22 DE JULIO
DÍA DEL FLAUTISTA DE HAMELÍN
ENIGMA
O
CONSIGNA
Danilo Sánchez Lihón
1. Insólito
y fascinante
El 22 de julio es el Día del Flautista de
Hamelín, nombre del pueblo en Alemania en donde ocurrieron los sucesos que la
leyenda relata, y que en el fondo pone de relieve el mundo encantado y mágico
que conforma una de las tres hebras de que estamos hechos constituidos y trenzados
los seres humanos.
Pero, a su vez, texto y contexto en donde
se relieva el plano de lo moral con que se desenvuelven los acontecimientos a
que dan lugar nuestras vidas, se estructuran las situaciones y se ordenan los
fenómenos, los seres y las cosas. Y que cuando se falta a ellas ocurren los desenlaces
lamentables que esta historia presenta y recrea.
Porque entre los muchos significados de
este episodio, que no solo es imaginario, está, por un lado, el poder de
atracción del arte, como en este caso lo contiene y significa la música emitida
a través de la flauta de aquel personaje legendario, insólito y fascinante que
es el flautista, sino que su sustento es también la gravedad de nuestras faltas.
Porque en el fondo lo que ocurre es una
desgracia, por el incumplimiento de la palabra empeñada de parte de los
representantes de la ciudad, al considerar que había sido muy fácil desaparecer
a los ratones que ellos no pudieron lograr ahuyentar por más esfuerzos y empeño
que pusieron, incumpliendo al compromiso pactado de pagarle al flautista 100
monedas de oro.
2. Un mensaje
nuevo
La estructura que conforma este argumento
tiene el carácter de leyenda, pero también de crónica histórica, puesto que el
pueblo es real y el tiempo en que ocurrieran los hechos es preciso.
Pero existen además registros históricos
documentados que dan cuenta de la ocurrencia de este suceso, que incluye la
desaparición de 130 niños, vértice en que el mundo mágico y objetivo se juntan
y a la vez colisionan.
Incluso ahora está prohibido cantar o
interpretar música en la calle Bungelosenstrasse de Hamelín, sitio donde se ha
ubicado que el flautista se detuvo para urdir su pócima o encantamiento que en
este caso fue una tonada musical.
Ya que existe el temor de que algo
igualmente aciago y fatal pudiera ocurrir ahora por efecto de la magia de algún
taumaturgo venido quizá desde nuestros países, resurgiendo algún flautista
redivivo de los andes, que les conturbe con algún mensaje nuevo y telúrico y
para ellos inconcebible.
Por demás indispensable esperar que algo
inusitado acontezca en estos tiempos azarosos y a la vez funestos, en las vidas
aparentemente tranquilas, pero en realidad atravesadas de vacíos, faltas de
sustancia y de un contenido humano trascendente.
3. Apariencia
estrafalaria
Porque la historia objetiva paralela a la literaria
de El Flautista de Hamelín narra que en el año 1284 invadieron oleadas de
ratones aquel pueblo tradicional, apacible y burgués, pueblo en bonanza por la
laboriosidad y conformismo de sus habitantes, avalancha de ratones que fueron tantos
que no había dónde poner los pies sin pisarlos, ni dónde colgar un sombrero sin
despertarlos escuchando su chillido de fastidio y su ronroneo de protesta.
Las calles eran ríos y oleajes de ratones,
una inundación de color parduzco de roedores que devoraban todo a su paso, no
dejando sitio ni siquiera para el tránsito de quienes habían nacido y moraban en
aquel pueblo antes plácido y reposado, y donde hasta los objetos cotidianos servían
de albergue a estos intrusos, agitados e inquietos roedores. ¿Qué hacer? Se
intentó de todo, y nada dio los resultados esperados. Y los ratones seguían
llegando y aumentando a raudales. ¡Y nadie sabía ahora cómo solucionar tan
grave y dramática situación!
Entonces, cuando se había perdido toda
iniciativa y esperanza apareció providencialmente, ¡no se sabe cómo ni de
dónde!, un flautista de aspecto distraído, estrafalario e inubicable, vestido con
ropa de colores cálidos y estallantes, de apariencia estrambótica, esmirriado
de talle y destartalado de contextura, que interpretaba tonadas subyugantes en
su precario instrumento.
4. No quedando
ni una sola
Aquel personaje extravagante manifestó, sin
embargo, que él podía hacer desalojar a los roedores que habían invadido la
ciudad y que cubrían como una ondulación plomiza y cenicienta todo lo que antes
lucía colorido y magnificente; y que ahora era gris, monótono y bamboleante,
sea lo que sea en donde se posaran los ojos. Y se comprometió solemne y
formalmente a solucionar este inconveniente por la suma de 100 monedas de oro.
Las autoridades del pueblo incluyendo el
alcalde le aseguraron que en caso de ver cumplida su promesa le pagarían la
cantidad solicitada en el acto, sin plazos, demoras ni postergaciones.
