miércoles, 22 de enero de 2020

22 de enero. Día del Ingeniero Químico. Química con la cual vivimos y amamos.


22 DE ENERO
DÍA DEL INGENIERO QUÍMICO

QUÍMICA,
CON LA CUAL VIVIMOS
Y AMAMOS

Danilo Sánchez Lihón

Espigas de trigo ondulando al viento

1. Campos
en flor

El Día del Ingeniero Químico en el Perú lo celebramos cada año el 22 de enero en conmemoración a la puesta en marcha de la primera Facultad de Ingeniería Química, fundada en la Universidad Nacional de Trujillo, y de la cual su primera promoción egresó el año 1946.
Justamente de esas aulas fue en donde se formó mi profesor en esta materia, el Ingeniero Químico Demóstenes Paredes, natural de la parte rural de mi tierra, Santiago de Cuco, quien estudió química pura, siendo alumno sobresaliente en los claustros universitarios de aquella ciudad colonial, capital del departamento de La Libertad.
Para nosotros al principio era un profesor desconocido, de carácter apartado y silencioso, de espeso bigote rubio y de ojos zarcos; de origen campesino y quien, como cabe esperarlo en quien ha nacido entre el aroma de los huertos y el trino de los pájaros, tenía un alma candorosa, como eran sus ojos.
De carácter reservado y hasta misterioso, tal como es la química. Quien no vivía en la ciudad sino en el campo, y más se lo encontraba deambulando por los senderos flanqueados de pencas y alcanfores; tanto que más parecía un poeta.
Y es en este punto que me pregunto: ¿Habrá cierta ligazón entre química y poesía? ¿Hay un vínculo estrecho y hasta una fusión entre la química y esos parajes idílicos de los campos en flor? ¡Campos sembrados de trigo de cimbreantes espigas, de cebada de flor candorosa y ondulantes maizales!


Alquimista

2. Sencillamente
maravilloso

¿Hay nexo entre la química y las colinas verdeando de cultivos de habas y alverjas? Poesía y química. Por lo menos la poesía ha sido señalada como la alquimia de la palabra. Y Arthur Rimbaud escribía en su Delirios II, acerca de la alquimia del verbo.
Puesto que, ¿qué indujo a mi profesor rural y campesino Demóstenes Paredes, y así como era, a estudiar una disciplina que no tenía ninguna aplicación práctica en mi tierra, enclavada entre altas montañas, pero más ensimismada en sus propias alucinaciones, salvo enseñarla en un colegio, pero para lo cual no se necesitaba ser ingeniero.
¿No fue acaso la entraña de la tierra y sus dones, con toda aquella pureza e inocencia que la naturaleza tiene, la razón para elegir este ámbito de tantos alambiques, cubetas y recipientes de cristal?
Y de haber sido él, además, el alumno más destacado de su Facultad, cuándo en nuestras tierras no había fábricas, ni laboratorios ni centros de investigación. Ni siquiera en la esfera de la agroindustria, ¡como lo debiéramos tener!
Para luego de graduado regresar a su pueblo, creo yo que como hacemos todos, aunque después nos ausentemos para siempre, ¿hacia dónde? Como también lo hizo él.
Pero que, sin embargo, para mí y para mis compañeros de estudio, fue la ocasión de tener el privilegio de hacer, en el primer año de Educación Secundaria, un curso fantástico y que resultó sencillamente maravilloso.


Campos sembrados de maíz

3. Embrujo
y fascinación

 Pero antes, de mi parte diré que siempre tuve fascinación por la química. Quizá porque mi abuelo materno era un fabricante nato, quien tenía en su propia casa fábrica de todo, de hacer velas, jabones y hasta aretes; y toda clase de bisutería.
¡Velas! Para alumbrarnos en la oscuridad de patios, corredores y habitaciones recónditas, como también para la devoción a nuestros santos, a fin de agradecerle por la fertilidad de nuestras sementeras y animales, y especialmente a nuestro patrón Santiago por conservarnos en esta vida que, aunque a veces llena de pesares y melancolía, es al final de todo, ¡bella!
Así como mi abuelo también tenía fábrica de anillos, de ajorcas y collares que son para adornarse dedos, brazos y cuello. Y mi abuelo era también boticario. Por eso, yo siento tener en mi sangre mucho más de ese ADN.
Por eso, cuando se fundó el primer colegio secundario de mi provincia, que fue el Colegio Particular Santiago el Mayor, que al cabo de tres años se convirtió en Colegio Nacional César Vallejo.
Pero lo que más nos producía fascinación y embrujo era los nombres de las materias que ya estudiaban quienes estaban matriculados en ese nivel, asignaturas con nombres que nos parecían de fábula. Así: álgebra, biología, trigonometría. Y, a mí, ¡química!


