En el libro Apocalipsis del Apóstol San Juan se
profetiza lo siguiente:
«Quien no se halló inscrito en el libro de la vida fue
lanzado al lago de fuego».
Quiere decirnos de este modo y mientras tanto, que la
vida hay que grabarla y volverla signo. Y que hay que escribirla, que hay que
tornarla historia, hacerla letra, lenguaje y consecuentemente escritura
auténtica y verdadera.
Dicho lo mismo, aunque con otras palabras, se nos está
advirtiendo que quien no hace su vida digna de ser puesta en escritura se
quemará en el lago de fuego. Quien no convierte cada instante –¡éste por
ejemplo!– en algo maravilloso, en esencia de vida, no será aprobado en el
Juicio.
Se nos está diciendo así que quien no horada su
destino hasta encontrar una luz nueva y trascendente, no alcanzará a
inscribirse en el libro de la vida y será lanzado a la candela hirviente en el Gehena
donde trepida la candela mezclada al azufre y a todo lo que es inicuo.
El Apóstol San Juan Evangelista
2. Infinito
interior
¿Cómo se logrará aquel propósito que nos libre del
terrible apotegma de San Juan?
La respuesta es sencilla, aunque la acción sea
fragorosa:
Ello es: inscribir nuestra vida en los libros, ubicar
allí nuestro destino, el mismo que para ser anotado con la punta del estilete
no necesariamente tiene que ser grande y luminoso.
Sino que basta con la vida común y corriente, con el
acontecer cotidiano que es por ejemplo este que vivimos en este instante; o tal
vez reconociendo la grandeza que hay en la vida desasida, llena de problemas y
hasta equívocos.
Esta vida que se nos desgarra en las esquinas, que nos
deja pasmados desde una puerta mirando hacia afuera la perspectiva de lo
inconmensurable y hacia adentro el infinito interior que nos habita, esta vida
que se nos desvanece entre los dedos, que se confunde con la niebla, la
polución de las chimeneas y el chillido de los artefactos.
Oscar Wilde
3. Dúctil
y chispeante
Nos dice la advertencia del Apóstol San Juan que
reconozcamos a la vida y al universo como libros escritos que debemos
descifrar.
Y sobreponer sobre ello otra escritura. ¿Cuál es ella?
La nuestra, la de nuestros pasos, la de nuestro
aliento y, además, la de nuestra boca que la pluma trasiega.
Y que hemos de creer en algo. De eso se trata.
Porque escribir cuesta, desvela y agota.
«Tengo un aspecto tan cansado –decía Oscar Wilde–
porque me he pasado toda la mañana poniendo una coma y toda la tarde
quitándola».
Quien lo confiesa así es uno de los autores que cuando
escribe da una apariencia extraordinaria de espontaneidad, de ser dúctil y
chispeante.
Buscando la noticia
4. Buscar
la mirada
Da la sensación como si el don de expresar ideas
sabias e ingeniosas le hubiera venido fácil.
Como si en él brotasen indetenibles los vocablos y sus
asociaciones.
Y en donde el esfuerzo más bien estaría en cómo atajar
ese torrente de buen hablar, de buen decir y de buen pensar.
Pero ya vemos que no, que le costaba desvelo y
sacrificio. Y que la duda es natural, cuando nos confiesa que pasaba toda una
mañana en poner una coma y toda la tarde en quitársela.
Ya vemos que escribir es arduo, pues primero hay que
vivir intensamente y después decantar la experiencia, volverla síntesis para
después escribirla.
Y ya en esta órbita volver a repetir el proceso,
cuando de lo que se trata, como decía el poeta, es de buscar la mirada en que
saldremos eternos.
En la Escuela de Periodismo Jaime Bausate y Meza
5. La vida
y la muerte
Y la clave es escribir y no pensar, de seguir el
simple ritmo de escribir, y de escribir con el corazón, de dejar suelta la
emoción, de dejarla correr, de conmover y estremecer.
De lo que se trata es de sentir hasta el dolor del
papel, de escribir con ternura, porque nos arroba y encanta la vida; de
escribir con pena, porque se esfuma esta llama o arena; de escribir con raba
porque hay mucho que enmendar en el mundo.
Se trata de escribir con congoja porque el sentimiento
más acertado para no equivocarnos es condolernos; se trata de escribir
consciente y lúcidamente porque hay mucho qué esclarecer en nuestra sociedad;
se trata de escribir con esperanza porque es lo último que hay que perder en
esta vida.
Se trata de escribir con arrebato. Del escribir
posesos, locos, errantes. Hechos un ovillo y encogidos. Abrazados a nosotros
mismos, diciéndonos: Mira dónde estás. Mira, amor, dónde y cómo estoy. Mírame y
recógeme. Pero, ¿quién soy? Renunciando a todo, olvidados de todo, con el alma
en vilo, lanzados al pozo de la vida y la muerte.
En el mundo agitado y de paroxismo
6. Milenios
en esta orilla
Sin hacer caso de cuáles son los conocimientos
fundamentales para comprender con precisión cuáles son los vínculos, cauces,
marcos y proyecciones de la expresión escrita y su significado en la formación
del hombre y en la realización de su destino.
Sin hacer caso a esos preceptos que dicen que uno
tiene que tener una idea clara de lo que va a escribir antes de enfrentarse al
reto de la página en blanco, recetas que son falsas, propias de los envidiosos
que saben que tú no eres un rival desdeñable.
Porque la palabra escrita puede ser silencio interior,
como puede ser grito, proclama, arenga, estallido, como también puede ser
susurro, arrullo, confidencia encerrada en ese baúl de tesoros que son los
libros.
Escribir es leer la página en blanco y eso se hace a
tientas y estando ya enfrente de ese enigma, en donde todo acaba y termina y
empieza el misterio puro, en donde no hay ricos ni pobres, y en donde no caben
ni alegres ni tristes.
Y solo cuando sientas que las palabras te obedecen,
cuando hacen lo que tú dices, cuando sientes que las palabras han sucumbido a
tu pulso sigue a ciegas porque ya eres el amante esperado desde hace milenios
en esta orilla.
El Apóstol San Juan Evangelista
7. Nuestros
pasos
El detalle es el gozo, en donde se juntan el papel, el
lapicero, la luz y la ventana. En donde la clave es llegar a la satisfacción de
lo que debe ser.
En donde, así como el gozo de un arquitecto debe ser
culminar la construcción de un edificio o de un puente, de un coliseo o de un
aeropuerto, así debe ser para ti la culminación de escribir.
Y así como para la mujer que va a ser madre el hecho
que le nazca el hijo sano, fuerte y pletórico en donde reconozca su realización
plena y total acerca de la vida, así debe ser para ti el culminar un escrito.
O, así como para un jugador de fútbol la consagración,
el delirio y la epopeya sea anotar el gol con el cual su equipo clasifica y se
consagra obteniendo el campeonato.
Igual ha de ser para ti culminar una obra y dejarla ir
para que recorra el mundo, tal y cómo se arroja una botella al mar, hasta el
juicio final en donde todos seremos convocados por la escritura en el libro de
la vida y aquella más difícil: la escritura que hicimos con nuestros pasos.
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