El último día en
que ya nos veníamos, después de haber llevado a cabo el segundo Capulí en
Georgia, esta vez con las conferencias centrales en la Kennesaw State
University de Atlanta, mi hermano Jaime en la sala de la amplia casa del Dr.
Pablo Pérez Benites, en donde nos alojamos, ha rasgueado la guitarra y ha empezado
a cantar un vals nostálgico que evoca un amor lejano pero que se lleva en el
alma y nunca se olvida.
En la casa nos
alojamos, además de la delegación venida del Perú, otra de médicos peruanos
venidos de Miami y otra venida desde México. Y nos acompaña siempre el Dr.
Carlos Pérez Benites y su esposa, quien es psiquiatra y es hermano del Dr.
Pablo, nuestro anfitrión; presentes en todo momento y en todas las actividades
que hacemos.
E infaltable el
papá de ambos, Pedro Pablo Pérez Valderrama sentado en su silla de ruedas,
quien va con nosotros hacia todo lado, siempre pulcro, elegante y lúcido,
aunque a ratos se encoge y adormila apacible y feliz de participar en todos
estos actos culturales, atendido por su esposa, la Sra. Mercedes Benites, quien
fuera profesora en diversos pueblos aledaños a Santiago de Chuco, la tierra de
César Vallejo, y quienes ahora residen en Georgia.
2. Todos
vuelven
A Pedro Pablo lo
conocimos de niños. Tenía una de las mejores tiendas en plena Plaza de Armas de
Santiago de Chuco. Un hombre joven, entusiasta y pujante en el trabajo, quien
pronto hizo uno de los negocios más prósperos de toda la provincia, y quien hoy
reside junto a sus hijos aquí en los Estados Unidos.
Es emocionante la
atención que ha puesto en cada conferencia. Y basta distinguirlo en el auditorio
de cómo trata de levantar la cabeza de donde la tiene un tanto hundida, y un
poco doblada hacia un costado, buscando no perderse nada de lo que se dice, y
de notar que cada vez que leemos un poema de César Vallejo su emoción y su
orgullo en los ojos es tan grande para sentir y entender, que ponemos el mayor
empeño en decirlo bien. Y de cómo, viéndolo a él, saber nosotros que siendo así
todo el esfuerzo en venir hasta aquí está plenamente justificado
Hoy, que es el último día de nuestra estancia
en Georgia, mi hermano Jaime sentado en la amplia sala, hasta donde entra por
el amplio ventanal la dulce claridad llena de verdor y de azul ilusión del mes
de junio de 2019, ha rasgueado la guitarra y empezado a entonar, esta vez, la
canción titulada: “Todos vuelven”.
3. Nos evoca
nuestra tierra
La mayoría hemos estado
dispersos por una y otra habitación de la casa que se ubica en la parte más
alta de la colina denominada Mount Sinaí, que es el otero con el cual se inicia
la cadena de montañas de los Montes Apalaches, que recién comienzan aquí en
Georgia, para recorrer gran parte del territorio de los Estados Unidos.
Pronto, como
halados por un imán nos hemos juntado en el amplio salón, cuya vista hacia allá
y hacia abajo recorren la llanura inconmensurable que abarca hasta tres estados
de esta nación: Georgia, Tennessee y Alabama.
Ya sentados
alrededor de Jaime todas las voces se han ido uniendo para ir entonando canción
tras canción. Así se desgranan las notas de: “Embrujo”, “Lejano amor”,
“Gloria”, “La flor del capulí”. Y poco a poco esos valses los hemos ido
cantando más fuerte y mejor, a tal punto que el entusiasmo ha cundido. Y ya se
abren botellas de champán y de vino que se sirven en copas cristalinas y
fraternas.
En la siguiente
canción que es “Clamor” ya cantamos en éxtasis. Y así siguen “Zenobia” y “Cielo
serrano”, que lo repetimos dos y tres veces, seguramente porque nos evoca
nuestra tierra natal.
4. Brota
la emoción
Y que dice:
Cielo serrano,
testigo hermano, cómo yo añoro
tu limpio tul. Me siento lejos, lejos muy lejos...
Las canciones se
escuchan bien, parejas y contundentes. Y las voces bien afiatadas destacan
tanto de hombres como de mujeres que se han arremolinado en los sillones y son
las más entusiastas, tanto que alguien dice:
– Oye, que
estamos cantando muy bien.
