lunes, 27 de abril de 2020

27 de abril. Nace Abraham Valdelomar. / Amistad entre dos genios.


27 DE ABRIL
NACE ABRAHAM VALDELOMAR

AMISTAD
ENTRE DOS
GENIOS

Danilo Sánchez Lihón



Abraham Valdelomar

1. Antes
de partir

César Vallejo luego de dispararse una bala en la sien, que felizmente no detonó, tuvo luego un rapto de exultación, como si hubiera vuelto a nacer. Tenía 25 años y era un ser apasionado, valeroso y audaz.
Su decisión inmediata, ante sus amigos del Grupo Norte de Trujillo, entre los cuales estaba presente Antenor Orrego, quien refiere estos acontecimientos, fue expresar aún bajo la conmoción de lo sucedido:
– ¡Entonces, me voy! ¡Definitivamente, me voy!
Todo esto también lo refieren otros amigos allí presentes que han dado testimonio de estos hechos,
Siendo que al siguiente día se embarcaba en el vapor Ucayali en el puerto de Salaverry, rumbo a la enigmática y misteriosa Lima.
Este viaje lo hacía de manera inopinada, abrupta y tajante; sin dinero, sin propósito alguno y sin contactos que pudieran auxiliarlo, tal y como lo hizo y acostumbró a hacer siempre y en muchas circunstancias y momentos de su vida. Era el 27 de diciembre del año 1917. Antes de partir escribió:

Plaza de Armas de Trujillo

2. Verano,
ya me voy

Verano, ya me voy. Y me dan pena
las manitas sumisas de tus tardes.
Llegas devotamente; llegas viejo;
y ya no encontrarás en mi alma a nadie.
Verano! y pasarás por mis balcones
con gran rosario de amatistas y oros,
como un obispo triste que llegara
de lejos a buscar y bendecir
los rotos aros de unos muertos novios.
Verano, ya me voy. Allá, en setiembre
tengo una rosa que te encargo mucho;
la regarás de agua bendita todos
los días de pecado y de sepulcro.
Si a fuerza de llorar el mausoleo,
con luz de fe su mármol aletea,
levanta en alto tu responso, y pide
a Dios que siga para siempre muerta.
Todo ha de ser ya tarde;
y tú no encontrarás en mi alma a nadie.
Ya no llores, Verano! En aquel surco
muere una rosa que renace mucho...
 De este modo se despedía de Zoila Rosa Cuadra quien motivara el intento fallido de suicidio. Lo dice en el poema, cuando menciona: En aquel surco muere una rosa que renace mucho.

César Vallejo

3. Siento
a Dios

Ya en el barco que lo conducía, en una travesía que duró cuatro días de Trujillo a Lima, del 27 al 30 de diciembre, de pie y en la borda de la nave escribe el poema Dios, donde dice:
Siento a Dios que camina
tan en mí, con la tarde y con el mar.
Con él nos vamos juntos. Anochece.
Con él anochecemos, Orfandad...
Pero yo siento a Dios. Y hasta parece
que él me dicta no sé qué buen color.
Como un hospitalario, es bueno y triste;
mustia un dulce desdén de enamorado:
debe dolerle mucho el corazón.
Oh, Dios mío, recién a ti me llego
hoy que amo tanto en esta tarde; hoy
que en la falsa balanza de unos senos,
mido y lloro una frágil Creación.
Y tú, cuál llorarás..., tú, enamorado
de tanto enorme seno girador...
Yo te consagro Dios, porque amas tanto;
porque jamás sonríes; porque siempre
debe dolerte mucho el corazón.

Abraham Valdelomar

4. La chispa
divina

Ya en Lima conoce personalmente a Abraham Valdelomar, quien era el intelectual dominante de la época, el más vigente y celebrado; y quien marcaba el gusto estético y literario de ese momento. ¿Cómo fue este encuentro? Antes se contaba una anécdota que no consta en ningún escrito y que después ha desaparecido de toda boca.
Ya no se escucha decir aquella versión en ninguna parte. Y ello ha ocurrido así posiblemente porque se sabe mejor cual fue el trato que le prodigó Abraham Valdelomar a César Vallejo. Aprecio que rayó en una admiración total y sin límites, hasta ser suprema. Y que la dejó escrita, y en donde le dice:
Hermano en el dolor y en la Belleza, hermano en Dios: hay en tu espíritu la chispa divina de los elegidos… podrán los hombres no creer en ti; serán capaces de no arrodillarse a tu paso los esclavos; pero, sin embargo, tu espíritu, donde anida la chispa de Dios, será inmortal, fecundará otras almas y vivirá radiante en la gloria, por los siglos de los siglos. Amén.
Pero, ¿cuál era aquella versión que circulaba antes, seguramente porque la figura de Abraham Valdelomar tenía en ese entonces tanto o más peso y reconocimiento que la de César Vallejo?

