Antes el peor mal que hemos tenido han sido las
heladas que asolaban nuestros cultivos. Que cuando caían al otro día las
plantas estaban quemadas como carbones, cual si hubiera pasado por encima de ellas
un incendio. Era la helada la que se imponía y nada podíamos hacer frente a
ella, ya que asolaba por todo ámbito, sembrando la aridez y la muerte:
– ¡Ay, mi chacrita, tan linda y preciosa que estaba! ¡Ya
estaba echando flores cada tallo y dibujándose los frutos en cada espiga!
Cuando ahora todita está quemada.
– ¡Ay, con sus frutos colgando de las ramas ya estaban
mis habas y mis alverjas! Pero ahora todo yace calcinado.
– ¡Ay, mis ovejitas!, muertas han amanecido, matadas
por la helada. Toda su carnecita y hasta su lana seca se ha quedado.
Y así cunden los lamentos, la desolación y la
desgracia. Y antes no podíamos hacer nada. ¿Cómo hacerle frente si no tiene
cuerpo y, además, viene de lo alto y ni se acerca, sino que mata desde arriba y
desde lejos? Quemaba nuestras plantas, que al otro día amanecían muertas. Y si
las tocábamos se deshacían como ceniza tallo y hojas.
La helada de las punas
2. Sus vientres
se abultaban
Pero ahora sí podemos combatirla porque salimos con
mecheros, antorchas, y candiles. Encendemos fogatas y la ahuyentamos de
nuestros campos.
Y la vemos que se aleja por esos confines a seguir
haciendo daño, pero ya por otros parajes.
Pero, ¿cómo la vencimos? Esto nos cuentan nuestros
abuelos:
Que eran dos hermanas muy lindas y de buen
comportamiento que vivían solas, cultivando juntas sus chacras de ollucos.
Todo el trabajo lo hacían ellas y de tanto cuidado que
ponían los ollucos que daban sus campos eran los más grandes, dulces y
sabrosos.
Regaban y acicalaban sus hojas. Y les quitaban las
malas yerbas.
En sus cabellos lucían las flores blancas y verde
azuladas que no era que ellas se las ponían, sino que de las mismas plantas se prendían
a sus cabellos.
Eran dos hermanas núbiles
3. Se parecen
tanto
Y las plantas en sus chacras florecían de lo más
hermosas y finas. Pero un día ambas notaron que sus vientres se abultaban y que
la regla se le había suspendido.
¿Qué ocurría? Que ambas estaban embarazadas, encinta.
– Yo siento que algo me palpita en el vientre, como si
tuviera dentro un bulto. –Dijo una.
– Me ocurre igual a mí. Siento palpitaciones, pero no
he tenido relación con ningún hombre. Además, soy virgen. –Dijo la otra.
– Yo igual. –Replicó la primera–. Entonces, ¿por qué
nuestros vientres están abultándose? Y es de las dos, y al mismo tiempo.
Habían concebido cada una un hijo de la chacra de
ollucos.
Al cabo de nueve meses nacieron dos niños varoncitos hermosos,
de una preciosura sin par; y transparentes.
Cada una tuvo un hijo
4. Nobles
y puros
– Son hijos de las plantas de olluco. –Dijeron ambas–.
No puede ser de otro modo. Además, ¡se parecen tanto por lo lindos que son!
Y era cierto.
Cuando nacieron eran dos preciosos niños, completos y
cabales.
Pero que tenían toda la esencia del olluco,
rozagantes, de piel lisa y brillante, colorados y con tornasoles en las
mejillas.
Y ambos al crecer además de bellos eran fuertes y valerosos.
Y de extraordinaria inteligencia.
Además, tenían una rara cualidad: Eran resistentes al
frío. Podían estar apenas cubiertos con una ligera camisa y el viento más
frígido no les afectaba para nada.
Tenían toda la belleza del olluco: pulidos
abrillantados, y sobre todo eran nobles y puros.
Y se criaron juntos, como dos hermanos al cuidado de
sus madres que nunca los abandonaban.
Campos sembrados de olluco
5. La
helada
Un día otra vez asolaron los campos los esperpentos de
las heladas que ensombreciendo la comarca.
La gente empezó a correr desesperada a fin de tener
tiempo para guardar su ganado y trancar sus puertas tapando todo resquicio y
agujero.
Pues las heladas ya se pintaban en el horizonte. Y, es
más, algunas aparecían escondidas en el cerro más cercano. Y pronto llegarían
aquí con su manto de horror, de desolación y de muerte.
Mataría todo lo que quedase afuera y estuviera vivo,
sea un buey, una cabra o una chacra de cultivo: ¡de lo que sea!
No había tallo ni espiga que resistiera, y hasta la
copa de los árboles eran convertidos en cenizas
– ¡Corran! ¡Corran! ¡Ya viene la helada! ¡Entren!
¡Entren en sus casas!
En cambio, los dos jóvenes salieron a ver lo que
sucedía.
– ¡Entren! ¡La helada va a matarlos! –Les dijeron.
La helada que se cierne
6. Hasta
que por fin
– ¡Nosotros no la tememos a las heladas! ¡Déjennos
luchar en contra de ella para librarnos de tanta iniquidad y perjuicio!
No presentía la helada que dos varones la esperaban
para vencerla.
Nadie antes había podido luchar contra ella, por
sentirla y saberla tan fría y desalmada, haciendo que los hombres se escondieran.
Fueron ellos que salieron al campo descubierto y con
sus mazos y porras y con sus lanzas las mantuvieron a raya. A ratos las
heladas, reunidas para vencerlos, parecían doblegarlos. Y a ratos ellos la
corrían asestándoles fuertes golpes que finalmente las hirieron.
– ¡Fuera! ¡Fuera! –Gritaban
mientras las aporreaban
– ¡Aléjense! –Le decían.
Lucharon a brazo partido ambos muchachos. Hasta ahuyentarlas
lo más lejos que pudieron.
– ¡Música! ¡Música! –Pedían– Celebremos con pífanos y
tambores.
Olluquitos iguales al sol
7. Nos da
la vida
Fueron los dos hijos de la chacra de ollucos quienes
nos enseñaron a defendernos de las heladas encendiendo hogueras y
ahuyentándolas con nuestros gritos.
Desde entonces la corremos y cada vez hemos ido conquistando
más campos de las alturas donde cultivamos maca, papa, quinua, cañihua y quiwicha.
Y, sobre todo, olluco, en que son pródigas estas tierras.
Y ya no tememos a las heladas, que es lo principal.
Porque los dos hermanos hijos de la chacra de olluco nos enseñaron a cómo
hacerlo. A partir de entonces la prosperidad reina entre nosotros.
Y es porque al final el olluco es hijo del sol, así
como la papa es hija de la luna serena, apacible y nocturna.
Y se ve no solo en su carácter, sino en su apariencia.
Porque el olluco tiene la figura de su padre: amarillo, brillante, cálido, y
fuerte. Y que nos alumbra y da la vida cada día.
Los textos anteriores pueden ser
reproducidos, publicados y difundidos
citando autor y fuente
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