martes, 25 de febrero de 2020

25 de febrero. Nace el libertador José de San Martín. San Martín y el Estandarte de Pizarro


25 DE FEBRERO
NACE EL LIBERTADOR JOSÉ DE SAN MARTÍN

SAN MARTÍN
Y EL ESTANDARTE
DE PIZARRO

 Danilo Sánchez Lihón



El Libertador José de San Martín

1. Libertad
de los pueblos

Cuando el libertador José de San Martín, luego de la entrevista que sostuviera con Simón Bolívar en Guayaquil, el 26 de julio del año 1822, deja el Perú, lo hace con recato, en reserva y hasta soledad, retirándose porque era un hombre noble y honrado, y no quería rivalidades ni formar parte de las disputas mezquinas por el poder.
Y lo hizo solo llevando una reliquia. ¿Cuál era? El Estandarte de la Conquista del Perú de Francisco Pizarro, del cual nunca se desprendió en vida.
Fue la prenda que más apreció de cuántas tenía. Era su emblema, su símbolo y blasón, su amuleto y talismán. Al tocarlo y contemplarlo veía realizado su sueño cual fue dar la libertad a gran parte de la América del Sur.
Este estandarte en su exilio de Europa siempre formó parte del atuendo en su habitación más íntima, cuál era su propio dormitorio. Yacía colgado en una de las paredes y era lo que el Generalísimo de los Ejércitos del Perú miraba siempre antes de dormir y de conciliar el sueño. Como era lo primero que miraba al despertar de su sueño.
Sueño que fue el punto de partida en donde se iniciara el anhelo de libertad para nuestros pueblos.


Desembarco de la Expedición Libertadora en Paracas

2. Fundó
Repúblicas

¿Qué representaba para él ese trofeo? Una etapa de oscurantismo y miseria que él con su acción visionaria empezara a cambiar. El sojuzgamiento de nuestras culturas que él estaba exorcizando con su batir de espada. El despojo, la muerte y la aniquilación de los indios que él redimiera.
Representaba la aventura de la Conquista tan llena de crueldad, padecimientos y despojos que él revertía ahora en libertad.
Pero también no se le escapaba que era una bandera de gloria de quienes arriesgaron su vida imbuidos de codicia, pero también de fe.
Significaba siglos de opresión día a día del yugo hispano. Significaba el dominio de toda la América del Sur de parte de un rey europeo y del imperio español.
Era el tesoro más preciado para él. Al mirarlo imaginaba cómo en él se reunía toda la gloria de sus hazañas. Era la prenda que más estimaba el General San Martín. Era su posesión de mayor significado.
Poseerlo era el símbolo de haber sido él, como realmente lo fue, el libertador de nuestros pueblos para a partir de ello fundar repúblicas independientes, uniéndolas y no dividiéndolas.



Proclamación de la Independencia del Perú

3. Todo
un continente

Al retirarse del Perú no extrajo ninguna riqueza material. Al contrario: aquí dejó todo lo que había traído. Y no solo sus muebles que se trajeron en los barcos de la expedición libertadora, y que aquí se quedaron en la casa de la Magdalena y en el Palacio de Gobierno. Sino que donó sus libros personales y de cabecera para con ellos fundar la Biblioteca Nacional del Perú, que a partir de entonces deberíamos reconocerla como La Biblioteca de la Libertad. Sino que dejó también aquí su ejército. ¿No es esto significativo?
Dejó aquí al Ejército Expedicionario, que surcó el mar desde Chile y que desembarcó en la Bahía de Paracas, compuesto de cinco mil hombres, vencedor en las batallas de Chacabuco y de Maipú. ¿No es inmenso en cuanto a contenido?
Y partió secretamente, solo hacia su país, dejando todo, pasando por Chile para luego enrumbar a Mendoza, pero siempre llevando el Estandarte de la Conquista del Perú. ¿No es grandioso? Sin biblioteca, pero cogido al estandarte. Para luego trasladarse a su exilio en Europa, siempre con ese estandarte, que fue lo único que quiso tener como reliquia, emblema del cual no se desprendió nunca en vida, símbolo de una época de dolor, de despojo y humillación de todo un continente.


