domingo, 23 de febrero de 2020

23 de febrero. Festival Nacional. La Sirena de Huacachina. Y Orovilca, que es el cantar del amor ausente.


FESTIVAL NACIONAL

 LA SIRENA
DE
HUACACHINA
Y OROVILCA, QUE ES
EL CANTAR
DEL AMOR AUSENTE
  
Danilo Sánchez Lihón 



Laguna de Huacachina, cerca de Ica


1. En el hueco
de un árbol

En un principio este lugar era un campo cubierto de girasoles con un árbol de huarango al centro que únicamente aparecía en días de tupida neblina en el desierto.
Donde un día un joven guerrero del Ejército del Inca que exploraba el lugar escuchó una música divina que irradiaba desde algún paraje de estas dunas. Subiendo colina tras colina y descendiendo bajío tras bajío siguió la orientación de dónde provenía aquel cantar.
Es una voz que en algún momento parecía que surgía desde el fondo entrañable de la tierra, afinada por la arena y por el perfil suave y sutil de las cumbres de los cerros. Y que a ratos es ensombrecida por las hondonadas y declives que aquí se conforman.
Subyugado por esa melodía inefable y agotado de no hallar el lugar preciso de dónde procedía esa voz, el joven se quedó dormido. Al despertar aún era más nítido el canto y su cadencia. ¿Provenía quizás de algún lugar situado no en la tierra sino en el cielo? Se dijo.
Fue acercándose y descubrió que emergía del hueco de un árbol de huarango. Y, al asomarse a ver hacia adentro, divisó que era una doncella hermosa quien cantaba esas preciosas melodías, distraída, hacendosa y feliz.
– Bella joven… –Dijo el guerrero, llamando hacia adentro de aquel árbol–. Perdone…

Era un campo cubierto de girasoles

2. Palpitar
del corazón

– ¡Ay!
Se escuchó una exclamación de asombro de la joven. Por la sorpresa del llamado ella se había asustado. E iba a escapar, pero permaneció por la expresión y la postura amable del joven en la entrada del árbol, quien le dijo:   
– Perdóneme ninfa o ser divino por haberla sorprendido.
– ¿Quién es usted? Me ha asustado. ¿Acaso, anda perdido?
– Ahora sí creo que estoy perdido. Pero, también, que me he encontrado. Soy jefe de uno de los batallones del Ejército del Inca que acampa estos días en la orilla del mar en campaña hacia el norte del Tahuantinsuyo.
– Y, ¿qué hace vagando por aquí?
– Exploraba el lugar y fui atraído por un canto dulce y una voz tan acariciante que en algún momento pensé que provenía del cielo.
– Cantaba sin preocuparme de que alguien me estuviera escuchando. ¡Qué vergüenza!
– Daría la vida por escuchar siempre esa música divina y contemplar siempre a quien ahora estoy viéndola con mis ojos. Y quiero serle sincero, siento por el palpitar de mi corazón que por primera vez me estoy enamorando.

El guerrero del Ejército del Inca

3. Muerto
en batalla

Y se enamoraron juntos, con ardiente pasión.
– Y ahora, ¿qué será de mí? –Le dijo ella al despedirse.
– De regreso de la campaña que hemos emprendido volveré por este mismo sitio. Y caben dos alternativas que quiero que las pienses: O nos iremos al Cusco donde viviremos juntos. O yo me vendré a vivir aquí, contigo.
– Haré lo que tú digas.
– Cabe también algo que no es bueno que lo oculte. Que no regrese. Si es así, si antes de que la luna vuelva a salir tres veces, no he vuelto es que habré caído en alguna batalla o peripecia propia de la guerra.
– ¡Que Dios ni el destino permitan que eso jamás ocurra!
– Si tardo en venir, este que te doy es un amuleto. Si alguna vez estuvieras en peligro rómpelo, y él te salvará convirtiéndote en un ser de otro mundo en el cual podremos vernos. –Y lo colgó en su cuello.
Y se despidieron.
Varias veces se ocultó la luna y volvió a salir, una y otra vez por el horizonte, y el jefe del batallón del Inca no regresó. Ella frotó y frotó el espejo que colgaba en su pecho, quien le reveló que su amado había muerto en combate.

