miércoles, 22 de julio de 2020

22 de julio. Día del Flautista de Hamelín. / Enigma o consigna.


22 DE JULIO
DÍA DEL FLAUTISTA DE HAMELÍN

ENIGMA
O
CONSIGNA
  
Danilo Sánchez Lihón




1. Insólito
y fascinante

El 22 de julio es el Día del Flautista de Hamelín, nombre del pueblo en Alemania en donde ocurrieron los sucesos que la leyenda relata, y que en el fondo pone de relieve el mundo encantado y mágico que conforma una de las tres hebras de que estamos hechos constituidos y trenzados los seres humanos.
Pero, a su vez, texto y contexto en donde se relieva el plano de lo moral con que se desenvuelven los acontecimientos a que dan lugar nuestras vidas, se estructuran las situaciones y se ordenan los fenómenos, los seres y las cosas. Y que cuando se falta a ellas ocurren los desenlaces lamentables que esta historia presenta y recrea.
Porque entre los muchos significados de este episodio, que no solo es imaginario, está, por un lado, el poder de atracción del arte, como en este caso lo contiene y significa la música emitida a través de la flauta de aquel personaje legendario, insólito y fascinante que es el flautista, sino que su sustento es también la gravedad de nuestras faltas.
Porque en el fondo lo que ocurre es una desgracia, por el incumplimiento de la palabra empeñada de parte de los representantes de la ciudad, al considerar que había sido muy fácil desaparecer a los ratones que ellos no pudieron lograr ahuyentar por más esfuerzos y empeño que pusieron, incumpliendo al compromiso pactado de pagarle al flautista 100 monedas de oro. 



2. Un mensaje
nuevo

La estructura que conforma este argumento tiene el carácter de leyenda, pero también de crónica histórica, puesto que el pueblo es real y el tiempo en que ocurrieran los hechos es preciso.
Pero existen además registros históricos documentados que dan cuenta de la ocurrencia de este suceso, que incluye la desaparición de 130 niños, vértice en que el mundo mágico y objetivo se juntan y a la vez colisionan.
Incluso ahora está prohibido cantar o interpretar música en la calle Bungelosenstrasse de Hamelín, sitio donde se ha ubicado que el flautista se detuvo para urdir su pócima o encantamiento que en este caso fue una tonada musical.
Ya que existe el temor de que algo igualmente aciago y fatal pudiera ocurrir ahora por efecto de la magia de algún taumaturgo venido quizá desde nuestros países, resurgiendo algún flautista redivivo de los andes, que les conturbe con algún mensaje nuevo y telúrico y para ellos inconcebible.
Por demás indispensable esperar que algo inusitado acontezca en estos tiempos azarosos y a la vez funestos, en las vidas aparentemente tranquilas, pero en realidad atravesadas de vacíos, faltas de sustancia y de un contenido humano trascendente. 


3. Apariencia
estrafalaria

Porque la historia objetiva paralela a la literaria de El Flautista de Hamelín narra que en el año 1284 invadieron oleadas de ratones aquel pueblo tradicional, apacible y burgués, pueblo en bonanza por la laboriosidad y conformismo de sus habitantes, avalancha de ratones que fueron tantos que no había dónde poner los pies sin pisarlos, ni dónde colgar un sombrero sin despertarlos escuchando su chillido de fastidio y su ronroneo de protesta.
Las calles eran ríos y oleajes de ratones, una inundación de color parduzco de roedores que devoraban todo a su paso, no dejando sitio ni siquiera para el tránsito de quienes habían nacido y moraban en aquel pueblo antes plácido y reposado, y donde hasta los objetos cotidianos servían de albergue a estos intrusos, agitados e inquietos roedores. ¿Qué hacer? Se intentó de todo, y nada dio los resultados esperados. Y los ratones seguían llegando y aumentando a raudales. ¡Y nadie sabía ahora cómo solucionar tan grave y dramática situación!
Entonces, cuando se había perdido toda iniciativa y esperanza apareció providencialmente, ¡no se sabe cómo ni de dónde!, un flautista de aspecto distraído, estrafalario e inubicable, vestido con ropa de colores cálidos y estallantes, de apariencia estrambótica, esmirriado de talle y destartalado de contextura, que interpretaba tonadas subyugantes en su precario instrumento.


