miércoles, 23 de diciembre de 2020

23 de diciembre. Nace el autor de Platero y yo. / Platero, un dios incipiente.

 

23 DE DICIEMBRE

NACE EL AUTOR DE PLATERO Y YO

 

PLATERO,

UN DIOS

INCIPIENTE

 

 

Danilo Sánchez Lihón


 

 

 


En el mes de julio del año 1973

sustenté mi tesis sobre Platero y yo

para optar el grado de la licenciatura de

la Facultad de Letras y Ciencias Humanas

de la Universidad Nacional Mayor de

San Marcos. He aquí el capítulo

nueve de la segunda parte.

 


1.

 

Frente al fenómeno de la belleza Platero se sobrecoge; si se quiere, se emociona. Ante lo hermoso se estremece, pero no tiene cómo manifestar lo que le embarga. Sus expresiones son rudimentarias. Nada puede hacer con su emoción y con su sentimiento. Capta la fuerza, ella le invade, pero no tiene cómo expresarla.

Pareciera que Jiménez en su ansia de plenitud, y al no poseer aún el lenguaje que necesitaba para asir cierta realidad interior, es decir su palabra en armonía capaz de expresar las fuerzas que capta, se transfiere a encarnarse en Platero que no tiene más recursos que levantar sus ojos, hacer algunos gestos y movimientos, con los cuales manifestar algo. Así:

Platero, de vez en cuando, deja de beber y levanta, como yo, la cabeza a las estrellas, con una blanda nostalgia infinita...

Cap. LXXX, “Pasan los patos"

Platero la miraba fijamente (a la luna) y sacudía, con un duro ruido blando, una oreja. Me miraba absorto, y sacudía la otra...

Cap. LXXIX, "La luna"

 


2.

 

Pero a la vez, Platero es una especie de símbolo, de unión con la naturaleza, con los hombres, con la vida y con dios. Así como en otros distintos planos lo es el árbol; ver por ejemplo el capítulo XL, titulado El pino de la corona", donde resulta siendo un nexo misterioso y en donde se sintetiza toda una búsqueda de absolutos:

Parece, Platero, mientras suena el ángelus, que esta vida nuestra pierde su fuerza cotidiana, y que otra fuerza de adentro, más altiva, más constante y más pura, hace que todo, como en surtidores de gracia, suba a las estrellas, que se encienden ya entre las rosas... Más rosas... Tus ojos, que tú no ves, Platero, y que alzas mansamente al cielo, son dos bellas rosas."

Cap. X, "¡Ángelus!"

Estos contactos sorpresivos de su ser con esencias imprecisas venidas de lo lejano y en círculo, por los cuatro vientos, pueden ser los anuncios de divinidad y eternidad, pulsación constante y visión que el poeta tuvo y que concretó después en sus obras finales en el género de la poesía.

 


3.

 

Así encontramos, en un libro que Juan Ramón escribió ya en 1949, cuarenta años después que Platero y yo, donde se consignan los siguientes versos:

Si yo he salido tanto al mundo,

ha sido solo y siempre

para encontrarte, deseado dios,

entre tanta cabeza y tanto pecho

de tanto hombre.

Animal de fondo, 11

¿Acaso no tienen estos versos la misma nota con que antes, Jiménez, le platicaba al burrito de Moguer en la oreja pasiva?

¿No es acaso la misma afección, igual acento de confidencia susurrante?

Y cabe preguntarse también: ¿No será susurrante o a media voz su tono, porque sabe en esencia este poeta, que está hablando en contra de los hombres?

 


4.

 

Los versos copiados son de Animal de fondo, libro donde se realiza una revelación y posesión de un dios personal. Sabemos también que ese dios no es otro que el m ismo Juan Ramón Jiménez en esencia.

Hecho que coincide y vendría a complementar la tesis que hemos tratado de probar, de que también Platero es un desdoblamiento de la personalidad del poeta.

¿No sería entonces Platero un dios incipiente, elemental, rústico, de su autor? ¿Y que desde ese dios que se dejaba montar, se pasó al otro más abstracto, de más potencia y con otro trote que Platero?

Con todas las distancias, algo hay de cierto en lo dicho. Así:

Y en el campo, que va ya a diciembre, la tierna humildad del burro cargado empieza, como el año pasado, a parecer divina…

Cap. CVII, Idilio de noviembre"

 


5.

 

En Animal de fondo se mueve un dios que es luz, que es dinamismo y que es expresión.

En Platero y yo habría un dios que se caracterizaría por ser primario, estático y pasivo. Y más bien un dios contemplativo.

Hay una extraña suplantación que se repite en Juan Ramón Jiménez y consiste en representar rasgos de su personalidad por ejemplo en un burrito.

Así como representar la humanidad o al hombre en un perro. Hay capítulos en Platero y yo, como: "El perro sarnoso", "la perra parida" o "El perro atado" en donde este animal está jugando siempre un rol de gran significación en representación de lo humano:

"El sol se torna rosa, malva... La belleza hace eterno el momento fugaz y sin latido, como muerto para siempre aún vivo. Y el perro le ladra, agudo y ardiente, sintiéndola tal vez, morir, a la belleza..."

Cap. LXXXVI, El perro atado

 


6.

 

Pero veamos lo que expresa en el poema 16, "En igualdad segura de expresión" de su libro final Animal de fondo:

El perro viene, y lo acaricio

me acaricia, y me mira como un hombre,

con la hermandad completa

de la noche serena y señalada.

el siente (yo lo siento) que le hago

la caricia que espera un perro desde siempre,

la caricia tranquila del callado

en igualdad segura de expresión.

Animal de fondo, 16

Habla aquí del perro con la misma familiaridad e intimidad con que le hablaba a Platero. Y continúa:

El perro está ladrando a mi conciencia

a mi dios en conciencia,

como una laguna de inminencia hermosa

 

Juan Ramón Jiménez


7.

 

Aquí como se puede notar, el canino aullante es una figura que encierra algo; es un reemplazo y un sustituto del hombre. Pero sirve además para poner al ser humano en el nivel más descarnado de comprensión de lo que es ser animal,

Y así como Platero era necesidad de interlocutor, así el perro es, en esta instancia, el personaje que se pone a nuestro frente para participar del drama que nos conmueve. Es el hombre que se hace presente dentro del mismo Juan Ramón, la humanidad que quiere comprender, haciéndole frente a ese dios con el que se une en "igualdad segura de expresión".

Hay también una lejana reminiscencia, casi imperceptible, al evangelio; explicable si pensamos que Jiménez está en ese libro ante una revelación y posesión de un dios; se trata allí de una especie desigualdad y comunión con todo.

Platero, para terminar esta sección, nos parece que es el misterio absoluto, lo que no puede ni debe ser nombrado. El don de vida y espiritualidad de que es capaz la naturaleza, y dentro de ello lo humano con el sello de lo divino.

 

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