Encuentro de los generales José de San Martín y Simón Bolívar

4. La guardó
diligente

Cierto día estando en la casa que habitaba en Grand Bourg, a 25 kilómetros de París, donde vivía modestamente con su hija Mercedes y sus dos nietecitas, llamadas Josefa y también Mercedes como su madre, entró esta última llorando al gabinete de su ilustre abuelo.
Este, a fin de consolarla, rebuscó en sus cajones para ver qué tenía de curioso y atractivo que pudiera calmarla. Y puso en sus manos una medalla preciosa atada a una cinta gualda para que juegue y se entretenga la chiquilla. Era nada menos que la famosa condecoración que él recibiera por acción heroica en la batalla de Bailén en la Guerra de Independencia de España, en donde por primera vez fueron vencidas las tropas napoleónicas.
Salió su nietecita ya calmada y dichosa con el objeto reluciente. Mercedes, al darse cuenta que era una reliquia histórica de inmenso significado, pudo rescatar esa joya de manos de su hija. Y entró a la habitación de su padre; y entregándole la presea le reprochó de este modo:
– Papá, ¡cómo vas a dar esta reliquia de héroe como si fuera un juguete!
– Déjala que juegue. –Le respondió él–. Si una medalla no sirve para que una niña deje de llorar, ¿entonces qué utilidad tiene?
Mercedes, su hija, guardó aquella prenda que don José de San Martín nunca reclamó ni echó de menos. Fue ella quien la guardó diligente en un cajón, prenda que don José nunca reclamó ni echó de menos. Es por eso que ahora la medalla permanece en el Museo Nacional de la Argentina en Buenos Aires.


Mariscal Ramón Castilla, Presidente del Perú

5. después
de mi fallecimiento

Sin embargo, Ramón Castilla, presidente de la República del Perú le solicitó con una carta la devolución del Estandarte de la Conquista del Perú de Francisco Pizarro. Estandarte que el Cabildo de Lima le donara y que cuando él estaba aquí se le hiciera llegar por intermedio de don Felipe Antonio Alvarado para que tuviera: “la satisfacción de poder conservar en su poder esa insignia de la tiranía destruida bajo su protectorado”, como reza la resolución.
He aquí la respuesta que le dirige José de San Martín al presidente del Perú, don Ramón Castilla, fechada el 8 de diciembre de 1849, en respuesta a la carta de reclamo fechada el 12 de setiembre de ese mismo año:
Lo expuesto no debe dejar la menor duda sobre mi legítima posesión de este interesante y antiguo signo de la conquista del Perú por los españoles. Sin embargo, yo había prevenido con mucha antelación los deseos de su excelencia, declarando en mi disposición testamentaria ser mi voluntad el que dicho estandarte fuese presentado a la República del Perú por mis herederos después de mi fallecimiento, como una demostración de mi agradecimiento a las distinciones con que me honró su primer Congreso. Este término, no será de larga duración vista mi edad avanzada y lo destruido de mi salud.
Es decir, de todos modos, ese estandarte volvería al Perú y figuraba así en su testamento. Pero pudo él haberlo devuelto en vida y no quiso desprenderse de él mientras viviera.


José de San Martín en su ancianidad

6. Bandera
que tremoló

El testamento de José de San Martín fechado el 23 de enero del año 1844, dice a la letra:
“En nombre de Dios Todo Poderoso, a quien reconozco como Hacedor del Universo, digo yo, José de San Martin, Generalísimo de la República del Perú y fundador de su libertad, Capitán General de la de Chile y Brigadier General de la Confederación Argentina, que, visto el mal estado de mi salud, declaro por el presente Testamento lo siguiente: 1º. El sable, que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sud, le será entregado al General de la República Argentina don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción, que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla. 2º. Desearía que mi corazón fuera depositado en Buenos Aires. 3º. Declaro no deber ni haber debido jamás nada a nadie... Artículo adicional. Es mi voluntad el que el estandarte que el bravo español Don Francisco Pizarro tremoló en la conquista del Perú sea devuelto a esa República (a pesar de ser una propiedad mía), siempre que sus gobiernos hayan realizado las recompensas y honores con que me honró su primer Congreso”.


Cripta donde reposan los restos de El Libertador en Buenos Aires

7. El sol
naciente

Fallecido don José de San Martín el 17 de agosto del año 1850 en Boulogne-Sur-Mer, en una habitación alquilada, sus restos que inicialmente permanecieron en la cripta de la Basílica de Nuestra Señora de la Inmaculada de esa ciudad, fueron trasladados en 1861 a la bóveda de la familia González Balcarce en el cementerio de Brunoy, localidad cercana de París. Cubría su féretro el histórico Estandarte de la Conquista del Perú de Francisco Pizarro.
Fue en dicha ocasión que se le hizo entrega al representante del Perú en Francia de la mencionada reliquia, la misma que fue remitida al Perú y se hizo una exposición de ella en el Ministerio de Relaciones Exteriores, acto del cual hay un testimonio del tradicionalista Ricardo Palma.
Fue don José de San Martín un hombre desprendido y generoso, que nunca acaparó bienes materiales. Solo que tuvo por el Estandarte de la Conquista del Perú una fascinación que tocaba lo esencial de su alma, que en su ancianidad y en su retiro fue de austeridad rayana en la pobreza. Una pensión que alivió sus días fue la que el primer Congreso de la República del Perú le asignara y que el presidente Ramón Castilla cumplió fervorosamente en hacer llegar hasta su retiro de París. Igualmente, el fervor que don José de San Martín guardó por el Perú fue siempre el de un país al cual relacionó con el sol naciente, el mismo que dibujó son su propia mano en su primer escudo de país libre, pujante y soberano.




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