lunes, 21 de septiembre de 2020

21 de septiembre. Día del vals "Ódiame". / Y que se canta al borde de los abismos.

21 DE SEPTIEMBRE 
DÍA DEL VALS “ODIAME” 

Y QUE SE CANTA 
AL BORDE 
DE LOS ABISMOS 

Danilo Sánchez Lihón 



Cantando en las calles de Santiago de Chuco


1. Tampoco 
cabe duda

 

Hoy es día del vals “Ódiame” porque el soneto en el cual se basa su letra es el titulado “El último ruego” del poeta tacneño Federico Barreto, el mismo que se publicó un día como hoy del año 1903, esto es hace 117 años.

Aparición que tuvo lugar en la edición número 35 de la revista “Actualidades” de Lima, en la página 576 del 21 de septiembre del año 1903, poema que sirvió de base para la composición del vals “Ódiame” que ha adquirido renombre universal. Vals que yo mismo lo he cantado a gritos por las calles empedradas de mi pueblo en noches con o sin estrellas, con o sin luna, pero sí con fuego que avasalla ardiendo en el alma.

Y que lo cantan artistas y conjuntos como Los Embajadores Criollos, Julio Jaramillo, Los Panchos, Soledad Pastorutti, José Feliciano, Dyango, Charlie Zaa, Enrique Bumbury, Miguel Vargas Jiménez, Bambino, entre muchos otros.

Se discute mucho cada período de su composición, pero lo que ya no cabe duda es que la estructura fundamental de su letra es el soneto de Federico Barreto. Como tampoco cabe duda que el compositor musical Rafael Otero López, natural de Sullana en Piura, es quien lo hizo vals, en cuyo molde es cantado por la mayoría de intérpretes internacionales.

 


Poeta Federico Barreto


2. Por piedad,

yo te lo pido

 

Federico Barreto, autor de la letra, es un intenso poeta peruano quien asumió dos vertientes como temas de su poesía: por un lado, el cautiverio que padeció Tacna, su pueblo natal al quedar esclavizado por la bota militar de Chile y en la condición infamante de botín de guerra y, por otro lado, es motivo también de su canto: la mujer, con todo lo que ella tiene de mundano y de divino.

Y con ella el amor romántico, apasionado, donde resalta la condición de la amada seductora, voluble, imprevisible; donde el verso adquiere la característica de ser descarnado, directo y sin falsas delicadezas, dando más bien lugar al reproche franco, crudo y aparentemente cruel; de allí que dicen las dos primeras estrofas del soneto de Barreto hecho canción:


Ódiame, por piedad, yo te lo pido....
¡Ódiame sin medida ni clemencia!
Odio quiero yo más que indiferencia.
El rencor hiere menos que el olvido.

Yo quedaré, si me odias, convencido
de que me amaste ayer con insistencia,
pues estoy cierto de que en la existencia
tan sólo se odia lo que se ha querido.

 

Ciudad de Tacna


3. Memoria

eterna

 

No es tema de este comentario abundar en los detalles de su composición. Aquí nos atenemos a lo que ya no está en duda, cuál es: que la letra es el poema de Federico Barreto, y que Rafael Otero López es quien le dio su versión en ritmo de vals, que es lo que para este caso interesa considerar.

Y enfatizamos esto porque es en el ritmo de vals que se ha consagrado internacionalmente esta canción, porque en él alcanza su contenido a ser hondo, emotivo y conmovedor; siendo esta la cadencia con la cual se lo ha identificado, ligado a este suelo, a este cielo y a este mar.

Ritmo que es parte de su estigma en la frente que porta y ostenta, o de esa marca de cuchillo en la mejilla, y que se impregna en su carácter cabal como lo es cualquier signo grabado a rebato o a fuego lento.

Ritmo que le diera a esta canción Rafael Otero López quien formó parte del conjunto “Los trovadores del norte”; autor quien, además, aparte de muchas otras canciones de éxito, compuso para su memoria eterna dos más que el pueblo ama; una de ellas que empieza diciendo: “Verdes mis algarrobos verdes”, y aquella otra titulada: “Ciudad blanca”.

