martes, 22 de septiembre de 2020

22 de septiembre. Nace Flor Pucarina. / Canto de amor y rebeldía.


22 DE SEPTIEMBRE 
NACE FLOR PUCARINA 

CANTO 
DE AMOR 
Y REBELDÍA 

Danilo Sánchez Lihón 



Flor Pucarina


1. Infaltable 
su presencia

 

La Flor Pucarina es el nombre artístico de Leonor Ifigenia Chávez Rojas cuya vida y música es grito, gemido y rebeldía; quien nació el 22 de septiembre del año 1935 en Pucará, ciudad cercana a Huancayo ubicada en el centro del Perú. De condición humilde trabajó descalza en el pastoreo de ovejas, vacas, cabras y cerdos, vistiendo pollera de bayeta, blusa de percalina y chompa de lana de cordero para protegerse del frío inclemente en las noches heladas en la frígida e implacable meseta de Junín.

Llegó a Lima en 1944 al Mercado Mayorista o La Parada, adonde arriban todos los migrantes indefensos y azorados de pobre condición, provenientes de aquel lado de la patria herida. Y en donde trabajó apenas adolescente vendiendo verduras, tubérculos y hortalizas. Luego consiguió empleo como empleada doméstica en el Callao, y después en diversas casas de esta Lima convulsa y despiadada. Era tan agraciada que un sobrenombre que le puso la gente que la deseaba fue Chabuca, en alusión a la figura de un recuadro erótico del diario Última Hora, que representaba a una muchacha despampanante, sensual e ingenua.

Y quien todos los domingos que tenía libre era infaltable su presencia en la segunda fila de la platea del Coliseo Nacional situado en la cuadra 7 del temible barrio de El Porvenir, donde un día los hermanos Teófilo y Alejandro Galván la descubrieron como cantante, lugar donde debutó el 8 de diciembre del año 1958 cantando la muliza de Emilio Alanya, titulada Falsía, y que dice así:

 

Pueblo de Pucará


2. Al hombre

pido justicia

 

La vida es una falsía,

el mundo es ancho y ajeno

¡Justicia!

Justicia no hay en la tierra,

justicia sólo en el cielo;

donde no hay ricos ni pobres.

Al hombre pido justicia,

al cielo pido clemencia

¡El hombre,

me exige mucho dinero!

y el cielo también me dice:

"tienes pecado si incumples".

Por las sendas del martirio,

mi alma queda con delirio;

es la causa que me obliga

decirle adiós a este mundo,

tan lleno de falsedades

y de injusticias sin nombre.

¡Justicia!

 

Flor Pucarina


3. Tú nomas

sabes

 

La recepción del público fue apoteósica. Y tal fue el impacto que el gentío puesto de pie la hizo repetir varias veces su interpretación plena de agonía ante Dios, ante los hombres y ante el destino aciago con que la suerte castiga a los pobres y a los que creen que en esta vida el bien y lo bueno se cumple, revelándose como lo que era: una mujer sufrida, sensible y golpeada por los avatares de los días, poseída de ilusiones, núbil y candorosa, lanzando de cuando en cuando guajes al viento.

Desde allí nunca más dejó los escenarios hasta morir 29 años después, cuando las bandas de músicos se disputaban por acompañarla, y con quienes grabó discos que obtuvieron éxitos rotundos. Son ellos: Los Alegres de Huancayo, Los Engreídos de Jauja, La Selección Huanca, Los Rebeldes de Huancayo, alcanzando en el año 1965 su consagración definitiva al interpretar su tema de bandera, cuál es: Ayrampito compuesto por Emilio Alanya y Tomás Palacios, que alcanzó a vender un millón de copias, y que expresa:

Estoy muy triste en la vida,

malaya mi destino, ayrampito

como quisiera tomar chichita de tus flores,

y así podría beber el néctar del olvido

Desde muy joven en la vida

amaba con el alma, ayrampito

tantas mentiras, tantas traiciones, me han perdido,

¡ya no quisiera amar a nadie en la vida!

Ay ayrampito ayrampo, tú nomas sabes mi dolor,

el dolor que estoy llevando aquí dentro de mi pecho.



4. Multitud

enfervorizada

 

Acompañada de violines, arpas, clarinetes y saxofones grabó 15 álbumes. Se casó con el ayacuchano Humberto “Huachito” Sarmiento y se separaron pronto.

Se dice que su vida fue una permanente autodestrucción, el inmolarse en un sacrificio inútil, tal y cual lo revelan sus canciones. Y es que eran demasiados desbocados sus sentimientos.

Era una mujer en quien las emociones y el amor tenían tal preponderancia en su ser, y creía tanto y demasiado en los afectos y se aferraba tanto y de manera arrebatada a ellos que la vida le fue dando tumbos, Y ante ellos se queja, ante los cariños que la hicieron engañarse a sí misma, siempre creyendo en la eternidad del amor y dándose de bruces al quedar pronto abandonada.