Laboratorio de alquimistas

4. Ensueño
y desvelo

Cuando ingresé a la Educación Secundaria, dos años después de fundado el colegio, tenía una expectativa enorme por el curso de Química. El primer día de clases ingresó el profesor Demóstenes recién llegado de Trujillo. Era joven y parecía un alucinado, quien veía otras esferas, planos y mundos que nosotros no veíamos. Así:
Definió la química de una manera muy sencilla, como la "ciencia de las sustancias. ¡Genial! Nada más. En ese sentido nos dijo que el estudioso de la química se interesa por la composición de toda clase de sustancias, tengan vida o no. Definición absoluta, ¿no? ¿Qué más pedir? Y prosiguió:
La química vendría a ser un “arte científico”, dijo, por medio del cual se aprende a disolver cuerpos, obtener de ellos las diferentes sustancias de su composición y para unirlos después en nuevas asociaciones a fin de obtener productos de una mayor perfección.
Era justo lo que yo necesitaba. Había dado en el clavo. Yo quería ser desde el principio un químico, es decir ¡un inventor! La química estudia, reiteró, tanto la composición como la estructura y las propiedades de la materia y su relación con la energía. Entonces era exacta mi inquietud, mi ensueño y mi desvelo. Lo que yo había estado buscando en la vida era ser químico.


Campos sembrados de quinua

5. Magia
y superstición

¡Maravilloso! Nos recomendó comprar un texto de la Editorial Leoncio Prado de Lima, que yo no lo pude adquirir, porque, en primer lugar, porque no teníamos para esos gastos en la casa.
Pero más porque mi padre era de la idea que no debíamos estudiar en un solo texto sino en muchos, entre los cuales incluso había que hacer comparaciones; entonces: ¿para qué tener uno solo que nos encasillara?
Era por eso que teníamos una pequeña biblioteca en casa y a mí me alentaba a ir a la Biblioteca Municipal; que la frecuentaba constantemente. No adquirí el libro, además, porque había compañeros que sí lo adquirieron y nos lo prestaban con gusto a quienes no lo teníamos
Fue un curso maravilloso. Aprendimos a fabricar lo más simple; como: betún para zapatos, pasta dental para los dientes, fósforos para encender la candela, jabones y detergente para lavar ropa, vajilla y ollas; árnica y mentholatum para las dolencias corporales.
Con él aprendí que la química en sus primeros tiempos fue alquimia, y son antepasados de la química moderna las investigaciones misteriosas movidas por la magia y la superstición; son pues en los laboratorios de los antiguos alquimistas que se hacían experimentos secretos con toda clase de sustancias.


Velas alumbrando en la procesión

6. Alquimistas
de antaño

Todo ello con la finalidad de conseguir cosas tan extrañas como la panacea universal, que curaría todas las enfermedades; la piedra filosofal, que transformaría los metales en oro. O bien el elíxir de la vida, que daría inmortalidad a los hombres. En verdad, ¡quimeras! ¡Pura poesía! ¡Y he allí ese cordón umbilical entre poesía y química
Por él supe que el más famoso de los alquimistas de todos los tiempos fue Paracelso, y destacan también otros grandes hombres como Alberto Magno y Rogelio Bacon.
A los alquimistas de antaño se les debe hoy lo que la ciencia ha demostrado a través de experimentos de laboratorio: que las sustancias son susceptibles de transformarse unas en otras mediante procedimientos adecuados y debidamente controlados.
Que a finales del siglo XVIII destacaron dos nombres muy ligados a la química moderna: Antonio de Lavoisier, un francés. Y John Dalton, un inglés, quienes demostraron que las sustancias de la naturaleza están formadas por elementos simples combinados de diferente manera y que tales compuestos pueden desdoblarse en sus elementos componentes por acción química.


El amor, en la vida y en la muerte, es química

7. Armazón
y argamasa

Al curso de química le debo el saber:
Que antiguamente se lo consideraba una ciencia misteriosa y por ello relegada al laboratorio de los alquimistas; pero en el mundo moderno la química ha cobrado una importancia crucial y vital.
Que sin ella ahora resultarían incomprensible la minería, la medicina, la farmacia, la fotografía, la agricultura y la mayoría de industrias.
Que son claros ejemplos de la importancia de esta disciplina científica, su intervención en lo obtención de combustibles, gas de alumbrado, diversidad de materiales plásticos, sustancias colorantes, sales minerales, preparados metálicos, medicamentos, etc.
Que otro ejemplo de las valiosas contribuciones de la química a la vida moderna, nos dice el profesor, es el papel del cuaderno en el cual estábamos escribiendo, y del libro que estábamos consultando, en ese momento, el papel de sus páginas que ha sido obtenido de la madera merced a procedimientos químicos.
La tinta utilizada en la impresión es también un producto químico; el color de sus ilustraciones se debe a tintes logrados gracias a la química, y también a la fotografía. que es un proceso químico. Que la tinta que en esos momentos utilizábamos para escribir era un producto químico. que también lo era la pastilla que hubiéramos tomado para curarnos de alguna enfermedad.
Nos enseñó que el amor es químico. Que dos seres se juntan por la química. Y que ella es la armazón y la argamasa con la cual estamos hechos, de aquí al infinito.

Foto 6
Jaime Sánchez Lihón


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