22 DE ENERO
DÍA DEL INGENIERO QUÍMICO
QUÍMICA,
CON LA CUAL VIVIMOS
Y AMAMOS
Danilo Sánchez Lihón
1. Campos
en flor
El Día del
Ingeniero Químico en el Perú lo celebramos cada año el 22 de enero en
conmemoración a la puesta en marcha de la primera Facultad de Ingeniería
Química, fundada en la Universidad Nacional de Trujillo, y de la cual su
primera promoción egresó el año 1946.
Justamente de esas
aulas fue en donde se formó mi profesor en esta materia, el Ingeniero Químico
Demóstenes Paredes, natural de la parte rural de mi tierra, Santiago de Cuco,
quien estudió química pura, siendo alumno sobresaliente en los claustros
universitarios de aquella ciudad colonial, capital del departamento de La
Libertad.
Para nosotros al
principio era un profesor desconocido, de carácter apartado y silencioso, de
espeso bigote rubio y de ojos zarcos; de origen campesino y quien, como cabe
esperarlo en quien ha nacido entre el aroma de los huertos y el trino de los
pájaros, tenía un alma candorosa, como eran sus ojos.
De carácter
reservado y hasta misterioso, tal como es la química. Quien no vivía en la
ciudad sino en el campo, y más se lo encontraba deambulando por los senderos
flanqueados de pencas y alcanfores; tanto que más parecía un poeta.
Y es en este punto
que me pregunto: ¿Habrá cierta ligazón entre química y poesía? ¿Hay un vínculo
estrecho y hasta una fusión entre la química y esos parajes idílicos de los campos en flor? ¡Campos sembrados de trigo de cimbreantes
espigas, de cebada de flor candorosa y ondulantes maizales!
2. Sencillamente
maravilloso
¿Hay nexo entre la
química y las colinas verdeando de cultivos de habas y alverjas? Poesía y
química. Por lo menos la poesía ha sido señalada como la alquimia de la palabra.
Y Arthur Rimbaud escribía en su Delirios II, acerca de la alquimia del verbo.
Puesto que, ¿qué
indujo a mi profesor rural y campesino Demóstenes Paredes, y así como era, a estudiar
una disciplina que no tenía ninguna aplicación práctica en mi tierra, enclavada
entre altas montañas, pero más ensimismada en sus propias alucinaciones, salvo
enseñarla en un colegio, pero para lo cual no se necesitaba ser ingeniero.
¿No fue acaso la
entraña de la tierra y sus dones, con toda aquella pureza e inocencia que la
naturaleza tiene, la razón para elegir este ámbito de tantos alambiques,
cubetas y recipientes de cristal?
Y de haber sido
él, además, el alumno más destacado de su Facultad, cuándo en nuestras tierras
no había fábricas, ni laboratorios ni centros de investigación. Ni siquiera en la
esfera de la agroindustria, ¡como lo debiéramos tener!
Para luego de
graduado regresar a su pueblo, creo yo que como hacemos todos, aunque después
nos ausentemos para siempre, ¿hacia dónde? Como también lo hizo él.
Pero que, sin
embargo, para mí y para mis compañeros de estudio, fue la ocasión de tener el privilegio
de hacer, en el primer año de Educación Secundaria, un curso fantástico y que
resultó sencillamente maravilloso.
3. Embrujo
y fascinación
Pero antes, de mi parte diré que siempre tuve fascinación
por la química. Quizá porque mi abuelo materno era un fabricante nato, quien
tenía en su propia casa fábrica de todo, de hacer velas, jabones y hasta
aretes; y toda clase de bisutería.
¡Velas! Para
alumbrarnos en la oscuridad de patios, corredores y habitaciones recónditas,
como también para la devoción a nuestros santos, a fin de agradecerle por la
fertilidad de nuestras sementeras y animales, y especialmente a nuestro patrón
Santiago por conservarnos en esta vida que, aunque a veces llena de pesares y
melancolía, es al final de todo, ¡bella!
Así como mi abuelo
también tenía fábrica de anillos, de ajorcas y collares que son para adornarse dedos,
brazos y cuello. Y mi abuelo era también boticario. Por eso, yo siento tener en
mi sangre mucho más de ese ADN.
Por eso, cuando se
fundó el primer colegio secundario de mi provincia, que fue el Colegio
Particular Santiago el Mayor, que al cabo de tres años se convirtió en Colegio
Nacional César Vallejo.
Pero lo que más
nos producía fascinación y embrujo era los nombres
de las materias que ya estudiaban quienes estaban matriculados en ese nivel,
asignaturas con nombres que nos parecían de fábula. Así: álgebra, biología,
trigonometría. Y, a mí, ¡química!
4. Ensueño
y desvelo
Cuando ingresé a
la Educación Secundaria, dos años después de fundado el colegio, tenía una
expectativa enorme por el curso de Química. El primer día de clases ingresó el
profesor Demóstenes recién llegado de Trujillo. Era joven y parecía un
alucinado, quien veía otras esferas, planos y mundos que nosotros no veíamos.
