DÍA
DE LA RESERVA NACIONAL
DE
PARACAS
PARACAS,
DONDE SE SIENTE
LA ETERNIDAD
Danilo Sánchez Lihón
Paracas. Parihuamas que inspiraron al Gral. José de San Martín la bandera nacional del Perú
1. Paradero
en la ruta migratoria
Uno de los lugares
más preciosos en el Perú es la Reserva Nacional de Paracas, verdadero paraíso
de paisaje, fauna, flora y cultura y cuyo dominio comprende el mar, el desierto
y dos islas legendarias, cuales son: San Gallan e Independencia; situado este
vestigio y documento natural y cósmico en el departamento de lca, al Sur Chico de
Lima.
Paracas está
considerada como uno de los nueve lugares más importantes del mundo en donde se
presentan corrientes ascendentes del fondo marino hacia la superficie que
fertilizan las aguas a flor de tierra dando lugar a una riquísima profusión de
peces, de aves marinas, de mamíferos y de reptiles, constituyendo una expresión
única en el planeta mundo, solo comparable a la existente en las Islas
Galápagos también en este océano y en esta región del orbe.
De allí que sea la
Reserva Nacional de Paracas un importante paradero en la ruta migratoria de
aves, peces, reptiles y toda clase de animales. Así, por ejemplo, cuatro
especies de tortugas en vías de extinción habitan a su vera. Así: la tortuga de
dorso de cuero, la tortuga de carey, la tortuga blanca y la tortuga pico de
loro.
2. Clima
benigno
El panorama de la
bahía es extraordinario y compone una auténtica sinfonía de plataformas
calcáreas, roquerías y farallones que conforman su perfil telúrico, que tiene
la forma de un yunque que se estira hacia el mar.
Como si sobresaliera
hacia el Océano Pacífico, cubierto de pastos, totoras y matorrales; así como de
orquídeas, cactáceas y tillándoseos. Y a cuyos pies las aguas del mar forjan
las joyas más hermosas y exquisitas que se pudieran imaginar.
Donde además la
corriente fría de Humboldt, que recorre nuestro litoral, se aleja a la altura
de este sitio favoreciendo una mayor temperatura en sus aguas y la existencia
de un clima más benigno que en el resto de la franja costera.
Ello hace posible
una gran riqueza ictiológica, conformada por el pez sierra, el pámpano, el pez
martillo, el tollo, el pez guitarra. Registrase también el tramboyo, la chita,
el mero y el pampanito. Más allá se deslizan los delfines, las orcas y
tiburones. Y emergen y sumergen con su cola estilizada las orcas y ballenas.
Paracas, donde hasta las piedras quisieran hablar
3. El lobo
marino
Deambulan en su
superficie las aves guaneras, como el piquero, el guanay y el pelícano; en los
roquedales se solean extasiados el pingüino de Humboldt, la foca verdinegra y
la tortuga de laúd. Entre los guijarros de sus peñolerías se remueven extasiados
el calamar, la almeja y el muymuy. Y alucinados, después de su andar errante,
permanecen atrapados en sus sueños el carretero y el cangrejo. violáceo.
En las zonas
rocosas habita el bigotudo, grandulón y apacible lobo marino, cuyo cuerpo está
recubierto por una gruesa piel color pardo amarillento. Él es un hábil y veloz
nadador, pero también un dormilón incorregible, pues descansa día y noche; y
sólo se despierta y despereza cuando la marea le permite dedicarse a la caza de
peces.
Después de un
periodo de gestación de diez meses, las hembras tienen una sola cría, que
pronto vence el temor al agua y ya, a los tres meses, se vale por sí misma. Este
simpático animal ha sido muy perseguido por su gruesa piel y por su grasa, de
la que se extrae 35 litros de aceite por ejemplar. Y porque su caza no demanda
mayor esfuerzo ya que invariablemente se lo encuentra dormido. En Paracas se
identifican dos tipos de lobos marinos: el lobo chusco y el lobo fino; así como
deambulan por sus dunas y páramos dos tipos de zorros, el zorro andino y el zorro
costeño.
4. La
parihuana
En las playas
arenosas viven plácidamente las tímidas y asustadizas parihuanas o flamencos. Son
aves de hermoso plumaje, blanco y rojo, que al levantar vuelo ofrecen un
espectáculo de muy sugestiva belleza, semejando centenares de flores abriéndose
por encima de las aguas marinas.
