13 DE MAYO
DÍA DEL QUÍMICO FARMACÉUTICO
PLANTAS
QUE
CURAN
Danilo Sánchez Lihón
Cerro La Botica, en Cachicadán
y la función
de
la yerba purísima
César
Vallejo
1. Y curan también
las palabras
La medicina de la
cultura andina tiene como una de sus extraordinarias cualidades, entre otras,
basarse en el poder curativo de las plantas. Y en este rubro el Perú ha
aportado al mundo para la farmacopea mundial, y lo sigue haciendo, más del 70 %
de plantas medicinales y curativas que se conocen y se procesan para la
fabricación de fármacos. Pero lo importante es que este es un ámbito activo y
vigente en gran parte de nuestra población que practica en vivo curarse en base
a yerbas y plantas medicinales.
En mi pueblo, que
es Santiago de Chuco, un sector minoritario recurre al médico, o a un doctor,
que los hay muy pocos. La mayoría de personas recurren a la medicina natural
que domina ampliamente el espectro de cómo la gente se cura de cualquier
dolencia, mediante plantas. Hasta tenemos un cerro en Cachicadán que se llama
La Botica . Esta sabiduría forma parte de la mayor proporción de conversaciones
que sostiene la gente, que es la relación que esta vez quiero establecer, entre
la curación en base a lo que nos prodiga la naturaleza y el lenguaje de la
palabra.
Así, en mi casa de
infancia guardábamos toda nuestra farmacopea en un cajón con divisiones que
colocábamos en la ventana. Quizás para que el sol de la mañana y la brisa
mantuvieran frescas y airosas las plantas curativas que guardábamos envueltas
en sobres rotulados, con el nombre mágico de ellas y hasta las propiedades que
tenían esos tallos, hojas, raíces y flores. Allí aprendí, gracias a mi madre,
acerca del valor curativo de cada una de ellas. Y me instruyó para recetarlas. Pero,
para mí valían tanto sus sustancias como la magia y el misterioso retumbo de sus
nombres.
2. Dones
y virtudes
Aprendí que en dos
se dividen los componentes de ese arte milagroso; cuales son: las plantas de
altura o de jalca, y las del valle o de temple; esto es: las primeras de los
climas frígidos y empinados; y la segunda de los bajíos, abismos y hondonadas.
Pero tanto o más
que el poder curativo o el prodigio de las yerbas que sanan, para mí ese cajón donde
las guardábamos, representaba el hechizo del lenguaje y la eufonía de las
palabras:
¡Porque hay voces
y sonidos que encierran todo el universo! En ellos están los huertos, los paisajes,
como el arco iris. Así, en nombres como: la zarzaparrilla, la trinitaria, el
láudano; la panizara, el toronjil, el cardo santo. O bien, el "Juan
Alonso", el alcanfor, el "pie de perro"; el acíbar, el
membrillo.
¿Qué son sino
milagros del lenguaje? ¿Acaso no son maravillas? ¿Dijes, abalorios y
talismanes? ¿No resuenan acaso como vocablos inmemoriales, más fastuosos y
refinados que las filigranas persas, las pedrerías egipcias o las joyas del
fabuloso tesoro del Señor de Sipán?
¿Pueden aquellas frías
alhajas compararse en hondura e iridiscencias, en relumbres y fulgores, en
denotar y connotar que tienen los nombres de las plantas? ¡Jamás! Y, más aún, ¿a
los dones y virtudes de que ellas están dotadas para sanar los males del
cuerpo, pero más los del alma?
En todo mercado hay una yerbera
3. El ñorbo
3. El ñorbo
o la pasionaria
Hay otras, como:
la huamanripa, a la que más recurro cuando recomiendo una infusión, o mate, creo
que más por su acento y tañido. Y cuyo aroma me extiende por toda la geografía
lacerada de mi provincia, departamento y región, donde floreció una cultura que
hablaba una lengua susurrante como era el idioma culle.
Y la receto, yendo
de la idea al acto, al ponerla a cocer en una vasija, no sólo para curar la tos
y cólicos de barriga, sino para apaciguar dolores del pensamiento y del sentido
de la vida, como cuando extrañamos a alguien muy querido.
Otra planta es la
zarzamora que, unida a higo seco, a la raíz de altea, a las hojas de rosas y a los
brotes de jazmín, todo echado a hervir y colado, es buena para aftas bucales de
los niños de teta. ¡Que siempre los hay en todas nuestras casas humildes, pero
nobles y colmadas de cariño, donde los niños lloriquean inconsolables por estos
padecimientos, que no sabemos por qué se descargan en niños tan tiernos que nos
muestran sus boquitas que sangran!
