremanera, nunca las seguí a las Bandas de Carrizos por calles y plazas, como
sí hice con otros conjuntos y mojigangas. ¿Y saben por qué?
Porque encontré íntimamente
que sus sones suenan más dulces y profundos tras los adobes de las paredes o
los muros enjalbegados. O tras las pircas de piedras y los tapiales de paja
verdecida de nuestras casas ensimismadas que se vuelven más amorosas aún desde
dentro con sus compases inusitados.
Siempre me quedé oyéndolas
sin seguirlas por las calles, escuchándolas desde detrás de un muro o una
ventana. O más aún tienen un hálito profundo escucharlas desde un patio
silente, o desde un corredor adormecido. O desde un huerto extasiado.
Porque sus acordes llegan
entonces con todo lo que le ponen los tejados y los árboles. Y porque
adivinamos las calles por donde pasan y las esquinas por donde dan la vuelta,
cuando nuestro pueblo se nos ha metido en el alma. Y que es otra manera de
llorar.
6. Eso
se siente
Varias veces que sus sones
han llegado a retazos a mi recuerdo me he quedado imaginando de donde pudieran
haber extraído ese aire a infinito en sus acordes y melodías.
Y he llegado a la
conclusión que es porque sus ensayos los hacen al amanecer o de atardecida pero
siempre en una parva de trigo, de cebada y de arvejas, que son los únicos
lugares planos entre tanto declive y pendiente de las montañas.
Porque ensayan frente a los
crepúsculos desgarrados y a las cadenas de cerros y montañas estupefactas,
teniendo abajo las hondonadas y los abismos.
Y porque al ensayar sus
melodías absorben en esas leves cañas la brisa fresca que pasa y que reúne
todos los rumores de la naturaleza, e incluso las voces de la familia que ya se
reúne alrededor del fuego en donde se cuece algún yantar rico o pobre.
Porque eso se siente en las
notas quebradizas y ululantes de sus marchas y composiciones.
7. Esperando
nuestro
regreso
Sones que hacen más
transparentes y asombrados los ojos de sus conmovidos y candorosos ejecutantes.
Y más hondo, indeleble y translúcido el amor por nuestra tierra.
Sones en donde está
presente ese mecerse de los trigales y sus espigas. O cuando el agua corre en
la hondonada y es transparente. O cuando se descuelga abrillantada por entre
peñascos y roquedales.
Sones que evocan la tierra
fecunda, morada, amarilla o negra, pero siempre dorada, y sus flores
imprevistas.
Tierra de las mil gamas y
matices como las polleras de sus mujeres y las enseñas que son tejidos y
franjas de colores que transportan los varones en sus manos y que hacen flamear
como banderas.
Como evoca también el árbol
de manzana y el limonero, las enredaderas y la yerba buena de los arroyos, la
higuerilla y el cactus absorto; y la tapia vieja que nos espera.
Y la paciencia de dar tiempo hasta que la lluvia escampe, como esperando nuestro regreso.
reproducidos, publicados y difundidos
citando autor y fuente
danilosanchezlihon@gmail.com
Editorial San Marcos: ventas@editorialsanmarcos.com
Editorial Papel de Viento: papeldevientoeditores@hotmail.com
Editorial Bruño, Perú: ventas@brunoeditorial.com.pe
Ediciones Capulí:
capulivallejoysutierra@gmail.com
Ediciones Altazor: edicionesaltazo@yahoo.es
Ediciones Infolectura: infolecturaeditorial@gmail.com
DIRECCIÓN EN FACEBOOK
HACER CLIC AQUÍ:
Teléfonos:
393-5196 / 99773-9575
le rogamos, por favor,
hacérnoslo saber.
No hay comentarios:
Publicar un comentario