Sea en el agua o ya
sea en el suelo, adoptan posturas extrañas para dormir: retuercen su largo
cuello y doblan su cabeza para esconderla entre sus alas. Y se sostienen en una
sola pata, recogiendo la otra contra el vientre. Nadan con dificultad, pero se
muestran muy ligeras en el vuelo.
Ellas inspiraron
el diseño, los colores y el espíritu de la bandera nacional del Perú, cuando
don José de San Martín que desembarcó con la Expedición Libertadora en esta
bahía las contempló arrobado en el cielo añil del firmamento.
Donde un día,
tendido en esta playa, sumido en hondas reflexiones, se quedó dormido el gran
libertador. Y soñó, no con los ojos abiertos sino sumido en su mundo de
adentro, viendo en su mundo interior a las parihuanas que revoloteaban afuera,
surcar en vuelo astral hacia el infinito.
Y allí se le
ocurrió cómo sería nuestra bandera, en ese sueño de esas aves que representan
la utopía. Las soñó surcando el aire en vuelo sideral. Y a partir de esa visión
flamea en nuestros corazones la bandera roja y blanca del Perú.
Paracas. Lobos marinos
5. El
cóndor
Las zonas
habitadas por las elegantes parihuanas también son frecuentadas por la gaviota
de cabeza gris y la golondrina real de mar.
Las cuevas
próximas a las playas pedregosas de Paracas se convierten en el escenario en
donde sobrevuela con gran majestuosidad y elegancia el incomparable cóndor.
Luce plumaje negro
azulado y lustroso, con suaves reflejos de color acero. Su vuelo es majestuoso
y, o bien se desliza majestuoso rasgando el aire en vuelo horizontal, o bien se
deja caer en vertical hacia tierra, o bien es capaz de avanzar en espiral hasta
elevarse a regiones inalcanzables para otras aves.
Sus alas son de
color negro azabache y terminan en un tono grisáceo, orillado de blanco. Una
chalina de suave plumaje blanco cubre su cuello y una cresta roja identifica al
cóndor macho.
En Punta Arquillo
de la península de Paracas viven y se reproducen los cóndores, pues allí cuentan
con la ideal intensidad de vientos que requieren para elevarse en sus vuelos,
como también para planear en tierra en busca de su presa.
6. Donde se siente
la eternidad
Las mismas áreas
rocosas de la bahía sirven también de nido al halcón peregrino, a la chuita, al
chorlo ártico y a la gaviota gris.
Las orillas de
roca son igualmente el área preferida del chingungo o gato marino.
Así como también
del zarcillo, hermoso gaviotín de plumaje oscuro y de largo pico rojo y de base
amarilla.
Por todo eso, la
bahía de Paracas es lugar único en el mundo. Sobre todo, porque es punto de
encuentro universal; comprendiendo en ello tanto los hemisferios norte y sur como
a los meridianos terráqueos; y tanto para la fauna marítima, como para los
animales de tierra, y de aquellos que vuelan.
Y es que, si uno
mira un mapa, Paracas es una punta situada en el extremo más álgido del Océano
Pacífico. Es como una boya, o un asidero para sostenerse y no rodar a la
infinitud del océano que allí la rodea.
Donde hasta la
misma piedra o mármol quisiera fantasear y modela figuras terrenas y oníricas
como si quisiera hablar.
Paracas. El candelabro
7. Ni el viento
ni el tiempo
Es Paracas un
lugar en donde se ofrece un paisaje sobrenatural, de rocas imperecederas y de
dunas mágicas, por donde cabe imaginar que suelen peregrinar las divinidades,
dioses y semidioses de la mitología andina.
Cuyo nombre deriva
de un viento igualmente legendario, que sopla sobre la superficie envuelto en
una nube de arena. En donde floreció una cultura de asombro, misteriosa, de
fábula y sin par: los Paracas, quienes trazaron en las arenas de manera
imborrable un calendario zoomorfo que solo se avizora desde lo alto del cielo.
Quienes nos
dejaron como signo de interrogación suprema en la falda de una montaña y
mirando hacia el mar, un bajorrelieve en forma de cactus conocido como:
"El Candelabro".
Es un geoglifo de
una extensión de 120 metros labrados sobre la roca y que el viento de arena se
encarga de ocultarlo y volverlo a mostrar, vestigio de nuestra antigua cultura
que ni el viento ni el tiempo han logrado borrar.
Lugar sin tiempo,
o que reúne todos los tiempos. Por eso, es de inestimable valor. Y de la edad
del mar, donde se siente palpitar y hasta suspirar a la eternidad.
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