4. No quedando
ni una sola

Aquel personaje extravagante manifestó, sin embargo, que él podía hacer desalojar a los roedores que habían invadido la ciudad y que cubrían como una ondulación plomiza y cenicienta todo lo que antes lucía colorido y magnificente; y que ahora era gris, monótono y bamboleante, sea lo que sea en donde se posaran los ojos. Y se comprometió solemne y formalmente a solucionar este inconveniente por la suma de 100 monedas de oro.
Las autoridades del pueblo incluyendo el alcalde le aseguraron que en caso de ver cumplida su promesa le pagarían la cantidad solicitada en el acto, sin plazos, demoras ni postergaciones.
Pero en vez de todo trajín movimiento y remoción de materiales, en vez de algo práctico, empezó entonces de parte del extraño y desconocido personaje, la interpretación de una música extraña. Y mágica, porque hacia él empezaron a caminar tranquilamente por las calles por donde iba tocando su instrumento oleada tras oleada de ratones que empezaron a seguirlo e ir detrás suyo como halados por una fuerza invisible; extasiados e inatajables.
Cruzó el río y ellos por seguir la inusitada melodía, o no se sabe por qué razón secreta e inexplicable, se fueron arrojando a las aguas turbulentas subyugados y felices, no quedando ni uno solo de estos escrutadores, siempre misteriosos e imprevisibles y pequeños seres animados.


5. ¿De dónde
viene?

Pero solo se consigna que desaparecieron, de lo contrario el río Weser, por donde desaparecieron estos animales, se hubiera atorado en algún sitio en el discurrir de su cauce, puesto que eran miríadas de seres que se movían.
Pero los habitantes de Hamelín, visto que el problema estaba solucionado, y que no le había costado casi nada desalojar a los ratones, ninguna inversión ni servicios colaterales ni de apoyo, al estrambótico tañedor de flauta, dijeron:
– ¡Esta solución que ha sido sencilla en verdad no vale tanto en monedas de oro!
– Acaso, ¿sólo por tocar una tonada insulsa vamos a abonar 100 monedas de oro?
– ¡No! De ninguna manera. ¡Imposible pagar esa suma!
– ¿Qué se ha creído este tipo? ¡Además no sabemos su procedencia! ¡Dejemos sin efecto el acuerdo!
Que diga, ¿de dónde viene? ¿Quién es? ¡Hay que investigarlo! ¿Cuáles son sus antecedentes, sus títulos, sus recomendaciones?
– Que diga, ¡quién lo respalda y a quién representa!
– ¡Que se largue! ¡Fuera de aquí! ¡Vete! –Vociferaron.


6. Y todos
hechizados

En el fondo dicha actitud es de incomprensión y el desprecio que siempre ha existido por el extraño, por el extranjero y por el arte; más lamentable si es que eso se produce por quienes ocupan cargos públicos y son autoridades, como es el caso que aquí ocurre. El flautista reclamó invocando el contrato al cual habían arribado y que habían convenido formalmente. ¡Pero no! Al contrario, se burlaron e hicieron mofa de él.
Y lo trataron con sorna y amenazas, como se maltrata a los que son de otros lugares, y a los que se valen de otros recursos que los simplemente mecánicos y concretos, como son los músicos y los poetas, quienes al final son quienes fundan o inauguran órdenes nuevos.
¡Cómo este en el cual vivimos y que en algún momento fue un mundo nuevo!
– ¡Ajá! ¿De ese modo se cumplen los compromisos pactados? ¡Verán entonces! –Dijo el flautista.
Regresó otro día al amanecer y empezó a entonar otra melodía mágica que levantó de los lechos donde dormían solo a los niños, despertándolos en sus camas ya hechizados. Y hacia donde él tocaba empezaron a seguirlo por el sendero, mientras él iba adelante entonando su música sibilina.


7. Un enigma
irresoluble

Los niños desaparecieron sin saber tampoco el sitio por donde se esfumaron, aunque se dice que fue por una cueva. Solo dos fueron encontrados, uno que era ciego y otro lisiado de una pierna, quienes al quedarse rezagados no pudieron desaparecer junto con ellos. Y no porque se resistieran a ir tras él, sino porque no pudieron concatenar sus pasos con la caravana de niños subyugados por la melodía embrujada.
Lo cierto es que los restantes niños nunca más fueron hallados hasta ahora en que se los sigue buscando, y para lo cual de cuando en cuando se conforman comisiones investigadoras, sin que nadie sepa cómo, hasta el día de hoy desaparecieron, períodos o épocas las nuestras en que todavía se los busca vanamente y sin poder encontrarlos.
De esto hace 734 años, puesto que aquellos sucesos ocurrieron un 22 de julio del año 1284, dicen unos. Aunque otros estipulan que más bien ocurrió el 26 de junio, pero de aquel mismo año; lo que prueba pasado el tiempo que es cierto, fechas que la historia ha registrado con minucia, prolijidad y asombro. Vértice además este en que el mundo objetivo y el fantástico se juntan, se unen y confunden. Fecha en que traban sus dedos, constituyendo fusionados un enigma irresoluble.
Punto de encuentro en el cual aparece el lado del saber y por otro el de la ignorancia; el ámbito caudaloso de la emoción y el precario de la razón; la faz inescrutable del mundo mágico y el gesto impotente del cálculo y la lógica, que conforman, con el intelecto y el universo de la fe, la dimensión acrisolada e infinita que tiene, o es, el ser humano.


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