La Flor Pucarina
es el nombre artístico de Leonor Ifigenia Chávez Rojas cuya vida y música es grito,
gemido y rebeldía; quien nació el 22 de septiembre del año 1935 en Pucará,
ciudad cercana a Huancayo ubicada en el centro del Perú. De condición humilde
trabajó descalza en el pastoreo de ovejas, vacas, cabras y cerdos, vistiendo
pollera de bayeta, blusa de percalina y chompa de lana de cordero para
protegerse del frío inclemente en las noches heladas en la frígida e implacable
meseta de Junín.
Llegó a Lima en
1944 al Mercado Mayorista o La Parada, adonde arriban todos los migrantes indefensos
y azorados de pobre condición, provenientes de aquel lado de la patria herida.
Y en donde trabajó apenas adolescente vendiendo verduras, tubérculos y hortalizas.
Luego consiguió empleo como empleada doméstica en el Callao, y después en
diversas casas de esta Lima convulsa y despiadada. Era tan agraciada que un
sobrenombre que le puso la gente que la deseaba fue Chabuca, en alusión a la
figura de un recuadro erótico del diario Última Hora, que representaba a una
muchacha despampanante, sensual e ingenua.
Y quien todos
los domingos que tenía libre era infaltable su presencia en la segunda fila de
la platea del Coliseo Nacional situado en la cuadra 7 del temible barrio de El
Porvenir, donde un día los hermanos Teófilo y Alejandro Galván la descubrieron
como cantante, lugar donde debutó el 8 de diciembre del año 1958 cantando la
muliza de Emilio Alanya, titulada Falsía, y que dice así:
Pueblo de Pucará
2. Al hombre
pido justicia
La vida es una falsía,
el mundo es ancho y ajeno
¡Justicia!
Justicia no hay en la tierra,
justicia sólo en el cielo;
donde no hay
ricos ni pobres.
Al hombre pido justicia,
al cielo pido clemencia
¡El hombre,
me exige mucho dinero!
y el cielo también me dice:
"tienes
pecado si incumples".
Por las sendas del martirio,
mi alma queda con delirio;
es la causa que me obliga
decirle adiós a este mundo,
tan lleno de falsedades
y de injusticias
sin nombre.
¡Justicia!
Flor Pucarina
3. Tú nomas
sabes
La recepción del
público fue apoteósica. Y tal fue el impacto que el gentío puesto de pie la
hizo repetir varias veces su interpretación plena de agonía ante Dios, ante los
hombres y ante el destino aciago con que la suerte castiga a los pobres y a los
que creen que en esta vida el bien y lo bueno se cumple, revelándose como lo
que era: una mujer sufrida, sensible y golpeada por los avatares de los días,
poseída de ilusiones, núbil y candorosa, lanzando de cuando en cuando guajes al
viento.
Desde allí nunca
más dejó los escenarios hasta morir 29 años después, cuando las bandas de
músicos se disputaban por acompañarla, y con quienes grabó discos que
obtuvieron éxitos rotundos. Son ellos: Los Alegres de Huancayo, Los Engreídos
de Jauja, La Selección Huanca, Los Rebeldes de Huancayo, alcanzando en el año
1965 su consagración definitiva al interpretar su tema de bandera, cuál es: Ayrampito
compuesto por Emilio Alanya y Tomás Palacios, que alcanzó a vender un millón de
copias, y que expresa:
Estoy muy triste en la vida,
malaya mi
destino, ayrampito
como quisiera tomar chichita de tus flores,
y así podría
beber el néctar del olvido
Desde muy joven en la vida
amaba con el
alma, ayrampito
tantas mentiras, tantas traiciones, me han perdido,
¡ya no quisiera
amar a nadie en la vida!
Ay ayrampito ayrampo, tú nomas sabes mi dolor,
el dolor que estoy llevando aquí dentro de mi pecho.
4. Multitud
enfervorizada
Acompañada de
violines, arpas, clarinetes y saxofones grabó 15 álbumes. Se casó con el
ayacuchano Humberto “Huachito” Sarmiento y se separaron pronto.
Se dice que su
vida fue una permanente autodestrucción, el inmolarse en un sacrificio inútil,
tal y cual lo revelan sus canciones. Y es que eran demasiados desbocados sus
sentimientos.
Era una mujer en
quien las emociones y el amor tenían tal preponderancia en su ser, y creía tanto
y demasiado en los afectos y se aferraba tanto y de manera arrebatada a ellos
que la vida le fue dando tumbos, Y ante ellos se queja, ante los cariños que la
hicieron engañarse a sí misma, siempre creyendo en la eternidad del amor y
dándose de bruces al quedar pronto abandonada.
Fue así que a
principios del año 1987 postrada en una cama del Hospital Edgardo Rebagliatti
por una infección renal, que se hizo metástasis, grabó premonitoriamente el
tema “Mi último canto” compuesto por Paulino Torres.
