5 de noviembre. Día de Puno. / Puno engarzado en esmeralda.

5 DE NOVIEMBRE

DÍA DE PUNO

PUNO

ENGARZADO

EN ESMERALDA

Danilo Sánchez Lihón

Puno, ciudad asentada a las orillas del Lago Titicaca, M de donde, según la leyenda, surgieron Manco Cápac y Mama Ocllo, con el encargo divino de civilizar a los hombres montaraces y dispersos, y enseñarles el conocimiento de la naturaleza, de la vida y de las costumbres, orientados por una moral que fue capaz de fundar, organizar y desarrollar un gran imperio sobre la faz de la tierra.

De aquella ciudad, José Portugal Catacora dice:

Durante el día, Puno “...parece un joyel de diamantes y topacios rutilando en un cofre cubierto de terciopelo verde; y durante las noches semeja un nidal de luciérnagas o un haz de estrellas caídas del infinito... Ciudad siempre lavada por el agua de las vertientes o por las brisas lacustres.”

Aurora Encinas, devota y adorada hermana de José Antonio, ha escrito:

“Puno era una ciudad pequeña, con sólo dos plazas, tres o cuatro jirones, con poquísimas calles.

La única joya arquitectónica era la Catedral, de estilo barroco, que se levanta en una explanada, ofreciendo majestad y belleza.

El parque Pino se encuentra a tres cuadras de la Plaza de Armas. Este lugar es el salón y corazón del pueblo. Aquí se reúne la gente para hacer amistades y cultivar amores.

En las fiestas patronales, en honor a la Virgen de la Candelaria, y en los carnavales, es el centro de reunión, donde se reza y se baila toda una semana.”

José Luis Ayala, de otro lado, precisa:

“Puno, a fines del siglo XIX, era una pequeña ciudad con calles empedradas, donde se distinguía claramente la Catedral construida a base de piedra, un poema labrado por manos aymaras; la capilla de San Juan, “para uso exclusivo de los indios”; el local del colegio San Carlos, cuatro tiendas comerciales grandes, la calle Lima y otras adyacentes que conformaban la ciudad... Había dos centros de reunión social, los clubes de la Sociedad Puneña, que reunía a gamonales, funcionarios del Estado y a comerciantes, y la pastelería París, situada en lo que se llamaba la Casa de Piedra del parque Pino, donde se reunían contertulios generalmente intelectuales, profesores del colegio San Carlos, y quienes normalmente acudían a tomar un café y comprar los periódicos de Lima, La Paz y Buenos Aires.”

Puno se sitúa en una altitud promedio de cuatro mil metros sobre el nivel del mar, en la meseta altiplánica que es parte más del cielo que de la tierra.

Que ondula suavemente con sus pajonales que suben y bajan por colinas extasiadas que perfilan sus bordes azulinos y naranjas como senos o caderas de mujeres dormidas.

Sin lugares escabrosos ni abruptos; sin caídas de vértigo ni abismos: sin rocas encrespadas ni peñolerías inhiestas. Sino más bien como regazos maternales tendidos que acunan y aduermen; y en muchos casos como vientres núbiles prontos a despertar con que uno sueña.

Con la ciudad de Puno engarzada a orillas del lago Titicaca que espejea como un cristal de plata, o una lámina de oro bajo el sol radiante.

Lago Titicaca que nos abre el horizonte hacia la lejanía inacabable, y nos sumerge en la profundidad terráquea, como también nos eleva al firmamento y a las estrellas que como nunca se las siente cercanas; y a nosotros ya dentro de ellas.

Espacios que se los siente como parajes míticos, donde deambulan los dioses; tanto sobre las aguas como en las orillas, y en sus islas ensimismadas.

He sobrevolado sus aguas de una punta a otra punta. Y me he dormido mirando fascinado su trasfondo verde azulado con tintes ocres y magentas. Y me he consustanciado con sus reflejos fantasmales.

Lago Titicaca que en sus aguas de esmeralda se transparentan los más arduos enigmas, el misterio se hace lúcido y la eternidad se abre arrebolada.

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Jaime Sánchez Lihón

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