 

 Rafael Otero López


4. Solo se odia

lo querido

 

En la versión de “Los Embajadores criollos” la letra del vals “Ódiame”, dice así:


Ódiame, por piedad, yo te lo pido,
ódiame sin medida, ni clemencia;
odio quiero más que indiferencia,
porque el rencor hiere menos que el olvido. (bis)

Sí tú me odias, quedaré yo convencido
de que me amaste -mujer- con insistencia;
pero ten presente, de acuerdo a la experiencia,
que tan sólo se odia lo querido;
pero ten presente, de acuerdo a la experiencia,
que tan sólo se odia lo querido.

¿Qué vale más yo humilde, tú orgullosa?
¿O vale más tu débil hermosura?
Piensa bien que en fondo de la fosa
llevaremos la misma vestidura. (bis)

Sí tú me odias, quedaré yo convencido
de que me amaste -mujer- con insistencia;
pero ten presente, de acuerdo a la experiencia,
que tan sólo se odia lo querido;
pero ten presente, de acuerdo a la experiencia,
que tan sólo se odia lo querido.

 


Calle de Santiago de Chuco

 

5. Intenso

y firme

 

Vals donde no se clama ya al amor sino al odio en versos perfectos y bien acompasados.

Donde la rima cae justa y perfecta. Pero más y mejor cae el concepto: “Ódiame sin medida ni clemencia, odio quiero más que indiferencia, porque el rencor hiere menos que el olvido”.

Vals en sus inicios para piso de rellano de tierra, porque se baila dónde nos sorprenda la noche o la amanecida inclemente, pero siempre con el fuego ardiendo en el corazón, o a lo más para piso de madera o de ladrillo pandereta, pero no consiente, porque es mucho dolor, ni el piso de parquet o de mayólica.

Vals, cara al aire de la madrugada, cuando se camina silencioso y se vuelve después de haber dado una serenata, con la chalina al viento.

Vals criollo, del pueblo llano, de barrio pobre, que se entona igual o junto a esas otras músicas igualmente de pared de barro y cerca de caña brava, como son el panalivio y el amorfino; la zamacueca, el zambalambó y el alcatraz.

Emoción pura, absoluta y total. Que es desgarro intenso y firme del alma, tal como debe ser la vida y debe ser el arte y finalmente la muerte.

 

A gritos en los capulíes de mayo


6. Leche

y miel

 

Que se lo canta en las noches hondas, con la voz transida y el aliento desgarrado en el alma.

Que se lo modula en los corredores y patios con el rostro vuelto a nuestro pecho o mirando las estrellas.

Con el alma loca de pena, sumergida en el recuerdo del regazo de la amada ausente.

No como novia o enamorada sino como presencia esfumada, perdida y como fantasma cuyo recuerdo nos lacera.

Que se lo canta en los retazos del alba, apenas suspendidos en este planeta azul que rueda firme, pero a veces a tropiezos y azorado.

Que se lo canta a pecho descubierto, y con el destino en vilo, cuando está cerca lo lejos. Y sabe a amargo lo que fue dulce.

Carbón o brasa lo que fue flor, puñal lo que fue beso. Sangre que se subleva y se derrama, lo que fue néctar, leche y miel.

 

Y en cualquier rincón se desgranan las notas y se canta


7. Al borde

de los abismos

 

Donde todo el poema que lo inspira es secreto, una historia no contada, que solo es conocida para los que lo vivieron.

Donde hay un conflicto no resuelto, donde queda un rescoldo hiriente, y una llama viva no apagada.

Donde el invocar “Ódiame” es un cuchillo que se abre directo al corazón, y que cercena.

Donde se reclama y se suplica sumar odio a lo que era amor. Que tiene a su vez el gesto callejero, mundano y vital.

Donde en verdad, más que concepto lo que hay aquí es grito, un emplazar por lo sucedido, apelando al tiempo pasado, y a lo que aconteció.

Que tiene todo el desgarro de nuestro vals, donde se da el reproche y la súplica, el perdón y la condena, el tono confidente y el alarido a los cuatro vientos. Y el rictus del resentido. Y al final el arrepentimiento. 

Que se lo masculla en los callejones oscuros caminando a solas. En chozas sobre los barrancos y al borde de los abismos.

 

 Fotos 1, 5, 6 y 7

Jaime Sánchez Lihón


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Los textos anteriores pueden ser

reproducidos, publicados y difundidos

citando autor y fuente

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