sábado, 5 de diciembre de 2020

5 de diciembre. Chavín es declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad, 1985. / Marino, el guardián mítico.


5 DE DICIEMBRE 
CHAVÍN ES DECLARADO POR LA UNESCO 
PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD, 1985 

MARINO, 
EL GUARDÍAN 
MÍTICO 

Danilo Sánchez Lihón 



Chavín de Huántar


1. Revelado 
en sueños

 

El guardián o cuidador del Complejo Arqueológico de Chavín de Huántar, Marino Gonzales Moreno, rescató de esa cultura en 1955 una de las cornisas con grabados de halcones de alas desplegadas.

Y es que Marino, que no hablaba con nadie, vivía y dormía como un ermitaño entre aquellas ruinas. Se lo consideraba un ser extraño, un alma en pena o en un loco de apacible e inofensivo carácter.

También en aquel año hace el hallazgo de las dos columnas líticas únicas en su género entre todas las culturas del mundo. Y que ubicó entre los escombros que produjo el alud del año 1945. Y que ahora componen la Portada de las Falcónidas, así llamado al monumento que luce en plena entrada y en plena plaza de la huaca.

Nadie hubiera acertado a saber en dónde estaban ubicadas, hecho que también le fue revelado en el desvelo onírico, o en sueños, porque era inconcebible que allí alguien hubiera supuesto que eran su sitio.

Y que es donde estaban colocadas, porque en realidad no dan a ninguna parte, a ninguna sala ni espacio concebido y es una puerta hacia la nada; pero es su exacto lugar y no puede ser de ningún otro modo.

 

Marino Gonzáles Moreno


2. Consagración

definitiva

 

Porque es a partir de esa ubicación que recién se organiza y alcanza sentido todo el centro ceremonial pues conjunciona los edificios y las diferentes plazas.

Es por eso que el año 2013 se le rindieron diversos homenajes a Marino el guardián del Complejo Arqueológico de Chavín una de cuyas galerías interiores ahora lleva su nombre por resolución del Ministerio de Cultura del Perú.

Sin embargo, la consagración definitiva de Marino Gonzales Moreno el Guardián Lítico de Chavín, que es el título con que se le ha alcanzado a reconocer, vino en el 2015, cuando se presentaron dos libros que son un homenaje a sus extraordinarios aportes.

Uno de ellos se titula “Chavín de Huántar. Los descubrimientos de Marino Gonzales Moreno”, nada menos que escrito por el arqueólogo Luis Lumbreras y el propio Marino Gonzales Moreno.

Y el otro es: “Chavín de Huántar. Diario de Campo de las excavaciones de 1957 y 1958”, por Marino Gonzales Moreno.

 

Restos arqueológicos de Chavín de Huántar


3. Fascinación

con agua

 

¿Pero cuál es el aporte mayor de este enviado por los dioses, y ser mordido o picado por la huaca?

El haber descubierto la maravilla que es la red de agua y el drenaje a través de un canal de rocas.

Y del cual John Rick de la Universidad de Stanford ha dicho, textualmente de este complejo hidráulico, lo siguiente:

“Chavín tenía un sistema hidráulico que no conozco ninguno otro que llegue a ese nivel en el mundo actual o del pasado. Es una fascinación con agua”.

Y que es el descubrimiento de Marino Gonzales Moreno también por revelación. Porque todo eso estaba hundido bajo toneladas de tierra y piedras.

No era visible, puesto a que no estaba en la superficie. Entonces, ¿cómo pudo saber que estaba enterrado en dicho lugar?

Por algo don Julio C. Tello se detuvo maravillado al verlo por detrás mirando su chacra, cuando Marino era apenas un adolescente y moraba cerca del santuario.

 

El sabio Julio C. Tello


4. No parecía real

sino mágico

 

Fue luego, y pronto, como él llegó a trabajar en el Complejo Arqueológico de Chavín de Huántar. Pero, ¿cuándo y de qué modo?