Fue así que a principios del año 1987 postrada en una cama del Hospital Edgardo Rebagliatti por una infección renal, que se hizo metástasis, grabó premonitoriamente el tema “Mi último canto” compuesto por Paulino Torres.

Ya su salud era tan incierta que las sesiones de diálisis se hicieron casi diarias. Se esperaba la donación de un riñón para hacerla un trasplante y en Huancayo se reunieron cerca de 90 mil dólares a fin de adquirirlo y encarar la operación.

 

Recordándola en su pueblo se canta y se baila


5. Enrumbó

la multitud

 

El día lunes 5 de octubre de ese mismo año, 1987 a las 11 de la mañana falleció a los 52 años de edad. El día 7 de octubre durante todo el día su féretro recorrió las calles de Lima cargado por una multitud enfervorizada que cantaba y lloraba a gritos seguida de varias bandas de música típica del centro del Perú: que interpretaban chonguinadas y huaynos, mulizas y tunantadas, valses y yaravíes.

Se la despidió como solo se despiden a los grandes ídolos y a los seres providenciales que se divinizan en vida. Y más aún a solo aquellos que cuando pasan a ser leyenda antes de muertos. La multitud colmaba más de diez cuadras compactas siguiendo su féretro que iba de uno a otro lado. La Carretera Central se congestionó por varios días. La gente estaba como poseída.

Por momentos la multitud cantaba y musitaba en silencio, agachada, y por momentos prorrumpía en llanto, clamando al cielo, pidiendo: ¡Justicia! al cielo anubarrado, con los rostros levantados y llenos de reproche, como exigiendo alguna explicación por su dolor y su muerte.

Su cuerpo dentro del ataúd estaba vestido con un traje típico y costoso de color morado como devota del Señor de los Milagros y que era uno de los veinte trajes artísticos que poseía en su guardarropía, y que era su único patrimonio. No tenía nada más.

De la Casa del Folclorista en donde se veló fue trasladada a recibir la Medalla Cívica en el Distrito de San Martín de Porras, de donde enrumbó la multitud que la cargara en hombros hasta la Iglesia de Santo Domingo en el centro de Lima donde se hizo la misa de cuerpo presente.

 


6. Flor

de acequia

 

De allí se dirigió el cortejo a la Plaza Mayor, en donde el alcalde de la ciudad de Lima, Jorge del Castillo, le rindió homenaje. Luego fue llevada al local del Instituto Nacional de Cultura, con el sonar de huáncares, trompetas, tinyas, saxofones y clarinetes, como de violines, arpas y guitarras.

Otra estancia de este peregrinaje fue el Club Huancayo de donde se enrumbó por la Av. Grau en hombros de la gente que pugnaba por cargarla y llevar para siempre la sensación del peso de su cuerpo, aunque muerto; o siquiera solo para tocar, rascar o arañar su cajón mortuorio. Para después llegar a La Parada en donde vivió de niña. Allí se le hizo un responso en la iglesia de Santo Cristo.

A las diez de la noche recién era enterrada en el cuartel San Anselmo del Cementerio El Ángel del cercado histórico de Lima, entre desmayos y alaridos de dolor de la gente que entró en paroxismo.

Se despedía así a esta mujer flor de acequia, pero también mujer de armas tomar que eligió un tipo de canción como una bandera flameante, plena de coraje, de rebeldía y, a su manera, de pundonor. Indudablemente era una montonera del Ejército de Cáceres, que hizo de la muliza un himno, canción de viandantes que también la entonaba Túpac Amaru, como arriero que fue caminando desde Lima a Buenos Aires pasando por Jujuy, Salta, el Tucumán; La Rioja, Córdoba y Santa Fe.

 

Monumento a Flor Pucarina en el distrito de Pucará


7. Llamaradas

en el alma

 

¡Música inmensa esta! Respecto a la cual nos preguntamos siempre: ¡por qué no se hace ya universal si es tan honda, tan bella, tan llena de humanidad, acompasada y fuerte! Muliza que tiene el ritmo, el fragor y la melodía de las cabalgaduras que cargan la mercadería y que se tornan presencias alucinadas por los caminos abruptos; música de arrieros que son hombres de a pie que van mirando las estrellas.

Donde se canta al destino aciago y a la mala entraña de los seres a los cuales, sin embargo, se ama a ciegas y que un día nos traicionan. Amores no correspondidos, canción de reproche de una raza indomable. Acompañada de arengas, reclamos y guapidos; de lamentos, arrullos y arrebatos; como de quejas y explosiones de cariño. Canción que se dirige a la infiel, a la desleal y a quien se burla de la confianza que se le ha deparado y ofrecido. Música fiel que es representante de los oprimidos.

El canto de la Flor Pucarina nos remueve amores turbados, ausencias sentidas, desengaños sufridos. Es canto envalentonado, fuerte, pleno de resistencia y rebeldía, tal como fue el ejército de montoneros del taita Cáceres, que es legado para el Perú eterno. Amores aparentemente perdidos pero que en el fondo se han encontrado y más bien arden y se desbocan a llamaradas en el alma.

  

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