El ñorbo o la
pasionaria, cuyo nombre me explica mamá, evoca la corona de espinas, el clavo y
el martillo de la cruz de nuestro señor Jesucristo. Planta que estuvo presente al
nacer Jesús en Belén y también al morir en el monte Calvario, de Jerusalén.
4. Alforja
al hombro
Otra planta es la
ortiga, que ¡cuánto no habré chillado y zapateado por cogerla mal en el camino
a Cachulla! Buena cuando está seca, para curar los resfríos. Y se la toma
también para detener la caída del cabello.
Pero fresca, con
sus temibles hojas aserradas, sirve para latiguear las rodillas o los brazos de
la gente atacada por el reumatismo.
¡También las
madres desalmadas la cultivan frente a la puerta de sus casas para castigar las
malacrianzas de sus hijos indefensos!
Otra yerba es el
matico, de color pardo, y que sirve para tomarlo en emoliente, cuando hay
inflamaciones de pecho; o para lavar las heridas, y hasta para hacer gárgaras.
El mastuerzo, de
pecíolo largo, bueno para el escorbuto, mezclado con el jugo de granadilla.
Y que cuando un hermanito
tierno en casa presenta esas heridas mi padre, poniéndome al hombro una alforja, me envía de madrugada a traerla
desde el fundo de Pasabalda, que queda a un día de camino.
Camino a Pasabalda
5. Para curar
una vergüenza
La cola de
caballo, en tizana sirve para las compresas y cataplasmas aplicadas en curar heridas,
detener hemorragias de la nariz y calmar las úlceras de las encías.
Pasada por la
barbilla provoca estornudar que lo hacemos de juego; pero que notando que es a
propósito, enoja mucho a las mamás, que por ese hecho nos resondran jalándonos
de las orejas.
El llantén y el
ajenjo son para dolores de estómago. La congona es para curar una vergüenza. El
“amor seco” es bueno para la inflamación de los riñones.
La escorzonera
sirve para la temible tos ferina, con que se mueren tanto aquí los niños; la
semilla de membrillo en panetela es para formar el estómago de los recién
nacidos.
La valeriana te la
damos a sorbos a ti, mamá, en tus desmayos, sin que tú te des cuenta. Así como te
damos a oler el “agua florida”, frotándote la frente que la tienes tersa y
luminosa como de alabastro.
La trinitaria
cocida en hidromiel y pasada en vino, es excelente contra las molestias
respiratorias y el asma persistente.
6. La resonancia
de sus nombres
La pimpinela es
para los enjuagues tónicos.
Y los odiosos
¡churgapes!, para baños de "caisas" y consentidos, con los cuales me
amenazaron mis tías de parte de madre. Nunca las otras. Pero que tú jamás
permitiste que lo hicieran, mamá. Y mi padre ¡menos todavía! ¡Jamás lo hubiera
consentido! Además, la palabra churgapes, por sí misma ya produce escozor,
irritación y molestia. Por el nombre mismo ya resulta odiosa, hostil y
repelente.
Hay una relación
pues del nombre de cada planta, con su efecto en el cuerpo y en el alma, con el
abrir nuestros corazones, o cerrarlos. Al punto de exponernos y arrobarnos, por
el vocablo que las enuncia.
Por eso, cuando a
veces me preguntan cómo es que me nació en mí el gusto por las palabras y la
literatura, yo contesto que fue por la farmacopea de las plantas, este oficio
de niño curandero que fui en base a las plantas que sanan y alivian los males,
que a mí me lo enseñó mi madre, y a ella mi abuelo Benigno.
Y todo basado en
yerbas que en mi ingenuo sentido sanaban tanto por su sustancia como por el
poder de la resonancia de sus nombres y terminología.
7. Luminosa
la vida
–¡Ay, mi Catita ha
amanecido con la erisipela!
– Ponle compresas
de hojas de malvavisco, pero hervidas. También son buenas las cataplasmas de
lechuga verde; o bien te de ajenjo y aceite de almendras. Ahí tengo el
malvavisco si necesita.
– Ay, ¡cómo no!, démelo
para ponerle.
El lenguaje, y
hasta la manera cómo se lo dice, también es lo que las ayuda a curar. Que es
aquello que hace a las plantas tener sus mágicos poderes curativos.
Y con ellos
espantar y hacer retroceder a los males que con frecuencia son fieros y
obstinados, pero que las palabras los exorcizan, deteniendo inclusive hasta a
la misma muerte.
¡Y haciendo que
aflore y estalle luminosa la vida!
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