Pero en vez de todo trajín movimiento y
remoción de materiales, en vez de algo práctico, empezó entonces de parte del
extraño y desconocido personaje, la interpretación de una música extraña. Y mágica,
porque hacia él empezaron a caminar tranquilamente por las calles por donde iba
tocando su instrumento oleada tras oleada de ratones que empezaron a seguirlo e
ir detrás suyo como halados por una fuerza invisible; extasiados e inatajables.
Cruzó el río y ellos por seguir la
inusitada melodía, o no se sabe por qué razón secreta e inexplicable, se fueron
arrojando a las aguas turbulentas subyugados y felices, no quedando ni uno solo
de estos escrutadores, siempre misteriosos e imprevisibles y pequeños seres
animados.
5. ¿De dónde
viene?
Pero solo se consigna que desaparecieron,
de lo contrario el río Weser, por donde desaparecieron estos animales, se
hubiera atorado en algún sitio en el discurrir de su cauce, puesto que eran
miríadas de seres que se movían.
Pero los habitantes de Hamelín, visto que
el problema estaba solucionado, y que no le había costado casi nada desalojar a
los ratones, ninguna inversión ni servicios colaterales ni de apoyo, al
estrambótico tañedor de flauta, dijeron:
– ¡Esta solución que ha sido sencilla en
verdad no vale tanto en monedas de oro!
– Acaso, ¿sólo por tocar una tonada insulsa
vamos a abonar 100 monedas de oro?
– ¡No! De ninguna manera. ¡Imposible pagar
esa suma!
– ¿Qué se ha creído este tipo? ¡Además no
sabemos su procedencia! ¡Dejemos sin efecto el acuerdo!
– Que diga, ¿de
dónde viene? ¿Quién es? ¡Hay que investigarlo! ¿Cuáles son sus
antecedentes, sus títulos, sus recomendaciones?
– Que diga, ¡quién lo respalda y a quién
representa!
– ¡Que se largue! ¡Fuera de aquí! ¡Vete! –Vociferaron.
6. Y todos
hechizados
En el fondo dicha actitud es de
incomprensión y el desprecio que siempre ha existido por el extraño, por el
extranjero y por el arte; más lamentable si es que eso se produce por quienes
ocupan cargos públicos y son autoridades, como es el caso que aquí ocurre. El
flautista reclamó invocando el contrato al cual habían arribado y que habían
convenido formalmente. ¡Pero no! Al contrario, se burlaron e hicieron mofa de
él.
Y lo trataron con sorna y amenazas, como se
maltrata a los que son de otros lugares, y a los que se valen de otros recursos
que los simplemente mecánicos y concretos, como son los músicos y los poetas,
quienes al final son quienes fundan o inauguran órdenes nuevos.
¡Cómo este en el cual vivimos y que en
algún momento fue un mundo nuevo!
– ¡Ajá! ¿De ese modo se cumplen los
compromisos pactados? ¡Verán entonces! –Dijo el flautista.
Regresó otro día al amanecer y empezó a
entonar otra melodía mágica que levantó de los lechos donde dormían solo a los
niños, despertándolos en sus camas ya hechizados. Y hacia donde él tocaba
empezaron a seguirlo por el sendero, mientras él iba adelante entonando su
música sibilina.
7. Un enigma
irresoluble
Los niños desaparecieron sin saber tampoco
el sitio por donde se esfumaron, aunque se dice que fue por una cueva. Solo dos
fueron encontrados, uno que era ciego y otro lisiado de una pierna, quienes al
quedarse rezagados no pudieron desaparecer junto con ellos. Y no porque se
resistieran a ir tras él, sino porque no pudieron concatenar sus pasos con la
caravana de niños subyugados por la melodía embrujada.
Lo cierto es que los restantes niños nunca
más fueron hallados hasta ahora en que se los sigue buscando, y para lo cual de
cuando en cuando se conforman comisiones investigadoras, sin que nadie sepa
cómo, hasta el día de hoy desaparecieron, períodos o épocas las nuestras en que
todavía se los busca vanamente y sin poder encontrarlos.
De esto hace 734 años, puesto que aquellos
sucesos ocurrieron un 22 de julio del año 1284, dicen unos. Aunque otros
estipulan que más bien ocurrió el 26 de junio, pero de aquel mismo año; lo que
prueba pasado el tiempo que es cierto, fechas que la historia ha registrado con
minucia, prolijidad y asombro. Vértice además este en que el mundo objetivo y el
fantástico se juntan, se unen y confunden. Fecha en que traban sus dedos,
constituyendo fusionados un enigma irresoluble.
Punto de encuentro en el cual aparece el
lado del saber y por otro el de la ignorancia; el ámbito caudaloso de la
emoción y el precario de la razón; la faz inescrutable del mundo mágico y el
gesto impotente del cálculo y la lógica, que conforman, con el intelecto y el universo
de la fe, la dimensión acrisolada e infinita que tiene, o es, el ser humano.
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