Fue en 1934 cuando don Julio C. Tello realizaba, excavaciones en el Centro Ceremonial.

Y una madrugada se dirigía como todos los días a realizar su labor. Fue cuando en el camino vio a un joven completamente abstraído en la tarea que hacía.

Era casi un niño, que inclinado regaba su chacra ya cerca del templo.

Tenía apenas 15 años y a don Julio le llamó la atención la forma cómo había trazado los surcos que le parecieron un grabado lítico de signos milenarios.

Pero también le impresionó el esmero y la dedicación con que los cuidaba, como el talante prolijo de aquel jovenzuelo.

Y, un detalle más, que le hizo temblar: ver la forma cómo conducía el agua por los surcos que no parecía real sino mágico, tanto que se detuvo y se quedó allí observando un buen rato.

 

Restos arqueológicos de Chavín de Huántar


5. Un

mensajero

 

El muchacho sintió su presencia, pero ni levantó la cabeza. Tello que era de Huarochirí y había trabajado en el campo, también regando la tierra, nunca había visto hacerlo de aquel modo, ni con una actitud semejante.

Tuvo la intuición y la corazonada de que estaba ante un numen, ante un designio y un enviado por los dioses.

– Tus surcos parecen escritura. –Le dijo sin mirarlo. Vueltos los ojos hacia la campiña. –Como correspondía hablarse entre dos enviados

– ¿Qué, señor?

– Que tus surcos son letras o palabras escritas.

– ¡Ah! –Respondió y no dijo más. Y se volteó a seguir trabajando.

– Soy el Dr. Julio C. Tello. Termina de regar tu chacra y ven a trabajar conmigo en el templo. –Y No dijo nada más el sabio. Y se fue. Marino esta vez sí quedó abstraído, como escuchando más voces. Don Julio pensó que si en verdad era un mensajero no debía decir nada más.

El joven ciertamente no dijo ni sí ni no. Solo lo saludó comedido y movió la cabeza indicando que había oído. Julio C. Tello. Eso sí, sintió una intensa vibración en la mirada que le dirigió.

 

Nuevas excavaciones en Chavín de Huántar


6. El misterio

de los tiempos

 

Allí Tello supo, en ese momento, que era un sacerdote. Y una ofrenda de los dioses a su trabajo.

Quizá la reencarnación de uno de los jóvenes que se habían ofrecido en sacrificio al monolito o lanzón, frente a la plaza un día de ceremonial y de fiesta.

Allí, en aquella ara de sacrificio cuyo diente apenas aparecía en lo alto de la terraza, pero cuya sangre descendía por unos surcos cavados en la piedra hasta las fauces hambrienta del jaguar, cóndor y a la vez ser del mar.

 Ya de noche Marino llegó al templo. Y no hizo más que sentarse en silencio al lado del sabio, junto a la hoguera que tenía encendida.

Julio C. Tello notó en sus ojos el misterio enterrado de los tiempos antiguos.

A partir de esa noche no volvieron a separarse jamás, anímicamente. Y también a partir de esa noche Marino Gonzales Moreno nunca más abandonó el santuario.

 

El sabio Julio C. Tello


7. Devoción

inmensa

 

Trabaron una profunda amistad que se traducía en que él llegaba a casa de don Julio cuando el sabio iba a emprender una nueva expedición arqueológica.

Pero estos encuentros lo hacían sin avisarse ni menos escribirse.

Ambos comprendieron que se comunicaban más y mejor sin hablar y en el silencio.

El maestro le enseñó todo, incluso a dibujar. Y cada vez que don Julio C. Tello emprendía una nueva expedición lo hacía parte de su equipo de investigación y de caravana.

Así estuvieron juntos en las excavaciones de Ancón. Cuzco, Sechín, las Aldas, el Marañón.

De allí que la devoción que él sentía por el maestro de Huarochirí era inmensa.

Y este de manera indubitable reconocía que Marino era un enviado de los dioses. Los estudios que se han publicado lo reconocen así de manera irrefutable.

 

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