Ya su salud era
tan incierta que las sesiones de diálisis se hicieron casi diarias. Se esperaba
la donación de un riñón para hacerla un trasplante y en Huancayo se reunieron
cerca de 90 mil dólares a fin de adquirirlo y encarar la operación.
Recordándola en su pueblo se canta y se baila
5. Enrumbó
la multitud
El día lunes 5
de octubre de ese mismo año, 1987 a las 11 de la mañana falleció a los 52 años
de edad. El día 7 de octubre durante todo el día su féretro recorrió las calles
de Lima cargado por una multitud enfervorizada que cantaba y lloraba a gritos seguida
de varias bandas de música típica del centro del Perú: que interpretaban chonguinadas
y huaynos, mulizas y tunantadas, valses y yaravíes.
Se la despidió
como solo se despiden a los grandes ídolos y a los seres providenciales que se
divinizan en vida. Y más aún a solo aquellos que cuando pasan a ser leyenda
antes de muertos. La multitud colmaba más de diez cuadras compactas siguiendo
su féretro que iba de uno a otro lado. La Carretera Central se congestionó por
varios días. La gente estaba como poseída.
Por momentos la
multitud cantaba y musitaba en silencio, agachada, y por momentos prorrumpía en
llanto, clamando al cielo, pidiendo: ¡Justicia! al cielo anubarrado, con los
rostros levantados y llenos de reproche, como exigiendo alguna explicación por
su dolor y su muerte.
Su cuerpo dentro
del ataúd estaba vestido con un traje típico y costoso de color morado como
devota del Señor de los Milagros y que era uno de los veinte trajes artísticos
que poseía en su guardarropía, y que era su único patrimonio. No tenía nada más.
De la Casa del
Folclorista en donde se veló fue trasladada a recibir la Medalla Cívica en el
Distrito de San Martín de Porras, de donde enrumbó la multitud que la cargara
en hombros hasta la Iglesia de Santo Domingo en el centro de Lima donde se hizo
la misa de cuerpo presente.
6. Flor
de acequia
De allí se
dirigió el cortejo a la Plaza Mayor, en donde el alcalde de la ciudad de Lima, Jorge
del Castillo, le rindió homenaje. Luego fue llevada al local del Instituto
Nacional de Cultura, con el sonar de huáncares, trompetas, tinyas, saxofones y
clarinetes, como de violines, arpas y guitarras.
Otra estancia de
este peregrinaje fue el Club Huancayo de donde se enrumbó por la Av. Grau en
hombros de la gente que pugnaba por cargarla y llevar para siempre la sensación
del peso de su cuerpo, aunque muerto; o siquiera solo para tocar, rascar o arañar
su cajón mortuorio. Para después llegar a La Parada en donde vivió de niña. Allí
se le hizo un responso en la iglesia de Santo Cristo.
A las diez de la
noche recién era enterrada en el cuartel San Anselmo del Cementerio El Ángel
del cercado histórico de Lima, entre desmayos y alaridos de dolor de la gente
que entró en paroxismo.
Se despedía así
a esta mujer flor de acequia, pero también mujer de armas tomar que eligió un
tipo de canción como una bandera flameante, plena de coraje, de rebeldía y, a
su manera, de pundonor. Indudablemente era una montonera del Ejército de
Cáceres, que hizo de la muliza un himno, canción de viandantes que también la
entonaba Túpac Amaru, como arriero que fue caminando desde Lima a Buenos Aires
pasando por Jujuy, Salta, el Tucumán; La Rioja, Córdoba y Santa Fe.
Monumento a Flor Pucarina en el distrito de Pucará
7. Llamaradas
en el alma
¡Música inmensa
esta! Respecto a la cual nos preguntamos siempre: ¡por qué no se hace ya
universal si es tan honda, tan bella, tan llena de humanidad, acompasada y
fuerte! Muliza que tiene el ritmo, el fragor y la melodía de las cabalgaduras
que cargan la mercadería y que se tornan presencias alucinadas por los caminos
abruptos; música de arrieros que son hombres de a pie que van mirando las
estrellas.
Donde se canta
al destino aciago y a la mala entraña de los seres a los cuales, sin embargo,
se ama a ciegas y que un día nos traicionan. Amores no correspondidos, canción
de reproche de una raza indomable. Acompañada de arengas, reclamos y guapidos;
de lamentos, arrullos y arrebatos; como de quejas y explosiones de cariño.
Canción que se dirige a la infiel, a la desleal y a quien se burla de la
confianza que se le ha deparado y ofrecido. Música fiel que es representante de
los oprimidos.
El canto de la
Flor Pucarina nos remueve amores turbados, ausencias sentidas, desengaños
sufridos. Es canto envalentonado, fuerte, pleno de resistencia y rebeldía, tal
como fue el ejército de montoneros del taita Cáceres, que es legado para el
Perú eterno. Amores aparentemente perdidos pero que en el fondo se han
encontrado y más bien arden y se desbocan a llamaradas en el alma.
Los textos
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