Las dunas del desierto

4. Solos
los dos

Lloró y lloró tanto que sus lágrimas humedecieron la arena y de ellas brotaron algas, helechos y hierbas. Y era tan inconsolable su llanto que alcanzó a ser escuchado.
– ¿Por qué o por quién lloras mujer? –Dijo un cazador furtivo que perseguía en el candente arenal de Ica al zorro dorado.
– ¿Quién es usted y por qué interrumpe de este modo mi dolor y mi congoja?
– Primero yo te hice una pregunta que no me has contestado. –Dijo altanero.
– La respuesta es que el hombre que amo ha muerto en la guerra. Y nada ni nadie calmará mi pesar. Pero, ¿quién es usted?
– ¿Qué importa quién soy? ¿Y qué importa quién eres tú? Aquí estamos solos los dos. Y ha de ser para complacernos.
– ¡Atrevido! ¿Qué pretende?
– No solo mirarte, mujer, sino hacerte el amor.
Quiso atraparla y ella escapó veloz por el desierto.

Allí se vive en otro mundo

5. Pies
heridos

– ¡No se me escapará esta presa! –Bufó, corriendo tras ella.
En la carrera a ella se le van desgarrando los vestidos, de donde se van formando las breves plantas que hay en el arenal.
De su traspiración crece el tintillo, la flor de arena y el cascabelillo, de flores rojas, azules y amarillas, que se riegan por el suelo del desierto.
De las babas del cazador se forman los cardos, las espinas y los abrojos que crecen como mala hierba en este páramo.
Ya en el agotamiento ella resbala y cae. Y cuando él se acerca y va a atraparla rompe el espejo que el guerrero le diera y que cuelga de su pecho.
E inmediatamente se extiende bajo ella una laguna de color verde esmeralda en donde flotan los líquenes que se formaron con las lágrimas de los ojos de la doncella.
Y a esa laguna ella se arroja.
Donde siente que sus pies heridos y llagados por los pedruscos y la arena del desierto se alivian trocándose en una cola de pez. Al mirarse reconoce haberse convertido en una bella sirena, tal como lo advirtió su amado.

Muchos fascinados se hunden para siempre en sus aguas

6. Verde
esmeralda

Ese espejo roto es el oasis y la laguna de Huacachina que se sitúa a cinco kilómetros de la ciudad de Ica.
Enclavada entre las arenas del desierto y las dunas que semejan senos, vientres y caderas de mujer.
Siendo que Huacachina significa, en el idioma originario de este lugar: “La mujer que llora”.
Que era la joven que se convirtió en sirena. Y que en los plenilunios emerge y canta una música divina e inspirada por el amor ausente.
Y ella, la joven que aparece es tan hermosa que muchos fascinados se han hundido para siempre en sus aguas.
Huacachina es un oasis de aguas de propiedades curativas y mágicas, donde hay la creencia que sumergiéndose los cabellos con el tiempo se tornan dorados.
Tiene el color de los ojos de la sirena, y de una tonalidad cobriza como es la piel y el cuerpo de la muchacha ahora dotada con cola de pez.
Que en noches de luna sobresale de las aguas y recorre fantasmal todos los contornos y parajes aledaños.

El oasis de la laguna de Huacachina, cerca de Ica

7. Hacia
el mar

Pero también se la encuentra deambulando lejos, con los ojos desorbitados como buscando a alguien.
Es una joven de extraña hermosura que recorre el desierto con los cabellos al viento y batiente su cola de pez sin tiempo.
Vaga rauda montada sobre una fulgurante nave, que es un pez: una corvina azul de ojos extasiados.
Que se desliza rozando apenas las arenas que le abren paso como si fuera agua, linfa o nieve.
Y al amanecer vuelve a hundirse en la laguna encantada de agua color esmeralda como es el color de su mirada.
Porque se dice que es inconsolable buscando a su amado lejano y distante.
Su nombre es Orovilca que habita al fondo de la laguna de Huacachina, en donde por algún efecto del amor desgarrado hay la propensión a llorar.
Desde aquí Orovilca, recorre la distancia que hay hacia el mar en donde acampara alguna vez el Ejército del Inca y el joven soldado a quien ella entregó para siempre toda la flor de su amor.



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