– ¡Se escucha
espléndido!
– ¡Podemos fundar
un orfeón o una orquesta!
Ciertamente, las
voces suenan fuertes, parejas, totales; y el corazón y su melancolía se agolpan
en el alma.
Y se enlazan uno y
otro vals, sin cesuras ni descanso, y la emoción brota espontánea
en el alma de todo el grupo.
Así cantamos:
“Hilda” “Cuando llora mi guitarra”, “ódiame”, acoplándonos a la voz de Jaime. Pero
ya nos acompañan los sones de un acordeón, tocado por el Dr. Carlos Pérez.
5. Las manos
enlazadas
Y por allí aparece
un cajón musical, con su hueco grande y sonoro que Juvenal empieza a tocarlo, dando
el compás. él mismo moviendo el cuerpo, encontrando el ritmo a la evocación. Y
se arma ya toda una fiesta.
Cantamos ya el
valse “Alma, corazón y vida”, que en su letra dice:
Recuerdo aquella vez, que yo te conocí...
En eso, desde su silla
de ruedas Pedro Pablo Pérez se ha puesto de pie, quien ha estado oyendo y mirando
todo emocionado con la cabeza inclinada, y los ojos perlados de lágrimas por la
emoción que le embarga, pide que le retiren las mantas con que tiene envueltos
los pies.
Luego extiende
los brazos a su señora esposa, quien lo sujeta fuertemente de las manos.
Quien por los
movimientos que hace entiende que él quiere bailar, siguiendo el ritmo de las
canciones que vamos entonando, ya con sus manos enlazadas a las manos de ella.
Esto a la señora se ve que le conmueve.
Y ella también
emocionada agita, ya las dos manos de ambos enlazadas de
arriba para abajo siguiendo el ritmo de la canción.
6. Convencidos
y pletóricos
Nosotros cantamos
entonces con más ahínco y convicción, diciendo:
Recuerdo aquella vez, que yo te conocí...
Pedro Pablo moviendo
los brazos pide ahora que le retiren la silla de ruedas.
– ¡No! –Gime
alguien–. ¡Se puede caer!
– Si él quiere retiren
la silla. –Afirma sereno su hijo, el Dr. Pablo.
Pedro Pablo se
pone de pie y da un paso adelante. Y después otro. Y su esposa maravillada lo alienta
cogiéndose ambos bien de la cintura y los hombros.
Nos desgañitamos
al cantar, convencidos y pletóricos, y con nuestras
voces resonantes:
Pero sí te
diré, que yo me enamoré
de esos tus lindos ojos y tus labios rojos...
– ¡Oh, Dios mío!
–Escucho que dice alguien.
Las noches en Georgia
son hermosas, pero esta es sublime.
7. Imborrable
en la eternidad
Dan otro paso más,
cogidos esposo y esposa, ella atenta y diligente para auxiliarlo, mientras
nosotros con la guitarra, el acordeón y el cajón, ya prácticamente gritamos:
“Alma para conquistarte, corazón para quererte
y vida para ordenarla junto a ti...
Pedro Pablo
avanza bailando por la sala, mientras todos aplaudimos con lágrimas en los
ojos, contemplando cómo la música, los ritmos y los compases son seguidos por
la pareja que ya baila en medio de la sala, celebrando nosotros, con palmas y
aplausos, el milagro.
Verlo bailar a
Pedro Pablo Pérez Valderrama en la casa de su hijo Pablo Pérez Benites ha sido
la mejor despedida y el mejor homenaje al II Capulí, Vallejo y su Tierra en
Georgia.
Y que nos da un
mensaje que lo recogemos íntegro, cual es que desde lo más postrados que nos
encontremos podemos con el alma avanzar por en medio de un salón como de un
campo de batalla, y dar un ruedo abrazados, cogidas las manos y pendientes de
todo aquello que uno más ama, adora y venera en esta vida. Y basta que algo
ocurra una vez para que sea imborrable en la eternidad.
Los textos
anteriores pueden ser
reproducidos,
publicados y difundidos
citando autor y
fuente
dsanchezlihon@aol.com
danilosanchezlihon@gmail.com
Excelente y profunda, muy emocionante!
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