Así:
Definió la química
de una manera muy sencilla, como la "ciencia de las sustancias. ¡Genial!
Nada más. En ese sentido nos dijo que el estudioso de la química se interesa
por la composición de toda clase de sustancias, tengan vida o no. Definición absoluta,
¿no? ¿Qué más pedir? Y prosiguió:
La química vendría
a ser un “arte científico”, dijo, por medio del cual se aprende a disolver
cuerpos, obtener de ellos las diferentes sustancias de su composición y para
unirlos después en nuevas asociaciones a fin de obtener productos de una mayor
perfección.
Era justo lo que
yo necesitaba. Había dado en el clavo. Yo quería ser desde el principio un
químico, es decir ¡un inventor! La química estudia, reiteró, tanto la
composición como la estructura y las propiedades de la materia y su relación
con la energía. Entonces era exacta mi inquietud, mi ensueño y mi desvelo. Lo
que yo había estado buscando en la vida era ser químico.
5. Magia
y superstición
¡Maravilloso! Nos
recomendó comprar un texto de la Editorial Leoncio Prado de Lima, que yo no lo pude
adquirir, porque, en primer lugar, porque no teníamos para esos gastos en la
casa.
Pero más porque mi
padre era de la idea que no debíamos estudiar en un solo texto sino en muchos, entre
los cuales incluso había que hacer comparaciones; entonces: ¿para qué tener uno
solo que nos encasillara?
Era por eso que
teníamos una pequeña biblioteca en casa y a mí me alentaba a ir a la Biblioteca
Municipal; que la frecuentaba constantemente. No adquirí el libro, además, porque
había compañeros que sí lo adquirieron y nos lo prestaban con gusto a quienes
no lo teníamos
Fue un curso
maravilloso. Aprendimos a fabricar lo más simple; como: betún para zapatos,
pasta dental para los dientes, fósforos para encender la candela, jabones y
detergente para lavar ropa, vajilla y ollas; árnica y mentholatum para las
dolencias corporales.
Con él aprendí que
la química en sus primeros tiempos fue alquimia, y son antepasados de la
química moderna las investigaciones misteriosas movidas por la magia y la
superstición; son pues en los laboratorios de los antiguos alquimistas que se
hacían experimentos secretos con toda clase de sustancias.
6. Alquimistas
de antaño
Todo ello con la
finalidad de conseguir cosas tan extrañas como la panacea universal, que
curaría todas las enfermedades; la piedra filosofal, que transformaría los
metales en oro. O bien el elíxir de la vida, que daría inmortalidad a los
hombres. En verdad, ¡quimeras! ¡Pura poesía! ¡Y he allí ese cordón umbilical
entre poesía y química
Por él supe que el
más famoso de los alquimistas de todos los tiempos fue Paracelso, y destacan
también otros grandes hombres como Alberto Magno y Rogelio Bacon.
A los alquimistas de antaño se les debe hoy lo que la
ciencia ha demostrado a través de experimentos de laboratorio: que las
sustancias son susceptibles de transformarse unas en otras mediante
procedimientos adecuados y debidamente controlados.
Que a finales del
siglo XVIII destacaron dos nombres muy ligados a la química moderna: Antonio de
Lavoisier, un francés. Y John Dalton, un inglés, quienes demostraron que las
sustancias de la naturaleza están formadas por elementos simples combinados de
diferente manera y que tales compuestos pueden desdoblarse en sus elementos
componentes por acción química.
7. Armazón
y argamasa
Al curso de
química le debo el saber:
Que antiguamente se
lo consideraba una ciencia misteriosa y por ello relegada al laboratorio de los
alquimistas; pero en el mundo moderno la química ha cobrado una importancia crucial
y vital.
Que sin ella ahora
resultarían incomprensible la minería, la medicina, la farmacia, la fotografía,
la agricultura y la mayoría de industrias.
Que son claros
ejemplos de la importancia de esta disciplina científica, su intervención en lo
obtención de combustibles, gas de alumbrado, diversidad de materiales
plásticos, sustancias colorantes, sales minerales, preparados metálicos,
medicamentos, etc.
Que otro ejemplo
de las valiosas contribuciones de la química a la vida moderna, nos dice el profesor,
es el papel del cuaderno en el cual estábamos escribiendo, y del libro que
estábamos consultando, en ese momento, el papel de sus páginas que ha sido
obtenido de la madera merced a procedimientos químicos.
La tinta utilizada
en la impresión es también un producto químico; el color de sus ilustraciones
se debe a tintes logrados gracias a la química, y también a la fotografía. que
es un proceso químico. Que la tinta que en esos momentos utilizábamos para
escribir era un producto químico. que también lo era la pastilla que hubiéramos
tomado para curarnos de alguna enfermedad.
Nos enseñó que el
amor es químico. Que dos seres se juntan por la química. Y que ella es la
armazón y la argamasa con la cual estamos hechos, de aquí al infinito.
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