Palais Concert, en Lima. El edificio verde

5. Personaje
sobresaliente

Contaba dicha historia que Vallejo acercándose adonde Abraham Valdelomar ejercía cátedra, desde el Palais Concert de Lima, Vallejo le habría dicho titubeante:
– Vengo de Trujillo trayéndole el saludo de toda la intelectualidad joven del norte del Perú.
Y Valdelomar entonces displicente, extendiéndole la mano le habría respondido:
–Vaya usted y cuente a sus amigos de Trujillo que ha besado la mano del Conde de Lemos.
Porque Conde de Lemos era la manera como él se hacía llamar, creo yo que era para burlarse de la aristocracia limeña soberbia y arrogante y que él desplazó de la escena cultural viniendo desde una provincia.  Pero ahora se sabe que el encuentro entre ambos se produjo de otra manera, y no fue así.
Lo cierto es que Víctor Raúl Haya de la Torre, con quien César Vallejo compartió días de amistad y compañerismo en las aulas de la Universidad de Trujillo, fue quien le instó a visitar a Abraham Valdelomar, personaje sobresaliente e intelectualmente el más descollante del Perú de ese momento, quien dirigía además la revista Mundo Limeño.

A. Valdelomar, con saco oscuro. C. Vallejo, con papel en la mano

6. Estupefacto
de emoción

Se dice que el mismo Haya de la Torre pasó a máquina los poemas de Vallejo para que éste los presentara ante la figura del arte más relumbrante de esos días, quien al echarle un vistazo a los poemas que Vallejo le extendió se quedó mudo, vibrante de asombro, estupefacto de emoción.
No se movía ni emitía gesto alguno; se había quedado anonadado. Le pidió, eso sí, que no se vaya, que lo espere un instante, que quería conversar con él.
Y dejó todo para salir a la calle y caminar juntos, preguntándole él de dónde era, cuáles eran sus lecturas y sus planes, como era su vida, qué pensaba de esto y de aquello, de lo propio como de lo ajeno.
Le preguntó, lógicamente, cómo había hecho la proeza de escribir los poemas que escribió solo leyendo a clásicos, románticos y modernistas. Y lo invitó a colaborar en la revista Mundo Limeño en donde apareció publicado el poema Los heraldos negros.
 Abraham Valdelomar había regresado hacía cinco años de Europa, donde vivió un buen tiempo en Roma, absorbiendo lo mejor de la cultura de ese momento, empapándose de ideas y llenándose de mundo. Se había interesado por todas las nuevas corrientes artísticas, tan febriles en aquella época en la capital italiana.

Santiago de Chuco, tierra de Vallejo

7. El genio
de la tierra

César Vallejo y Abraham Valdelomar pasearon por las calles coloniales de la Lima vieja, se acercaron a los parajes de la Plaza San Martín, que recién se construía esos días para conmemorar el centenario de la independencia del Perú.
Avanzaron por la avenida Colmena que recién se diseñaba hasta la avenida Tacna. Incursionaron por Barrios Altos en donde César Vallejo tenía su pensión, en la calle Acequia Alta.
Con César Vallejo Abraham Valdelomar era sincero, cordial e íntimo. Ante los otros que se acercaban asumía inmediatamente poses de gran señor, de icono intelectual, de un dandi de la escena social. De un numen artístico y secular, que reclamaba incienso, gloria y adoración.
Pasaban los extraños y él se preguntaba, pensando en César Vallejo quien iba silencioso a su lado: cómo es que el genio de la tierra aflora por boca de alguien.
Y, cómo es que las manos que escriben pueden exorcizar mundos. Y cómo es que la fuerza telúrica de una realidad asombrosa y abismal, como son los andes, pueden tener sus voceros, atalayas y demiurgos imprevistos y genuinos.

Foto 7
Jaime Sánchez Lihón


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